miércoles, 27 de febrero de 2008

Chocolate

Ayer fue el día de Madre Paula y hoy el de la Patria. Lo de hoy se celebra con pasacalles y no yendo al cole, y lo de ayer con chocolate. Nuestras vecinas las escolapias nos obsequiaron con un bien calentito y bueno para desayunar.
De la santa sé pocas cosas, entre bromas les digo que sólo recuerdo que hacía bolillos, vivía cerca del mar y ponía los pies en la tierra y la cabeza en el cielo. Y que tomaba litros de chocolate. Ellas se enfadan (a medias, como se enfadan ellas) y me explican lo de la promoción de la mujer en un tiempo en el que valían bien poca cosa. Está pendiente que me den una charlita más explicativa, parece que la santa no escribió nada pero hay algunas cartas que explican que tuvo una vida más bien complicada.
Hoy nos han invitado a comer, a los padres y al laico, y a las de la capital. Cocinan estupendamente y es un espectáculo verlas moverse sin parar, y hablar de todo. Conecto bien con ellas, porque tienen sangre en las venas y eso me gusta, dan juego y reciben las bromas con las misma velocidad con que las devuelven. Y además cocinan tan rico....
Con el tema del chocolate, aprovecho para poner una foto del fruto del cacao que hice a la vuelta de Miches. El sábado estuvimos allí, buscando sitios para campamentos. Que por cierto nos encontramos de purita suerte con un sitio espectacular en la playa, un "proyecto ecológico" (o eso venden ellos) basado en una especie de urbanización respetuosa con el medio ambiente, llevada por un español. Nos recibió un ayudante valenciano que tiene, que se había trasladado a vivir allí, para trabajar y reventar a leer en aquel rincón abandonado de la isla. Qué cosas...
A la vuelta cogimos este fruto de cacao, parece una berenjena pero luego amarillea. Hemos diseccionado hoy uno y tiene unas semillas gordas envueltas en una cosa gelatinosa, que si luego las secas y las mueles se convierten en una pastita de chocolate.
No es colacao pero ya vale. El P.Alberto promete venir con la pasta en la mano.

lunes, 25 de febrero de 2008

Proyectos y plantas

Dejé descuidada esta plantita, pero espero que siga creciendo.
Estos días me traen un poco de todo, calman mi ligera ansiedad y me llenan la cabeza de nuevas ilusiones, o al menos de una, la de poder hacerme con todas ellas.
En Santo Domingo pasé tres días de esta semana. Empujé un poquito más en su lento caminar a mis papeles oficiales, los necesarios, los incordiosos, con la sospechosa tranquilidad de verlos encarrilados.
Participé también en un ciclo de animación lectora, de esos que te dan unas recetas del éxito de las que desconfías, y te ayudan a buscar las tuyas propias. Con mucha gente hablando y muchas disimuladas ganas de vender su producto, pero con sabrosos trocitos de verdad en las rendijas de la operación.
Y por último me embarré del todo en un nuevo proyecto, el de la creación de una entidad jurídica que trate de canalizar las ayudas locales a los proyectos que llevamos entre manos. Una sensación bonita, la de sentarme con los escolapios frente al mismo tablero de un parchís por jugar, con las mismas fichas y unas reglas claras. Y la seguridad de estar avanzando.
Quería haber traído la brisa del mar que corría por el malecón y plantarla aquí. O la sensación de bienestar del "mejor comedor de la Viceprovincia" (espero verlos todos para poder comparar). Pero sólo traigo mis palabras espesitas, confiando en que la plantita las sepa digerir.

jueves, 14 de febrero de 2008

El amor en los tiempos que vivo

Hoy es día de San Valentín, pero lo que se celebra en España como día de los enamorados del Corte Inglés, aquí es la exaltación del Amor en sus múltiples facetas, así que en realidad es el día del amor y la amistad.

Todo el mundo se felicita, y lo celebra con picaderas, bomboncitos y otros regalos. Como son muy afectivos, este día aprovechan para serlo mucho más, y lo celebran, como en todas las festividades, comiendo. Yo estoy encantado con tantas muestras de cariño. Sólo que a veces llegan a un puntito exagerado, como por ejemplo ir de rojo y blanco a la escuela, mandarse mensajes de exaltación amorosa, y otras vainas similares que aún estoy descubriendo.

Está bien quererse y dejarse querer, así que hoy exploto mi vena sentimental y salgo a abrazar a todo el mundo. Esa suerte van a tener! Que tiemble La Romana.

Feliz día para todos, a los que quiero y a los que me quieren (o me han querido alguna vez)




domingo, 10 de febrero de 2008

Apagones

En el primer mundo, cuando se te va la luz no eres nadie. Buscas velas que no encuentras, cerillas que se esconden, hasta la luz del móvil parece mortecina. No puedes hacer nada más que esperar, pues sabes que antes o después (sin demasiado tardar) volverá la vida. Y, aunque uno trata de que no se le note, la excitación de la novedad te produce como un poco de risa. Es una situación extraña, como irreal.
Aquí es una situación corriente y habitual. Y no produce ni risa ni excitación, sino indignación (para el recién llegado) y luego resignación (para el que ya se hecho a la idea), como un sentimiento de indefensión que te da vueltas en la cabeza hasta hacerte sentir idiota. El mundo no se para, el mundo parece SER sin luz. Cada día se va unas horas, en época mala suele el parón suele ser de hasta 8h. Hay días que va y viene, como la misma esperanza de que esta vez sea la definitiva. Y los aparatos eléctricos celebran estos desajustes de tensión con suicidios colectivos.
En casa tenemos suerte, disponemos de una planta eléctrica que nos salva a nosotros, a las monjas, a la iglesia y al dispensario (que, como otros centros médicos, no tiene medidas de emergencia: cuando se para, se para y punto). Pero esta planta consume un huevo de combustible, y éste está por las nubes. Así que la política de austeridad que llevamos en casa (de vida pero sobre todo económica) nos suele imponer que la encendamos lo justo.
Insisto, somos afortunados. El resto de mundo se para completamente. Y la gente lo vive con tal normalidad que aprovechan para sentarse en la puerta de casa para hablar un ratito, o sencillamente acostarse, sea la hora que sea.
Con una política energética tan nefasta, cuesta entender que sigan votando al mismo gobierno, pero es así. Más aún, han pasado gobiernos de distintos colores y a cada cual peor en este tema. Se justifican alegando que hay mucha gente “enganchada” ilegalmente a los cables de la luz (esto es cierto e innegable) y que el sistema no puede soportar este fuerte sobrecarga, con lo que debe economizar unas horas sin dar servicio. En definitiva, al final queda flotando en el ambiente la sensación de que esto sea así ya para siempre. Así que al final reina el “jódanse, y no chillen” (como decía la monja de “Un lugar en el mundo”).
Cuando uno tiene la suficiente lucidez para salir de su inopia, y razonar que tal vez esto no tenga porqué ser así, que es una situación injusta y fea, llega pronto a la conclusión de lo difícil que se le hace a este pueblo tirar p’alante.

[Foto de un apagón]

sábado, 2 de febrero de 2008

Las fotos que no haré

Me da mucha vergüenza hacer fotos. La gente no es un animalito que ver, ni está en el zoo ni es un paisaje curioso. No soporto a los turistas tratando de sacar el negrito más mono para enseñar a sus amigos. Pero es cierto que una forma de enseñar la realidad es ésa. Y, gracias a ello, luego puedes poner imagen a lo que explicas, y acercar a la gente un poco más a la realidad tal y como es. Yo trato de hacerlo discretamente, aunque en cuanto los nanos detectan una cámara cerca, posan cual modelos de revista, tan contentos ellos, y eso te quita cualquier sentimiento de culpa.
Pero hay fotos que no creo que pueda (ni deba) nunca hacer.
Esta mañana he estado en el Centro Penitenciario de La Romana (o en otras palabras, la cárcel), con el grupo de la Pastoral Penitenciaria. El primer sábado de cada mes les llevan la comida en unas ollas gigantes. En cuanto llegas ya percibes el cúmulo de gente, una clara sensación de multitud, de hacinamiento. Y esa es la foto para explicar. Una reja 3x2, llena de brazos saliendo, estirados, pidiendo pesos, increpándote. Las caras entre los barrotes, llamándote, "eh!, sh!", "¡Rubio!", "¡Español!", y tú como su única posibilidad de interacción con el mundo allá afuera, "Dame 10 pesos", "Dame tu reloj". Curiosamente, la petición más generalizada fue de rosarios, cosa que a mí ya me acabó de descolocar.
Les repartimos la comida por la apertura, y poco más. Pero ese ratito fue suficiente para entablar unos breves diálogos con ellos, e interactuar aunque a veces fuera sólo visualmente. Buena gente, me pareció. "Yo maté a un tipo que pegó a mi madre", me contaba uno. Dentro, una fila de presos esperaba recibir su ración con evidente ansiedad. Las condiciones en las que estan saltaban a la vista. Me cuentan que dentro las habitaciones son de 200, hay un colmado, una farmacia y hasta una iglesia. Y mafia, mucho negocio de cualquier cosa, incluso para alquilar colchones.
En el piso de arriba, las mujeres miraban desde el balconcito. Se turnan los tiempos para no coincidir, obviamente.
Eso fue lo único que hicimos esta mañana, aunque otros dían van a compartir con ellos un ratito más. Desde mi forma de entender, algo de asistencialismo no viene mal, mientras sea en momentos puntuales o suponga una entrada a algo más. Pero este es otro debate.
Yo de momento guardo la foto en la cabeza, con la firme intención de volver.

viernes, 1 de febrero de 2008

De libros

“Tenía ganas de abofetearla, de sacarla del Café a puntapiés, de hacerle todo el daño físico y moral que un ser humano puede hacer a otro, y, al mismo tiempo, gran imbécil, tenía ganas de tomarla en mis brazos, acariciarla y besarla. Me ponía los pelos de punta imaginar que ella pudiera leer mis pensamientos.”


Ayer acabé la lectura de “Travesuras de la niña mala”, de Vargas Llosa, libro que recomiendo. Es todo un viaje en el tiempo y en la psicología de dos personajes que van construyendo una historia de amor en común, con tanto placer como sufrimiento, con tanto cariño como odio.
Me resistía a avanzar, así que lo administré con tranquilidad, consciente de que antes o después iba a terminar. Pero bueno, ça y est.
Después de acabar "El libro de los abrazos" de Galeano, que me masajeaba cada noche hasta las mismas entrañas, me sentí desnudo, indefenso. Pronto encontré el calor de esta historia, llena de matices escondidos en un relato aparentemente sencillo. Ahora me vuelvo a quedar huérfano. Aún así, confío en volver a encontrar el camino.