lunes, 8 de junio de 2009

Mosquiland

Pegadas al sudor de mi piel hay 4 pequeñas patas desordenadas, de rayas de tigre e intenciones sospechosas. Miro de cerca y espero. Espero lo inevitable. En su gran escala, el insecto resquebraja mi piel con su trompa que busca el infinito y absorbe lo ajeno. Me duele pero no me muevo. Ya no.

Miles de otras pequeñas patas desordenadas van llegando a miles de otros puntos de mi cuerpo. Rastrean cada detalle minúsculo a escasos milímetros de un cuerpo que no es suyo. Los picores llegan entonces de todas partes, se confunden unos con los otros en una infección más mental que física.

Pero yo ni me muevo. Ya no.

Mosquiland anida en las rendijas de lo oculto. Acude en la noche, especialmente en el sueño, para hacerte un poco más vulnerable. Acude también en la mañana mientras el espíritu se saca las telarañas con desgana y tiene las manos ocupadas. Primero es uno o dos puntos de enganche, pero luego se extiende, siete, veinte, trescientos. Busca los pliegues y cavidades, no se muestra públicamente. Pronto todo se confunde y no hay dónde escapar porque no hay división entre tu mundo y el suyo. Entonces es cuando te tiene preso y sabe que puede ser cruel porque estás en sus manos.

Pero también de Mosquiland se sale. Se requiere un cierto espíritu dramático del que cree que no hay nada que hacer. Consiste en darse gravedad, exagerar, ver millones de patas desordenadas de rayas de tigres donde posiblemente haya sólo cuatro. Y después, habiendo tocado fondo sin mucho más que perder, y creyendo firmemente en poder recuperarse, uno cierra los ojos y se tranquiliza. Después, se habla despacio diciendo “yo puedo vencer”. Mosquiland se resigna y poco a poco va recogiendo sus redes, como un pescador en un día de poco trabajo, con apatía. Y se va por donde vino, dejando todo en su sitio, el cuerpo inmóvil y el sudor aún en la piel.  

1 comentario:

eva dijo...

eingh?

supongo que debe ser el calor.
ya falta menos para el estreno!! qué nervios!!

que vaya muy bien!! seguro!!

besos