jueves, 20 de agosto de 2009

Policromía

Como las oportunidades hay que cazarlas al vuelo, nos fuimos de la mano de Jesús, hermano de Bea, a conocer Pedernales y de paso acercarnos al fantástico mundo de las tortugas. De tortuga en tortuga, conocimos el peligro de extinción que corren éstas, especialmente las de carey, ya que sus huevos son sistemáticamente dañados o extraídos (basándose en creencias sobre su presunto valor afrodisíaco) por manos humanas y fauces caninas. Jesús se dedica a su estudio y colabora en su conservación como buenamente puede, luchando contra el mundo y tratando de no perder la esperanza.
La excusa también sirvió para conocer una zona preciosa de la isla, en frontera con Haití y a más de 6h de La Romana. Disfrutamos de unas playas blancas de perfil desértico y agua de mil tonos de azul, en la Bahía de las Águilas, casi olvidadas por los turistas. También conocimos montaña, el Hoyo de Pelempito, en una Sierra de Bahoruco de tonos de verde intenso entre bosques de pinos de troncos finos y alguna hipotética iguana. Pudimos llegar a Haití, donde disfrutamos de los cantos africano-caribeños y los rostros perfectos de negros de brillo suave y blancos de dientes en sonrisas amplias. E incluso vimos flamencos en la laguna de Oviedo, de verde lima sobre tierra pálida que de clara se colaba más allá de los ojos.
Y volvimos a casa llenos de colores, intensos y suaves, con los que vestir los días de un recuerdo en policromía.



miércoles, 12 de agosto de 2009

Ganas renovadas

Me llamo Rubén, vivo en La Romana de República Dominicana, y empecé hace casi dos años un blog con la doble intención de mantener a la gente informada de mi vida, y al mismo tiempo como experiencia de plasmación personal de mi vivencia. No sé si se siguen cumpliendo ambos objetivos. Si esto se diera, tendría que cerrar el blog para ser honesto conmigo mismo. Así que ando buscando la certeza que me permita seguir blogueando.
Mientras tanto digo y explico que empieza un nuevo ciclo, el presunto último escalón de mi paso por aquí. Y digo presunto porque ya no doy nada por hecho, definitivo o cerrado. Y porque empezar de nuevo ya es un deporte que practico con asiduidad, y que exige disposición al cambio.
Pasó el verano como un vendaval, como casi todo.
Ha sido un mes en el que recibimos la visita del grupo de voluntarios españoles. Fueron 4 en La Romana y otros tantos en Santo Domingo, y participaron como ya es habitual de las actividades del "Calasanz nos une" de ambos lugares, y algunas otras iniciativas. Entre las primeras, impartieron el curso inicial para nuevos monitores (en la bautizada como Escuela de Animación y Tiempo Libre), participaron en los campamentos en algunos de los barrios y se ocuparon también de la formación de bibliotecarias. Como siempre, su experiencia y criterio son estupendos. Nos ayudan, refuerzan y forman, sintiéndose siempre copartícipes de un proyecto compartido por todos. Este año las novedades fueron la vivencia de una semana en el barrio de Brisas del Mar (conviviendo con los apagones y las incomodidades de la vida sencilla en un entorno rural, pero disfrutando del encuentro con la gente) , y la Semana de la Mujer también en Brisas, un intento de formar y dar vida a un grupo de mujeres
de todas las edades en un barrio con pocas oportunidades de progresar. O con muchas, según se vea, y espero se vea a partir de ahora, pues hemos puesto muchas ganas e ilusión en el empeño de ofrecerles alternativas.
La verdad es que fue una semana viéndolas crecer y disfrutando con su alegría y su optimismo. Y creo que ese regusto dulce se llevaron las voluntarias en el avión de vuelta a casa.
Con Casa Betania de nuevo vacía, ahora mis esfuerzos se concentran en las clases, que empezaron el 4 de agosto, encadenando una cosa con otra y otra, porque aquí nada se detiene. De nuevo las programaciones, los materiales, las reuniones y las aulas. Tengo estos días esa sensación de profundo amor por todos los alumnitos, que me escuchan con atención, que se alegran de verme y yo de verlos, y que es tan diferente a esos días de final de semestre en el que los deseos homicidas son mutuos. Así que, en espera de los últimos, disfruto con los primeros y me dejo llevar por un optimismo loco que me devuelve las ganas de enseñar, unas ganas renovadas que ya huelen a la rutina del invierno. Bendita rutina.