miércoles, 17 de junio de 2009

Recuperando la perspectiva

Cuando vas en el tren, sorteando árboles, atravesando carreteras, dejando atrás montañas altas y bajas, y sobre todo pasando por oscuros túneles, parece que todo el empeño está en el esfuerzo que haces por avanzar. No ves mucho más que lo que pasa frente a tus ojos, las dificultades, los aciertos, todo momento vivido es el momento presente.
Pero de repente, casi sin querer, vas levantando la vista, subiendo las miras, alcanzando la perpectiva, y el tren es un tren de Scalextric, los árboles son pequeños y de plástico, y el túnel ya no parece tan largo. En esos momentos lúcidos, es la habitación la que cobra sentido, amplia, luminosa...y el tren sí parece haber recorrido un camino, y parece todo un poco menos complicado porque el tren efectivamente va en alguna dirección. Puede llegar antes o después, pero lo que es seguro es que avanza y el camino que recorre en forma de sonrisa parece mucho más bonito que los complicados rieles que vislumbrabas desde la locomotora.

sábado, 13 de junio de 2009

Y Peter voló al final


Por fin estrenamos la obra musical de Peter Pan. Ayer viernes fue la primera función, y hoy sábado la segunda y última. Y debo decir que estoy más que satisfecho.
Estoy contento, no ya tanto porque los muchachos lo hayan hecho genial y la gente se haya divertido, sino porque creo que han aprendido mucho con ello y sobre todo se han superado. Sospecho que van a guardar el recuerdo por mucho tiempo, como esas cosas que uno hace de niño y que le duran para siempre. Yo al menos sí conservo el recuerdo de cuando actuaba también como ellos en obras de teatro. Salir a escena, vislumbrar las cabezas del público entre las luces, oír un aplauso, unas risas, una reacción a un gesto tuyo... eso es algo impagable. Estos días andaban mis recuerdos medio sueltos por el escenario, y me los iba encontrando en cada rincón, en los gritos de ilusión de ellos, en el "píntame la cara", en el "¿lo he hecho bien?". Y aún los ando recogiendo, y mañana más con todo lo que me toca limpiar en los camerinos, que, como es habitual, han dejado hechos un asco.
El camino ha sido largo y duro, la verdad. Ensayos infructuosos, actores que acuden un día sí y otro no (o que de repente no acuden nunca más), correcciones que se olvidan constantemente, retrasos para empezar, juego a destiempo, poca concentración, y sobre todo, mucha mucha dificultad para la disciplina y la constancia. Son demasiados los proyectos que empiezan y caen por falta de regularidad.
Pero al final, después de tanto ensayo y tanto boche, creo que ha quedado algo digno, de calidad. Lo cual, aunque ellos no sean demasiado conscientes, es fundamental. Buscar la altura cultural en lo que hagamos, porque salir y hacer cualquier cosa es fácil, y ya están demasiado acostumbrados a los aplausos fáciles. Si algo me sabe mal es que, aunque ha habido suficiente público, no es todo el que los muchachos merecían. Pusimos una entrada asequible, pero la gente no está acostumbrada a pagar, y menos por cultura. Eso sí me da pena. A veces es complicado acercar a la gente a los eventos culturales, ¡y suelen ser gratis! Tratamos de inventar actividades variadas, promocionarlas bien, buscar un buen nivel... pero la gente es muy dura, y crear esa tradición cultural (por ejemplo la de los Viernes Culturales), cuesta lo que no está escrito. Yo personalmente no comprendo bien esa apatía, si me hablaran de teatro, de musical, de niños... no haría falta que me explicaran más para que almenos me picara la curiosidad. O tal vez yo haya tenido la suerte de que me la hayan estimulado desde pequeño.
En fin, reflexiones. Seguiremos en ello.


PD: No puedo poner fotos porque no hice. Trataré de conseguirlas.

lunes, 8 de junio de 2009

Mosquiland

Pegadas al sudor de mi piel hay 4 pequeñas patas desordenadas, de rayas de tigre e intenciones sospechosas. Miro de cerca y espero. Espero lo inevitable. En su gran escala, el insecto resquebraja mi piel con su trompa que busca el infinito y absorbe lo ajeno. Me duele pero no me muevo. Ya no.

Miles de otras pequeñas patas desordenadas van llegando a miles de otros puntos de mi cuerpo. Rastrean cada detalle minúsculo a escasos milímetros de un cuerpo que no es suyo. Los picores llegan entonces de todas partes, se confunden unos con los otros en una infección más mental que física.

Pero yo ni me muevo. Ya no.

Mosquiland anida en las rendijas de lo oculto. Acude en la noche, especialmente en el sueño, para hacerte un poco más vulnerable. Acude también en la mañana mientras el espíritu se saca las telarañas con desgana y tiene las manos ocupadas. Primero es uno o dos puntos de enganche, pero luego se extiende, siete, veinte, trescientos. Busca los pliegues y cavidades, no se muestra públicamente. Pronto todo se confunde y no hay dónde escapar porque no hay división entre tu mundo y el suyo. Entonces es cuando te tiene preso y sabe que puede ser cruel porque estás en sus manos.

Pero también de Mosquiland se sale. Se requiere un cierto espíritu dramático del que cree que no hay nada que hacer. Consiste en darse gravedad, exagerar, ver millones de patas desordenadas de rayas de tigres donde posiblemente haya sólo cuatro. Y después, habiendo tocado fondo sin mucho más que perder, y creyendo firmemente en poder recuperarse, uno cierra los ojos y se tranquiliza. Después, se habla despacio diciendo “yo puedo vencer”. Mosquiland se resigna y poco a poco va recogiendo sus redes, como un pescador en un día de poco trabajo, con apatía. Y se va por donde vino, dejando todo en su sitio, el cuerpo inmóvil y el sudor aún en la piel.  

lunes, 1 de junio de 2009

Frágil equilibrio

Hoy tengo ganas de renegar un poco, amanezco sin internet por tercera vez desde el sábado, y amenaza con durar un tiempo. No es un drama, por supuesto, pero habituado como estaba a esta ventana al mundo, me quedo sin el aire fresco que suponía. Tampoco es una novedad. Mi uso de internet viene siendo intermitente y es rara la vez que puedo conectarme de forma seguida durante tres días. Es muy frágil el equilibrio que me permite hacerlo, ya que la señal entra por la sala de cómputo de San Eduardo, se emite por una antena inalámbrica, es recibida por otra antena en secretaría, que va al switch donde se conecta al cable que cruza la calle y llega a la casa, de allí a otro switch y otro cable que llega a Contabilidad que es donde me suelo conectar. Así que, en ese camino, se deben cumplir algunos requisitos necesarios, como que llegue efectivamente la señal de Codetel, que haya luz, que en la sala de cómputo nadie haya metido la mano, que nadie haya bajado los brakers del cuadro de luz, que los switch hayan resistido a los cambios de tensión...
Conclusión, cuando uno vive en estas condiciones, no puede ser internedependiente. O conectarse cuando se pueda, que tampoco viene mal abrirse a la sorpresa. Al menos, afortunado de mí, me puedo conectar, aunque sea a ratos. Me observo con mis hábitos de señorito y me río un poco de mí mismo, que tampoco viene nada mal. 
La excusa me sirve para hablar de la sensación de equilibrio. Equilibrio físico, en el caso del agua, la luz, la fotocopiadora y tantas cosas que aquí se dañan con facilidad. Pero equilibrio también psicológico, espiritual. Y ese me preocupa más. Ante la ausencia en mucha gente de un sentido de disciplina y constancia, casi todo cae si no se empuja convenientemente. Se me ocurren muchos ejemplos, la gente que cambia de iglesia como de camisa, las reuniones que caen por dejadez, las clases de música en las que se queda el profesor solo tocando la flauta, los monitores que hoy están y mañana no y que juran y perjuran que irán.. En mi rutina cotidiana veo ejemplos todos los días, de dinánicas que exigen un esfuerzo de repetición que al final no se da. 
Lo veo ahora también que estoy preparando con los niños una obra de teatro. El teatro es un ejemplo de disciplina, de educación del propio cuerpo, de trabajo. Es curioso el talento natural que tienen estos niños para las artes escénicas (canto, baile, drama), el show les corre por las venas. Tan curioso como ver lo mucho que les cuesta trabajarlo, dominar el cuerpo para hacer de ese don una verdadera habilidad. Para mí ése es el reto, demostrarles que quien persevera y vence la desidia es capaz de superarse y de dar un paso más como persona. Los momentos en que lo veo, los disfruto, pero el camino me deja a veces desesperado, sin voz y al borde del homicidio. Hasta el día siguiente, que se me haya vuelto a pasar todo, y sea momento de ilusionarse... de nuevo.