domingo, 10 de febrero de 2008

Apagones

En el primer mundo, cuando se te va la luz no eres nadie. Buscas velas que no encuentras, cerillas que se esconden, hasta la luz del móvil parece mortecina. No puedes hacer nada más que esperar, pues sabes que antes o después (sin demasiado tardar) volverá la vida. Y, aunque uno trata de que no se le note, la excitación de la novedad te produce como un poco de risa. Es una situación extraña, como irreal.
Aquí es una situación corriente y habitual. Y no produce ni risa ni excitación, sino indignación (para el recién llegado) y luego resignación (para el que ya se hecho a la idea), como un sentimiento de indefensión que te da vueltas en la cabeza hasta hacerte sentir idiota. El mundo no se para, el mundo parece SER sin luz. Cada día se va unas horas, en época mala suele el parón suele ser de hasta 8h. Hay días que va y viene, como la misma esperanza de que esta vez sea la definitiva. Y los aparatos eléctricos celebran estos desajustes de tensión con suicidios colectivos.
En casa tenemos suerte, disponemos de una planta eléctrica que nos salva a nosotros, a las monjas, a la iglesia y al dispensario (que, como otros centros médicos, no tiene medidas de emergencia: cuando se para, se para y punto). Pero esta planta consume un huevo de combustible, y éste está por las nubes. Así que la política de austeridad que llevamos en casa (de vida pero sobre todo económica) nos suele imponer que la encendamos lo justo.
Insisto, somos afortunados. El resto de mundo se para completamente. Y la gente lo vive con tal normalidad que aprovechan para sentarse en la puerta de casa para hablar un ratito, o sencillamente acostarse, sea la hora que sea.
Con una política energética tan nefasta, cuesta entender que sigan votando al mismo gobierno, pero es así. Más aún, han pasado gobiernos de distintos colores y a cada cual peor en este tema. Se justifican alegando que hay mucha gente “enganchada” ilegalmente a los cables de la luz (esto es cierto e innegable) y que el sistema no puede soportar este fuerte sobrecarga, con lo que debe economizar unas horas sin dar servicio. En definitiva, al final queda flotando en el ambiente la sensación de que esto sea así ya para siempre. Así que al final reina el “jódanse, y no chillen” (como decía la monja de “Un lugar en el mundo”).
Cuando uno tiene la suficiente lucidez para salir de su inopia, y razonar que tal vez esto no tenga porqué ser así, que es una situación injusta y fea, llega pronto a la conclusión de lo difícil que se le hace a este pueblo tirar p’alante.

[Foto de un apagón]

6 comentarios:

eva dijo...

Me ha encantado la foto!!!

Au

Anónimo dijo...

Qué tal por la capital?..recordaste tiempos"pasados" urbanitas..o no es pa'tanto?? Ya sabes quien me lo chivó;)..te dió los achuchones q le encargué?..anda que..hago un "exceso".. pa hablar con el alonso!! Te llegan mis mails? Yo insisto:te seguimos echando de menos. Un abrazo de javi y de mi..lo que quieras guapetón!!
pd: oyes majete..q en la foto no se ve na ;)

Monto.- dijo...

Esto del apagón no será una excusa para ...

Anónimo dijo...

como dice el lema de Leonel por el vernao pasado: es p’alante que vamos.
Un beset.

esteldenadal dijo...

Hi brother!

;)

teresa dijo...

Entre la foto tan dicharachera que has mandado y el tiempo tan gris que hace por aquí,dan unas ganas de meterse en la cama...!
Menos mal que mañana me voy a Granada!
Un besote grande!!