jueves, 25 de diciembre de 2008

Ojos

Hoy os regalo los ojos de un niño de Cumayasa, tal y como me los regaló él a mí. Seguid haciendo feliz esta Navidad.


Os regalo también un poco de la música que se oye por aquí, o de la que oigo yo, o un poco de todo, para que os vayáis ambientando. No significa que sea la mejor ni la más bonita, sólo es una pequeña "banda sonora" de algunos de mis momentos. La he puesto en la parte derecha, en un cuadro que se llama "Música". 
Y aprovechando el despliegue musical, añado otra carpeta con grabaciones. En particular, he subido un trocito del ensayo de villancicos del coro Apocalipsis. Sonaban muy bien, pero era en la parte de atrás de Casa Betania, y a las 11 de la noche ya andaba algo saturado de peces y ríos... 

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Feliz Navidad

Trataba de pensar una frase perfecta y redonda, pero no será necesario. 
Sed felices y vivid alegres. Que se haga presente el Señor en nuestras vidas y nos cambie para siempre, haciendo revivir lo que estaba mustio. Y podamos regalar esta vida nueva en todo lo que hacemos y decimos, en lo grande y lo sencillo.



martes, 23 de diciembre de 2008

Sentimientos bien

Estaba dándole vueltas a las cosas que iba a poner en este blog. Son muchas desde que llegué de Valencia, y pocas las que he contado. Se me apelotonan en la cabeza y a la hora de darles forma no consigo encontrar por dónde empezar a tirar del ovillo. Cada día trae sorpresas, cada semana se diferencia de la anterior, pero en realidad son cosas tan pequeñas que no merecen ser contadas, sino sólo ser vividas. Así que puede dejar de leer este blog quien espere acontecimientos, eventos culturales o actividades fantásticas.
No soy el portento de la memoria, ni de los resúmenes minuciosos. Me pierdo en conclusiones enrevesadas y en razonamientos cargados. Hoy me siento sentir pequeño.
En estas "cosas pequeñas", hay algunas que me han hecho sentirme bien. Lo podemos dejar en sentimientos, aunque a veces alguno de ellos se cuele más abajo de la epidermis y se me filtre en las venas. Por ejemplo, cuando al acabar el último campamento conjunto (de todos los campos) en San Eduardo, un niño se acerca, tan espontáneo él, a darte las gracias de lo mucho que le ha gustado. Y te mira y te perfora con esos ojos pequeños, y no sabes qué contestar por estar fuera de juego.
Me hace sentir bien cruzarme con los limpiavidrios del semáforo, que se alegran de verte y tú también a ellos aunque el único vínculo que nos una sea la espera en rojo, que se pelean por limpiarte el cristal sólo por darte gusto, porque saben que no les vas a dar nada. 
O cuando arrastras hacia el congelador de las vecinas madres escolapias, junto con el P. Javier, una bolsa de 28 pollos congelados que el Gobierno da a la Iglesia para repartir en estas fechas, y mientras te debates entre el asistencialismo y la necesidad real miras al Padre Rector medio descamisado sudando pollos (un ejemplo cotidiano de religiosos y laicos trabajando juntos). 
Me hace sentir bien ver a los jóvenes del "Calasanz nos une" fajándose y creciendo, tratando de organizarse y nadar a contracorriente en esta sociedad desorganizada, aunque muchas veces les cueste vencer su propia desidia. Disfruto con ellos, en sus momentos de inspiración y también en los de distensión. Me alegra ver a los jóvenes de La Puya con ganas de hacer y aprender, a pesar de la apatía de los domingos por la tarde y la contaminación acústica de la vecina iglesia evangélica. Por eso me hacen sentir bien los constantes viajes a la capital, aunque no siempre me apetezcan.   
Me sentí bien entrando en la Fortaleza (por primera vez) a celebrar la Palabra con los presos, desearles una buena Navidad y hablar un poco con ellos, entre la desconfianza y la tranquilidad, y que algunos me echaran en cara la poca frecuencia de mis visitas. 
Me sentí bien haciendo tarjetas navideñas de algodón y escarcha con los niños de Mª Trinidad Sánchez (y antes en las bibliotecas de Cristo Rey y Brisas), mientras sus mamás hacían pompones de lana con una concentración y pulcritud envidiables, y después encantados con Santicló en la sesión de "cine de barrio" (sábana + computadora + datashow + alargadera + regleta). 
Me hizo sentir bien la visita del Pare Francesc (tío mío), P. Rudy y P. Montesinos, en la que sentí que todo seguía encajando, que los proyectos crecían al ritmo de los procesos personales y comunitarios, y que además eran conocidos y reconocidos por los "jefes". 
Me he sentido bien con el fin de las clases y los exámenes, y la sen
sación de descanso que eso supone.

Me siento bien cuando paro de correr, miro un poco a mi alrededor y me doy cuenta de la suerte que tengo. 
Cuando vivo el momento, y los minutos caen un poco más lentos. Cuando miro hacia dentro y soy capaz de abrir las puertas del perdón, de la paciencia y de la paz, que tantas veces permanecen cerradas.   

(Los sentimientos mal, que también los hay, los dejaremos para otro día, que esta noche es Nochebuena)

sábado, 13 de diciembre de 2008

Juguetes y algo más

Continuando con mi racha de suerte, he resultado premiado en el concurso de fotografía que organizó la Asociación de Antiguos Alumnos del Colegio Calasanz. Mandé una foto de cuando se repartieron los juguetes en Cumayasa el año pasado, y parece que gustó.
Ahora me han pedido que mande unas líneas de explicación de las circunstancias de la foto, así que también aprovecho para ponerlas aquí. Espero que no les moleste.



Cumayasa es lo más parecido a la Sabana africana que hay por estos campos de La Romana. En lo que ayer fue un batey, vive ahora una comunidad sencilla y alegre, superando con optimismo los apagones constantes de luz o la escasez de trabajo precario o estable. En esa comunidad se construyó hace bien poco una capilla nueva, de la que los lugareños se sienten bien contentos. Y funciona desde hace un tiempo la Biblioteca Calasanz (de la red de bibliotecas del Proyecto "Calasanz nos une") como sala de tareas y lugar de consulta de libros.
Fuera de la escuelita, los niños pasan la mayor parte de su tiempo en los caminos, jugando con cualquier cosa y matando el rato a pedradas. Por eso, la llegada de los Reyes se vive con tanta expectación como ansiedad.
La foto fue tomada el 5 de enero del 2008, cuando les llevamos los juguetes que Sus Majestades habían hecho llegar (a través de los contenedores de Valencia) a Cumayasa.
Esa mañana se convirtió en un alboroto de alegría, nervios y ganas de probar los nuevos juguetes. Y yo tuve la suerte de estar allí para verlo, y poder captar con la cámara un pequeño retazo de la ilusión que ellos también me regalaron a mí.


domingo, 7 de diciembre de 2008

Viviendo la lentitud de las prisas

Desde que llegué han pasado muchas cosas, y a la vez ninguna. Mi vida ha cambiado la serenidad de la vuelta por la agitación y el ritmo frenético del día a día. Después, periodo de calma absoluta, de estar en paz con el mundo y conmigo, de armonía de los sentidos, de ver la perfección de todo cuanto me rodea. Y justo después, otra vez a correr, a la ansiedad de las cosas por hacer en la soledad de la ducha de la mañana. Ahora de repente cansado y apático, sin más visión de mañana que las teclas de mi portátil.
No sé con qué momento quedarme, pues no caben en este blog, sino en mi pequeño corazón de lánguida memoria y momento presente.
Me muero de sueño, mañana más.
 

sábado, 6 de diciembre de 2008

Invierno de ida y vuelta

Para quienes aún no lo sepan, estuve una semanita de viaje en
 Valencia, hace ya como dos semanas. 
Fue una visita estupenda, que me vino muy bien anímica
mente hablando (que no económicamente, la verdad). Estuve disfrutando en compañía de gente que quiero, "mi gente" que dirían aquí, con la que hacía tiempo que no compartía un rato de conversación y tranquilidad. Aunque bueno, tranquilidad más bien tuve poca, pues me pasé la semana entera corriendo de un lado a otro y con algo de stress de no poder hacer todo lo que había previsto.
Estuve de boda, Mónica y Ximo se dijeron que sí, y yo puder verlo en directo. Estuve en familia, la abracé, toqué y me dejé tocar. 
Fue un gusto poder explicarme, compartir este tiempo nuevo lleno de experiencias. Me ayudó eso a objetivar, mirar este año desde otra perspectiva. Disfruté también viendo a los "niños nuevos", y a los no tan nuevos pero bien crecidos, y me lamenté del tiempo que pasa y en el que no voy a poder tocarles las orejas a todos. Me paseé por el centro, abrí bien los ojos y observé las caras de la gente, tan linda, tan moderna. Pagué para sacar mi coche de la grúa, ¡200 € que son 10.000 pesos! Comí los platitos de siempre aquí y allá, cogí el autobús, me ahogué en noticias de crisis, me puse jersey y chaquetón.
Y llegué a la Fnac y me descubrí sin ganas de comprar, sin necesidad de consumir. Y me sentí por por primera vez muy raro, como extraño en casa. 

(En las fotos, una de boda y Laia, una de las pequeñitas que aún no conocía, hermana de mis ahijados. Pa' comérsela enterecita)

Tras la oscuridad

... llega un poco de luz. Miles de disculpas por haber tardado tanto. Me he ido, he vuelto, he empezado de nuevo a correr y creo que hoy ya me siento un poco más tranquilo. Así que os cuento un poco más en la siguiente entrada.
De regalo, una foto de mi gato de hace como dos meses. Es mi eficaz remedio contra las ratas.


viernes, 7 de noviembre de 2008

En la oscuridad

Casi todos los días, desde hace dos semanas, me levanto con una blasfemia en la boca. Muchos de esos días, me he acostado además con ella.
Y es que estamos de apagones, horas interminables de oscuridad, especialmente cuando más necesitas alumbrarte, a la hora de hacerte la cena, limpiar la casa, prepararte las clases del día siguiente o de consultar tu correo.
Los apagones no son fortuitos sino intencionados. Me imagino la cara del tipo que levanta el braker y nos sume en las tinieblas, y lo quiero matar. La razón es la de siempre, el sistema eléctrico nacional no puede asumir los impagos y las deudas de la gente que se "engancha" a otros de gratis. Pero más aún, la deuda energética que el Estado tiene con la empresa es al parecer brutal. La consecuencia es que la empresa eléctrica no puede asumir el coste del combustible para generar electricidad, ni el mantenimiento de las plantas generadoras. O sea, tu Gobierno no paga, y tú, que pagas religiosamente las facturas, eres víctima de cortes arbitrarios y no programados. Estupendo.
En un país primermundista, las denuncias a las eléctricas harían visible la indignación ciudadana desde las primeras planas de los periódicos. Saldría inmediatemente en la tele y se les caería el pelo. Aquí... no se inmuta ni Dios. Ninguna manifestación, escasísimas referencias en los periódicos y absolutamente ninguna movilización ciudadana. ¿Que a uno se le va la luz? Se acuesta y hasta mañana. ¿Que vuelve? Un aplausito y a seguir con la vida.
Más resultados colectivos: disturbios callejeros y violencia nocturna. En la noche, unos cuantos descerebrados pegan tiros, queman neumáticos, rompen botellas y, atención, tiran piedras a todas partes. Se podría pensar que es a la planta eléctrica, a algún jefe o así, pero no, es a otra gente, a la casa de un vecino, a un coche que pasa... Es como que tienes ganas de tirar una piedra, y dices ¿a quién?, ah no sé, yo la tiro...
Gilipollas.
Total, que la pobre gente, que nada tiene que ver, tiene miedo de andar a última hora en la calle por si le cae un botellazo o en el colmo de la mala suerte se come un tiro que no iba con ella. No exagero, ya son varios los que han muerto por balas "perdidas".
Obviamente, este problema, además de a la gente, afecta a los negocios, a los que se les impide prosperar. En la gomería (a la que voy casi dos veces por semana a llevar la guagua), me han despachado a media tarde con un "no tenemos luz". ¿Cómo va a salir este país adelante con una rutina semejante? También en la Nocturna nos echaron antes por miedo a encontrar problemas.

Las consecuencias son muy variadas, es difícil cuantificar los efectos psicológicos y las pérdidas de las empresas, tanto de clientes como de daños a equipos para los que es imposible el derecho a reclamación. La impotencia ya se ha instalado como un cáncer en este pueblo, que se me presenta cansado y acostumbrado, aceptando su destino. 
Ésa también es parte de la pobreza por cambiar.


lunes, 27 de octubre de 2008

Navidad caribeña

Dicen por aquí que octubre ya es casi casi Navidad. De hecho, la Navidad dominicana es de octubre a febrero, según dicen, pero yo he constatado que el mismito 1 de enero ya están arrancando a toda prisa los adornos que desde ahora empiezan a poblar las casas. Y es que de ilusión también se vive.
El centro comercial por excelencia, JUMBO (que viene a ser el Carrefour dominicano, un oasis para el turista de limpieza y orden al estilo primer mundo), tiene ya pasillos repletos de estantes con ornamentos de todo tipo, árboles, bolas y decoraciones, en un despliegue de barroquismo repetido anualmente. En las casas la gente ya saca sus ristras de bombillos llamativos, y la noche empieza a vestirse de destellos intermitentes.
En medio del calor caribeño, este sentir festivo se me antoja como fuera de lugar y de tiempo, anacrónico. Y, sin saber muy bien por qué, se me cuela en el cuerpo un sutil desasosiego vital.

domingo, 26 de octubre de 2008

Un año o más

Hoy, 26 de octubre, se cumple el primer año de mi llegada aquí. 
Es increíble, la sensación que sigo teniendo es de que llegué ayer. Pero no sólo en mí, sino en toda la gente que me rodea, la pregunta es la misma: ¿ya? Pues sí, hermanos, ya se ha completado un ciclo. Y es que el tiempo corre. 
Al principio los días eran lentos y las horas no encontraban su hueco en el engranaje pesado del tiempo. En noviembre traté de ubicarme, de llenar mi horario de cosas y de repente llegó Navidad, nueva, distinta y rara. Las clases en enero me sacaron de la ponzoña y surgieron las actividades como hierbas en el jardín. Empecé a comprender que estaba equivocando las conclusiones, e hice borrón y cuenta nueva. La vida fue cogiendo velocidad, y de repente el tiempo era un tren desbocado, incontrolable. Llegué justo para prepararme para Pascua, y de nuevo parón y acelerón. Estando en el intento de control, llegó el verano de sorpresa, y pasó como una apisonadora alterándolo todo, y queriendo esperar al siguiente. Calma, calma, me decía.
Septiembre llega y el curso me pilla con el uniforme por lavar y amigos que atender. Por fin con octubre la vida se instala en la rutina y avanza, llenando de detalles cada semana.

El balance es bueno, aunque posiblemente mejorable, como todo. Me encuentro bien, con ilusión. He hecho de este lugar y esta gente mi sitio. Vivo con planes de ahora, de luego, del mes que viene, del curso. 
Mañana Dios dirá, pero al menos hasta aquí hemos llegado. Toco mare.

domingo, 12 de octubre de 2008

Y venga la fiesta

Esto es una novedosa experiencia de narración en tiempo real.

11:30. Empieza a juntarse la gente. Y, claro está, empiezan a comer.

11:45. Arranca la música y con ella el cacao. A ver si hago el recuento. Viene a ser: arroz blanco o con guandules (lo que se llama “moro”); pollo horneado; sancocho (que es un cocinado como nuestro “puchero” a base de carnes varias, patata y otras verduras); habichuelas con dulce, y algunos tipos de carne que no logro calificar. Además, para regar todo esto, bebidas no alcohólicas como piña colada (sin ron) y refrescos varios (entre ellos, Kola Real – que es una pseudo coca-cola más barata-, refresco de uva y lo que llaman “rojo”, que es como un jarabe con gas, triunfador de todos los encuentros que se precien).

Este menú, anunciado a grito pelado y con un fondo de música merengosa, o religiosa, o merengoreligiosa, se podría considerar la banda sonora de una kermesse. Las kermesse aquí son el pan de cada día, y no hay fiesta patronal, semana de festejos o evento cultural de renombre que no tenga al menos una, y a veces dos. Suelen tener como fin recoger dinero para algún fin concreto (o como fondo económico), pero al final no es más que una excusa para comer y beber, que es, junto a la música, lo que más le gusta a los dominicanos. Esto lo explicaré otro día, la influencia de la comida y la bebida en la gente, es mucha y poderosa.

Este jolgorio discurre a 10 metros de mi casa. Es lo que tiene vivir en el mismo recinto de la Parroquia. Estamos en las fiestas patronales, que acaban mañana (han durado toda la semana), y hoy domingo es el plato fuerte de la kermesse. Suele durar todo el día, y es bien bullosa y divertida, porque te encuentras con la gente, te paseas de aquí para allá, comes, saludas a otra gente, vuelves a comer, participas en algún  concursito, te haces un dómino y comes de nuevo. La de hoy es bastante sencilla, pues muchas veces hay distintos tipos de concursos, alguna zona de baile, comidas tradicionales, tómbolas y venta de objetos de segunda mano.

En principio, una kermesse es para gozarla. Pero cuando tienes 200 exámenes y 66 trabajos por corregir, se puede volver contra ti para convertirse en un verdadero infierno. Así que yo hago correr la tinta de mi lapicero rojo mientras hago un ejercicio de respiración y autocontrol.

12:20. Anuncian el concurso de dómino. Si constatamos el poco éxito que estoy teniendo en la corrección, creo que sería una más acertada forma de pasar el rato. Mantengo la calma invocando a mi karma, que parece haberse ido a echarse unos bailes.

 13:00. Después de un rato de correcciones, salgo por fin a unirme a la masa festiva, porque tengo hambre y sueño. Los exámenes pueden esperar. Además, empiezo a estar desquiciado. Busco qué comer, y me pierdo en el mar de ensaladas de pasta, arroces y sancochos varios, que poco después disfruto junto con algunos de los jovencetes de la parroquia. Y como no hay comida sin siesta, unos minutos después ya estoy en mi camita, para disfrutar de la siesta de domingo.

14:00. Me levanto malhumorado, no he podido dormir con tanto grito de números vociferados. La doña del micro disfruta dando gritos, que combina con canciones. Ese bingo echa humo. Un café y a los exámenes.

14:40. Dios mío, cómo es posible disfrutar tanto cantando números.

15:30. Avanzo a duras penas, y tengo la cabeza como un tambor que repica respuestas vagas y rebuscadas a preguntas concretas y sin dificultad. Aunque el nivel sonoro ha descendido de forma apreciable, sigue habiendo gente comiendo y jugando, y yo aquí dentro sufriendo.

16:30. Ya no puedo más, y decido hacer el descansito de media tarde. Me voy para allá, me pido un jugo de chinola y me entrego al juego, que la vida son dos días. Me compro cartones de bingo como para pasar la tarde entera. Es bien divertido un  sencillo bingo de domingo, aunque la suerte no me acompañe.

Hay unas pequeñas nubes en el horizonte.

17:00. La gente empieza a comentar que va a caer una buena, y a mí me parecen avisos alarmistas. Unos minutos después, confirmando los peores pronósticos, empieza a caer un fuerte chaparrón, la gente huye despavorida (otro día hablaré del efecto de la lluvia en los dominicanos), yo recojo mis cartones de bingo y me refugio en una de las casetas y, aunque la puerta de casa está a 30 pasos, allí me quedo, lamentando mi mala suerte.

Quince minutos después la lluvia ha cesado por completo, pero no queda ni un alma en las inmediaciones de mi casa. Me he cambiado, se me ha ido el sueño y el mundo fluye en paz tranquilidad, y es entonces cuando yo, frente a la mesa poblada de exámenes en rojo, celebro mi bendita buena suerte. 

  

martes, 7 de octubre de 2008

De vuelta

De nuevo en casa.

Estoy bien contento de estos días de semidescanso mediotrabajo, de conocer los lugares escolapios de Nicaragua, tantas veces comentados en conversaciones, para tratar de encontrar semejanzas y diferencias en el aspecto educativo no formal. Me ha servido para hacerme una idea más global del trabajo de los escolapios, y de sentirme posiblemente más parte de ese conjunto. Porque sigo constatando que los diferentes lugares andamos por distintos pasillos de la misma casa de la educación integral de niños y jóvenes. Encontrarnos pues en la cocina,  hacernos unos cafés y charlar un rato, sin preguntarnos si somos religiosos o laicos, se convierte en un placer para los que tenemos el mismo tema de conversación.

Nicaragua es un país sencillo, herido y cansado, y sus gentes me resultan cercanas y serenas, acostumbrado a los excesos (para lo bueno y lo malo) de los dominicanos.

En León he disfrutado de una obra muy popular, inevitablemente marcada por la presencia de Sutiava ante la puerta del Colegio, como el niño que espera para entrar a clase. El colegio imprime carácter, la casa de Comunidad es amable y fresca, pero vengo contento con la revitalización del Centro Cultural, el nuevo auditorio y la nueva casa de voluntarios, así como todas las posibilidades que esto ofrece a la educación no formal.

Managua es otra historia. Difusa en todo y en parte, aguanta como puede superando el pasado. El colegio resulta cercano en un entorno abierto, y la Comunidad (variada y cercana, en la que ya se encuentra mi hermano) vive dedicada a él, y ajena a lo demás porque realmente no necesita nada más.

 Por lo demás, sigo disfrutando como un loco de los aeropuertos, y mucho más en soledad. De pasear, de la eterna pulcritud de las tiendas, de los bien colocados que están los productos en los estantes, de lo bien que huele todo, de querer gastar sin tener, de sentirme controlando la situación, de ver gente arrastrando maletas llenas de historias, entre prisas, cansancio o desconcierto. Esto no justifica el billete, pero para mí supone un secreto aliciente.

Estos días me han servido para desconectar y ver mi trabajo de aquí con la perspectiva que da la distancia. Se muestra todo con más claridad, el objetivo, los medios, las dificultades. Y se convierte en fundamental la necesidad de estar siempre enfocando el rumbo para no desenfocarme en la inmensidad de minucias del día a día.

Y así fue cómo aterricé en la vida real.

Lo bueno, que el tiempo ha cambiado un poco y refresca más, y que en San Eduardo estamos de fiestas patronales.

Lo malo, la plaga de mosquitos (que después de las lluvias están más jodones que nunca); el renacer de la invasión de cucarachas (que pensaba exterminada para siempre); la posibilidad de tener un ratoncito en algún lugar de la despensa (según las huellas fecales que ha dejado); la imposibilidad de tener internet de forma estable y continuada; un nuevo pinchazo de rueda de guagua; la señal del celular ha desaparecido y no puedo llamar ni recibir; la habitual música del colmadón a todo volumen hasta las tantas de la noche; la compra por hacer; las clases, la pila de exámenes por corregir, las nuevas por preparar y las notas por poner.

En fin, lo de siempre, minucias del día a día…

viernes, 3 de octubre de 2008

Managua

Llueve en la difusa ciudad de Managua, en un invierno cualquiera. Y yo, como ella, ando también a medio perfilar, como brumoso, con los pies fríos. Me cuentan que en verano (de diciembre a junio) hace un calor de espanto, aunque no tanto como en León. Ahora es más fresco, tanto que me pilló desprevenido y ando aún medio pensando en los calores prometidos. Al final, eso de que aquí siempre hace calor es una leyenda urbana, como aquello de que en La Romana nunca llueve, y yo salí de allí hace diez días bastante inundado. Cosas del tiempo, o de las leyendas urbanas.

La ciudad, que vive a 11 km del colegio, fue brutalmente sacudida por el terremoto del 72, que causó destrucción y desánimo. Quienes lo cuentan afirman que el piso se movía ondulando como olas del mar, en sacudidas violentas, en las que la tierra se manifestaba de forma muy evidente. Y el ser humano se sentía muy poca cosa. Así, Managua entera se vino abajo y, estremecida, se dispersó arbitrariamente en edificios pequeños, que hoy en día le dan un aire de difusión y poca coherencia. Es extraña esta capital sin orgullo, dolorida y perdida, que se esconde para no ser descubierta.

El Colegio de los escolapios, situado en pleno centro, fue víctima del desastre. De él no quedaron más que ruinas, muertes (la de un religioso) y heridas graves en otros de ellos. Así que, tratando de emerger de nuevo sobre una tierra inestable y protestona, fue edificado en los 80, alejándose del centro y para elegir un nuevo nido entre brumosas montañas y campos verdes. Hoy en día es un conjunto de módulos de una planta arropados por una extensa arboleda, caminos adoquinados, montículos de césped y algunos coches, que vive ajeno al paso del tiempo. El conjunto tiene un extraño aire de intemporalidad.

Estos días, que serán pocos, vivo en el colegio, descansando sin grandes pretensiones. En breve vuelvo a casa..

martes, 30 de septiembre de 2008

León


Polvo y piedras en las calles de Sutiava. Una iglesia de piedra vieja vigila la plaza, donde duerme un caballo y otros dos conversan de nada. Se mueve el tiempo en bicicleta, que van lentas, sin prisa. Pasan dos, tres, en todas direcciones. Pasa un caballo que tira un carro con leña, y dos personas sobre él que miran sin ver bajo el sol de las once. Pasa un autobús vestido de marrón abandono. Y paso yo, buscando mi sitio.

En medio de estas calles de León, se yergue el Colegio Calasanz, un edificio en tres plantas, un elefante cansado y lento, que duerme y sueña con tiempos pasados de esplendor. Porque el colegio conserva tímidamente esa altivez que indudablemente tuvo en los sesenta y setenta, cuando era internado y colegio de prestigio. Pero con la guerra y el gobierno sandinista, sumida León en una profunda crisis, fue cayendo lentamente en la dejadez y el abandono, hasta que desde hace bien poco se está tratando de revitalizar y devolver a lo que es, una obra educativa popular dedicada a la transformación social de esta parte de León, mediante la educación de niños y jóvenes. El colegio tiene esa elegante decrepitud de los palacios abandonados de Budapest.

León, por su parte, vive ajena a este envejecimiento unas muchas cuadras más para allá. Bañada en colores de ciudad colonial, parece afrontar su día a día con sencillez pero sin un excesivo pesimismo, aunque los semblantes son mucho más serios y, diría, contritos que los que encuentro en Dominicana. El nica parece mirar para adentro, parece cansado de conflictos y gobiernos decadentes, parece necesitar calle de la de pasear. En la ciudad se entrecruzan calles de casas con tejados discretos con paredes blancas y coloreadas. Se mezclan universitarios con venta de comida, y monjas que buscan asueto tomándose un jugo en el mercado con hombres sentados en mecedoras, que esperan y esperan.

Aparte de este fugaz paseo, mi tiempo vive en el recinto del Colegio, pues el objetivo es conocer esta obra popular. Junto al colegio, es fundamental el papel que toma el Centro Cultural (antiguas instalaciones de un Instituto Agrario), que es al mismo tiempo ludoteca, sala de tareas para todos los cursos de primaria y lugar de encuentro de jóvenes en busca de computadoras, juegos y oración. Además de un aula para el refuerzo escolar de cada grado, tienen locales el grupo de voluntarios, que funcionan también con formación y campamentos con los niños, y la Comunidad Juvenil, que es un grupo de muchachos que comparte espiritualidad escolapia, formación y oración periódica. Trata entonces de ser un centro juvenil, y digo que trata porque en estos momentos parece estar viviendo un nuevo florecimiento, tras ser recuperado el Centro de las garras del tiempo y el olvido.

La idea es poner en común el Proyecto “Calasanz nos une” de educación no formal, y participar también de la vida de este Centro como motor de actividades educativas y culturales. Yo trato de aprender de otra forma de trabajar que, aunque similar, tiene sus peculiaridades, y de aportar también las nuestras propias para construir algo bien fuerte entre todos, sistematizado y coherente. Que la educación pueda llegar en múltiples formas y colores a quienes más lo necesiten.


miércoles, 3 de septiembre de 2008

Lluvias y bailes

Siguen por aquí los días plomizos, en diferentes tonalidades de gris. Cuando llueve, lo hace con rabia, como desquitándose de unas ansiadas ganas de actuar. Lleva casi tres días sin parar.
Según las noticias, son los efectos del huracán Hanna, que parece haberse cebado con Haití y aquí ha dejado verse con un poco más de piedad. Por las noches, cuando el agua repica con furia en en tejado y me despierto intermitentemente, pienso en las casas de zinc donde el ruido es ensordecedor y el agua se cuela por goteras invisibles, y me vuelvo a sentir afortunado. Y me vuelvo a dormir, seguro y seco.
En los pronósticos aparecen dos huracanes más, Ike y Josephine, que saludan desde la distancia.
De momento, para espantar estos vientos, traigo otros, los suaves y divertidos que vivimos en el batey hace unos días. O diría mejor "revivimos", pues tanto esta última vez como la anterior con los voluntarios, fueron dos momentos de encuentro con risas sinceras, ojos curiosos y manos abiertas. De los de guardar egoístamente para uno mismo.
Es previo a la proyección de una película, en el que para hacer tiempo les pusimos un poco de música y, espontáneamente, empezamos a hacer un poco el tonto. Una tontería, pues.

martes, 2 de septiembre de 2008

Otros aires


Me siento y escribo rodeado de un hilo de humo que asciende sin un camino fijo. Me rasco a dos manos y sigo. Huele a humo de espiral antimosquitos, huele a lluvia pesada, pero también huele a casa vacía.


Eva, Lola y Mario se fueron ya, dejando la rutina de los días desprovista de voces, cenas y actividad. Han sido unos días bonitos, viviendo en una comunidad de amigos, compartiendo el día a día, las preocupaciones e inquietudes, los momentos de encuentro y descanso, los pinchazos de goma, los calores y los jugos de Fifa. Me alegro mucho de haberlos vivido con ellos, sin prisas, al paso. Porque si de algo trata el relato de la Romana, de mis días y mis noches, es de cada momento en el que puedo mezclarme con historias ajenas, y hacerlas un poco mías. Todo lo demás, las clases, los campamentos, las bibliotecas, la lectura o el teatro, se queda en poca cosa si pierde a la persona. Y en eso estoy, aunque a veces sea víctima de mis propias planificaciones.
Ahora trato de recuperar la rutina que perdí, de ubicarme. Soy lento, y mucho, y no me siento seguro hasta haber numerado, cuadriculado, fechado y listado hasta el último detalle nebuloso que me ronda la cabeza precisamente cuando me estoy duchando y no puedo apuntarlo.
Hoy se vuelven a mezclar temas fundamentales de programación de actividades o convocar a la gente del "Calasanz nos une", con otros más banales como llenar los botellones y poner la lavadora.
Ya taché "despedir a unos amigos" y ahora procederé con "escribir en el blog algún sentimiento que refleje la vuelta a la rutina, con pena y esperanza, sin caer en los resquicios de tristeza que aún me quedan".

lunes, 18 de agosto de 2008

Y la piel mudó...

Ha sido una ausencia larga pero vuelvo a la carga, poco a poco.
El verano llegó regado en sudores. Y con él, llegaron también los voluntarios españoles, en un grupo de 6, con el objetivo de conocer la realidad dominicana y colaborar en varias de las actividades locales, como los campamentos del Programa de Educación No Formal "Calasanz nos une", los cursos de monitores de campamentos (iniciación y profundización), la escuela de profesores, Programa de Salud...

A destacar la buena marcha de los campamentos. Todo ha ido muy bien, 10 campamentos en todos los barrios de presencia escolapia. Colaborando con los monitores locales, los "españoles" han sabido encontrar el punto justo entre colaborar y darles libertad de movimiento, con unos criterios educativos claros y eficaces. Estoy contento, por lo que supone de nuevos aires y empuje para el proyecto, en el que vamos poniendo piezas entre todos.
Importante fue también el buen ambiente de la convivencia en Casa Betania. La casa Betania es la casa de los amigos de Jesús, y a partir de ahora la de todos ustedes y la mía. Allí me mudé con los voluntarios el día que llegaron, así que hemos ido descubriéndola al mismo tiempo, sus ventajas y limitaciones. Por allí también pasó el grupo de Santo Domingo, con el que compartimos unos días de descanso y turismo.


Y como experiencia de realidad desnuda, los días de campamento en el batey Nigua. Un batey viene a ser como el último rincón de la tierra, allá donde los campos de caña se cansan de existir y el sol es un sol de justicia. En un sistema neocolonial, la gente sobrevive cortando caña y dejando que la vida pase por encima. Allí hicimos un campamento de 3 días, en el que todos disfrutamos de la risa de los niños, la sorpresa de la novedad, los mayores rescatando su inocencia, el cine en la oscuridad de la noche... Todos volvimos con un extraño sabor agridulce.

En general, hemos vuelto a comprobar la exquisita acogida de la gente, de los monitores, de los coordinadores, de los laicos de todas partes... Es evidente el afecto que nos tienen y cómo sus casas y sus brazos se abren sin reservas. Y hemos podido compartir charla y comida con la comunidad de religiosos y con Bea, pues en verano tampoco ellos descansan.
Los voluntarios se fueron el mismo día que comenzaban las clases de Bachillerato en San Eduardo. Aumento unas horas de docencia este año, pero además disfruto del regalo de unas asignaturas como Orientación y Ética que me permiten ser educador, además de profe (¿o nunca debió ser distinto?). Estoy contento y con ganas de prepararlo bien.

Mis días de soledad han sido breves, pues 3 días después de la salida de los voluntarios, coincidiendo con el inicio de las clases, he recibido en casa a Mario, Lola y Eva, tres de los laicos fraternos escolapios que llevan el voluntariado y el servicio en vena, y con los que comparto, junto con Bea, una misma forma de entender la opción por los pobres como misión. Ellos tratan de poner cara estos días a todo lo que ya conocen sobre papel. Y yo vuelvo a descubrir con ellos y con su sorpresa, la intensidad de lo cotidiano.













miércoles, 9 de julio de 2008

Mudando la piel

Así como el lagarto va soltando la piel vieja para dejar paso a la nueva, y en el proceso se queda como medio ciego, así estoy yo también de cambios, como medio aturdido.

Cambio de ritmo. Quería haber contado mi excursión a Constanza con el P. Alberto, en mis minivacaciones de 4 días, pero se me ha echado el tiempo encima. El viaje a esa parte exuberante y fértil del país, la zona de La Vega, estuvo plagado de anécdotas pequeñas, y me supuso en general aire fresco que respirar, paisajes nuevos que observar y un olor constante a ajo. Allá se cultiva de todo, de hecho es el motor hortofrutícola del país. Pero lo mejor fue visitar la Reserva Científica del Ébano Verde, una especie de árbol en peligro de extinción, y ver ríos y cascadas y agua corriendo y gente buena, de aspecto alegre y sereno. Entre otras anécdotas, el contacto con el cura cantante, el baño en pantaloncillos en una cascada perdida, el karaoke surrealista en el Rancho Macaco, y el pesado viaje en la parte de atrás de una camioneta amenizado con las bachatas de desamor, regadas en ron, de un improvisado y bebido acompañante.

Cambio de preocupaciones. Ahora lo que me trae alterado es el inminente Campamento de Verano. Son 2 semanas de campamento con los niños, en 10 de los barrios que llevamos, según el Programa de Educación No Formal "Calasanz nos une". Para colaborar en ellos, llega un grupo de 6 españoles, a los que esperamos con una mezcla de ansiedad y alegría, pues suponen un acontecimiento en esta parte de La Romana. Ellos traen aires nuevos y una buena experiencia y formación para dar un empujoncito más a lo que llevamos por aquí. Se van a quedar en casa Betania, y allí me voy a trasladar yo con ellos, lo que añade un plus de preparación de la casa.

Por lo demás, los voluntarios estarán todo un mes, pues además de los campamentos, estamos montando una semana de curso de monitores (previo a ellos), unos días de Escuela de Verano para profesores, y otros días más en un batey (poblado en medio de campos de caña).

Cambio de clases. Cuando ellos se vayan a mediados de agosto, se da el pistoletazo de salida al nuevo curso, en el que voy a impartir algunas clases más que el año pasado. Sigo con la Orientación, que especialmente me ilusiona en la Nocturna, y cojo alguna más, intentando que eso no impacte a mi labor fundamental, que es esencialmente la No Formal. Parece un poco contrasentido, pero en realidad una alimenta a la otra y al revés.
Y hay algunos cambios más por ahí, visitas, encuentros... en este tiempo de mudanza.
En mi mentalidad que trata de aferrarse a las rutinas y las seguridades para no perder el norte, los cambios suponen desorientación, ésta desemboca en nervios y los nervios en mal genio.
Pero de repente vienen momentos de lucidez (como el que me empuja a actualizar el blog) en los que sólo me sale agradecer a la vida estas continuas posibilidades.
Así que en la serenidad del momento, sigo tratando de agarrarme al suelo como el mismo lagarto.

jueves, 19 de junio de 2008

De lo particular a lo general

Es inútil sacar conclusiones generales. Me niego a viajar de lo particular a lo general.

¿Podríamos decir que siempre que se hace teatro con niños sale bien por el éxito de la primera vez? No, no podría afirmar eso. El viernes, dentro del programa de viernes culturales del Centro Cultural, estrenamos la obra de teatro que había estado preparando con los niños de 5º y 6º de San Eduardo durante 3 semanas. Ellos lo hicieron espectacularmente bien, dirigiéndose al público, proyectando la voz, vocalizando, improvisando en la equivocación. Suponía para ellos la primera experiencia, pero se han quedado con las ganas de más guerra, y eso ya lo vale.

Tampoco podríamos decir que yo sea un pelotero excepcional y con agallas porque le haya dado dos veces seguidas con el bate. Podríamos achacarlo a la suerte del principiante, o a que con 20 niños de Cumayasa en plan observación exahustiva uno como que se pone las pilas. A ver, estilo no tengo, pero darle con el palito aquel y mandarla bien lejos, ya es todo un logro. Como nunca fui muy bueno en deporte, de lo demás no me acuerdo, sólo sé que corría cuando me avisaban, o me paraba en seco. Y que aún no he llegadoa comprender la mecánica del juego.

Por eso mismo, en conclusión, no podemos afirmar que el hecho de que me hayan vuelto a "acompañar" al cuartelillo de la policía implica que me pase la ley por la entrepierna, o que me tengan manía por ser blanquito, o que disfrute provocando a las autoridades. En realidad, ¿quién lleva encima la licencia de conductor?... nadie. En fin, todo acabó bien.

Pero insisto en que no se pueden sacar conclusiones generales de estos dos casos de mala suerte, tan puntuales y fortuitos. ¿O sí?

viernes, 30 de mayo de 2008

Civilización

No le dejan a uno ni ser feliz en su propio mundo, fuera de todo, dentro de nada.
Me impacta hoy la noticia de que acaban de descubrir un poblado indígena en la selva amazónica que nunca antes había tenido contacto con la civilización. Les fotografiaron desde un helicóptero, defendiéndose del presunto ataque con sus flechas, tan poco certeras como ingenuas. Viven al margen del mundo moderno.
Se han hecho públicas estas imágenes para denunciar las injerencias que reciben tribus similares del "hombre blanco", obviamente para hacerse con recursos naturales tales como petróleo, gas y demás. Además, también conviven con la constante amenaza de las carreteras y la deforestación que éstas conllevan.
Me parece una paradoja que para evitar estos desastres se haga pública su existencia. Pobres benditos, me estaba lamentando, su mayor fortuna ha sido no haber sido descubiertos hasta el momento. Ahora les espera la entrada al mundo real, enhorabuena. Dentro de nada llegarán las hordas de turistas pseudoecológicos, amanecerán con una máquina de Coca-cola y luego será el cibercafé. Y ya, cuando aparezca el McDonald's tres árboles centenarios más para allá, será cuando estén tan contentos, tan felices, tan completamente instalados en la cultura occidental. Bienvenidos.

martes, 27 de mayo de 2008

Esta cabeza

Hoy he vuelto a patinar, con un grupo de niños en Cumayasa, vestidos de deporte y organizados en equipos, esperándome para enseñarme a jugar a pelota. Se quedó en una intención sin apuntar en la agenda, un olvido involuntario. Se quedó una profunda decepción encajada en mi garganta.

Y es que ando disgustado con mi cabeza. Yo querría una con gran cantidad de memoria para acordarme de todo lo que hago y lo que vivo, de todo lo que me dicen o digo. Que me permita estar pendiente de varias cosas al mismo tiempo, de tenerlas controladas. Que me vengan las ideas en el momento oportuno, sin tener que depender de notas que nunca leo, o de paquetes preparados en la puerta que nunca cojo. Porque intentarlo lo intento, pero el defecto es de fabricación, y no hay garantía para ella.
Una cabeza así es la que se necesita para estar en este sitio. Ante la dispersión de la obra romanense, de las parroquias, los campos, los coles… yo necesitaría una herramienta para estar perfectamente centrado, con unas señales que se activaran en su momento y lugar preciso, para no andar a veces como vaca sin cencerro, corriendo aquí y allá, desarrollando piernas antes la ausencia de recuerdos.
Que no me haga quedar en ridículo cuando dicen que digo cosas que juraría que no he dicho, o que no quede tan mal con personas a las que digo que iré o que haré, y que nunca voy o digo. Una cabeza que me ayude a no hacer todos los días una “falsa salida” de casa, a la que tengo que volver casi siempre una segunda vez, o incluso una tercera.
Me preocupa no encontrar a veces las palabras que supe, o las ideas que me visitaron mientras me duchaba o conducía. Y cuando haya perdido mis recuerdos, me preocupará no saber qué fue de mí.

domingo, 25 de mayo de 2008

Nieve en La Romana

Aquella linda mañana de mayo no había sido muy fría, aunque tampoco especialmente calurosa. Era una mañana cualquiera, como tantas esplendorosas, en las que al salir a la calle, vimos el coche cubierto de nieve. La imagen era preciosa, blanco por todas partes, tan bonito, tan especial, que llenaba nuestros corazones de alegría y dicha. Pasar el dedo por el cristal, y ver el milagro haciéndose real en tu dedo, era como estar soñando...

Pero no me vengas con cuentos, hermano. Lo que "nieva" en La Romana es mierdita, la ceniza de las chimeneas del Central Romana que, generosamente espolvoreada como azúcar glassé a varios kilómetros a la redonda, va dejando una capita como de polvo a veces blanquecino, y otras gris o negro. Polvo que lo cubre todo, coches, persianas, casas, intenciones y deseos.
Empecemos por el principio. La Romana es una zona de caña, y su actividad principal se basa en la industria del azúcar y derivados. La empresa Central Romana desembarcó aquí a principios del siglo pasado, comprando toda esta zona, miles de km2 destinados a campos de caña, ciudades para sus empleados y todo tipo de servicios. Desde entonces viene dando empleo, de forma directa o indirecta, a gran parte de la población de La Romana, aunque con unas condiciones laborales que no siempre son las más adecuadas. Su labor fundamental es la extracción de azúcar, para eso se sembraron campos de caña en los que trabajan de sol a sol sus empleados, que malviven en pequeños poblados perdidos en estos campos, sin servicios y muchas veces en condiciones miserables, en lo que se conocen como bateyes.
La temporada azucarera dura más de 6 meses al año, en los que se recoge la caña y se lleva en trenes infinitos y escandalosos hasta el ingenio de azúcar. Allí se muele la caña y se obtiene éste. Además, se extraen otros productos, como la misma energía que sirve de combustible a las propias máquinas. Para ello ese sobrante del azúcar se quema en inmensos hornos, cuya ceniza (cachipa) se suelta sin pudor por grandes chimeneas.

¿Quién se come esa ceniza? La gente, por supuesto, que vive acostumbrada a que le piquen los ojos, a limpiar constantemente el polvo que, sin ningún tipo de misericordia, se cuela por todos los rincones de la casa, y a respirar ese intenso olor de melaza, dulzón, pesado, que lo envuelve todo, especialmente en los días de más calor. Y que, de intenso, a veces da hasta angustia.
La cachipa ya forma parte de nuestra vida, pegada a fuego. Pegada a la lengua en un lamento constante, pegada a la piel con un sudor leve pero continuo, a nuestros pulmones, a los ojos... Pero siempre con nosotros.
La vida del pobre tiene estas cosas, sabe de trabajo, pero no de contaminación, de derechos, de condiciones sanitarias. Y mientras, dejan que caiga la cachipa con la misma resignación e indiferencia como quien oye nevar.

miércoles, 21 de mayo de 2008

Imperfecta

Luna redonda, luna gigante,
inmaculada promesa que asciende suave,
como hostia que flota
consagrando un instante.
Tu cuerpo me empuja a querer profanarte,
escupir soledades que tu me inspiraste,
con agua de lluvia,
con gotas de sangre,
para verte imperfecta,
quebrada, distante,
para verte al menos humana un instante.

lunes, 19 de mayo de 2008

Hay días

Hay días espesos, en los que parece que todo es estéril, y que nada puede crecer en un terreno tan seco. Y hay días de luz, con brillo, en los que uno va saltando de una cosa a otra de puntillas como bailarina en su tutú, días fluídos, de engranajes perfectos. Hay días en que la conjunción de astros hace que todo se interponga en tu camino, de tropezar obstáculos, pero hay otros de encontrarse cada cosa en su mejor momento. Hay días de sentarse a esperar, hay otros de mirar desde la cuneta de la autopista, viendo como todos avanzan menos tú. Hay días de habitación y otros de sol, de ordenar fotos y desordenar sentimientos. Hay días de pensar, hay días de observar, y hay otros de sencillamente olvidar. Hay días de meterse de lleno y otros tantos de pasar desapercibido. Hay días en escala de grises y días en color.
Y hay otros días que son los días normales, en los que ni siento, ni presiento, ni consiento. Son los días en los que me siento a esperar la noche, mientras lamento los días normales.

viernes, 16 de mayo de 2008

Elecciones

Después de un año de campaña, por fin hoy vota el país. Este tiempo, del que sólo he sufrido una parte, ha sido una pesadez constante. Politiqueo barato y populista, fraudes saliendo constantemente en los diarios, manifestaciones de apoyo a unos y otros con el consiguiente tráfico colapsado, y la verdad, poco o ningún mensaje de propuestas serias y mucha banderita y hacer ruido. La cantidad de dinero que se ha destinado a todo esto es brutal, y mientras, la gente sumida en la miseria y, lo que peor me sabe, en un anonadamiento incapaz de hacer crítica.
Desde el miércoles, los niños ya no van a clase, y confiemos en que reine la normalidad para que podamos retomar el ritmo. Se sigue teniendo miedo al resultado, a los disturbios. Al parecer va a ganar el mismo que está en el poder. La gente alega que los demás candidatos son poco serios o se han visto salpicados en escándalos inmobiliarios y/o financieros. Posiblemente sea cierto. Pero pasar a un triunfalismo fácil te impide seguir mirando más allá, con la intención de andar, al paso, pero andar al fin y al cabo. Y no hay mucho tiempo que perder.

jueves, 15 de mayo de 2008

Por sus frutos

... los conoceréis."
Muchas veces, partiendo de esta cita bíblica de mi primo Mateo 7, me planteo cuáles son los frutos que he dado hasta ahora. No ya aquí, sino a lo largo de mi vida. Porque a veces me encuentro hablando y hablando de todo, filosofando de nada, y disfrazado de tanta verborrea como ineficacia. Cuando quiero rascar un poquito, me da como pudor aceptar que a veces todo queda en poca cosa. Entonces me lamento, y vuelvo a caer en el pesimismo tontito de ver que no avanzo hacia ningún lado.
Pero posiblemente hay una lectura que se queda por hacer. Posiblemente, y debido a mi cortedad de miras, no caigo muchas veces en el tipo de frutos que espero recoger. Porque amiguitos, ¿qué significa exactamente dar fruto? ¿Conseguir fines u objetivos concretos de carácter solidario, fraterno, familiar? ¿Conseguir cambiar algo de mi carácter que no me gusta? ¿Estamos hablando de conseguir? Y ahí es donde creo que está el error. Hoy he tenido un puntito de lucidez para reconocer que el fruto que debemos dar es el fruto del amor. Tratando de no ser ñoño (aquí esa palabra habla más bien de hacer demasiado caso a las tonterías de uno mismo), avanzar en el amor es lo que nos debería preocupar, avanzar de dentro afuera. ¿Ha aumentado mi capacidad de perdón, de hacerme pequeño, de ponerme al servicio de los demás? ¿Soy un poco más libre en ese sentido, partiendo del amor a los demás, o trato de cumplir normas o de quedar bien? ¿Y la esperanza, se ha hecho grande, abarca toda mi vida?
Las respuestas no son para colgar aquí. Pero sí la conclusión, la de que sólo creciendo en este sentido es como, casi sin darme cuenta, el amor explotará en todo lo que me rodea, no con el edulcorante de una fuerte lluvia de miel, sino con la suave erosión del viento en la montaña.

viernes, 9 de mayo de 2008

Idas y venidas


Estas dos últimas semanas han sido algo particulares. Siempre lo son cuando hay visitas de por medio. Vienen muy bien por la novedad, pero suponen también un pequeño desbarajuste con el que trato de estar en equilibrio en esta realidad de caos ordenado.
Estuvo por unos días Maribel en calidad de trabajadora de la Fundación Itaka-Escolapios (y digo calidad porque podría haber pasado por amiga, o por ex-escolapia, o por fraterna, o por laica). Y vino después de un interesante tour por toda la Viceprovincia para conocer in situ los lugares de los que lleva oyendo tantas cosas y que forman parte de su trabajo, o en realidad para poner rostros, calles y gentes a los lugares conocidos. Fruto de esa relación en la distancia será un trabajo conjunto por el que poder desarrollar y hacer el seguimiento de proyectos populares de la obra escolapia.

Casi como relevo de ella, estuvo por aquí de nuevo el P.Rodolfo Robert, o Rudy, Viceprovincial. Como cada vez que viene (cada pocos meses), trae una revitalización de vida y misión y sobre todo muy buen ánimo y un sentido del humor desbordante. Su visión macroscópica de conjunto te arranca del día a día y te ayuda a situarte como una piecita más pero caminando hacia el objetivo, seguro de no estar pisando arenas movedizas. Se fue dejando en el suelo el dibujo del entrenador que traza la estrategia del partido.

Y por último llegó la doctora Bea, ésta sí para quedarse un tiempo largo, con la mochila hasta arriba de ideas, las manos rápidas, las herramientas para operar dispuestas, y todo el ánimo y empuje fraterno que de Valencia recibe, de mayores y de niños. Empujó la balanza desde allá, y ahora seguirá desde aquí, pues hay suficiente realidad como para ir tirando.

miércoles, 7 de mayo de 2008

Mirando atrás

Vuelvo para regar la plantita, que se me ha quedado algo mustia. Espero no volver a abandonarla.
Y para empezar me gustaría regar con aguas pasadas. Tengo que contar que tuvo lugar la II Semana Cultural con gran éxito de crítica y público, aunque ya haga casi dos semanas de ello. Y lo cuento porque me gustó y punto.
Fue una semanita bien aprovechada, con una acto por día, de bailes fólklóricos, charlas, teatro... Yo me ocupé especialmente del concurso de fotografía, el primero que se hacía y por el que pagué un poco el pato de la inexperiencia. El panorama apuntaba malos resultados con la escasez de fotos presentadas a pesar de la intensa publicidad en el colegio. Pero a última hora pareció animarse, y pude exponer en paneles algunas de las mejores fotos sobre la Romana (debo decir que algunas de ellas estaban realmente bien). Durante esa semana el jurado (compuesto por fotógrafos profesionales, algún profesor y algún Padre con buen criterio) dio su opinión y en el acto de clausura se dieron los premios, con una recompensa económica interesante (pego en el post la foto ganadora).
Además de esto, disfruté especialmente con el concurso de Teatro Social, que preparan algunos grupitos de alumnos. Disfruté por el nivel demostrado, y por el hecho de ser parte del jurado, porque siempre me encanta expresar mi opinión, sea de lo que sea. Y también porque ganó el grupo de 4ºA, mi clase, y me vi sorpresivamente recompensado en acompañarles a Santo Domingo a ver una obra de teatro (que ya fuimos - durante la Feria del Libro, la semana pasada - y disfrutamos de una extravagante representación sobre una mujer que tenía a su servicio a unos enanos a los que maltrataba y que al final acaban por amputarle las piernas y comérselas a modo de festín. Pero esto es otra historia....).
Estuvo también genial la proyección de una película para los pequeños, y su posterior rifa de material escolar y libros. La locura colectiva era evidente, y yo, con el micrófono y el sorteo y los nanos gritando, estaba tan fuera de mí que se me ocurrió acabar tirando algún paquetito de folios para que lo cogieran. Gran error... casi se matan. Ni cuando se tiran en la cabalgata de reyes a por caramelos había presenciado tanta violencia infantil.
Todo lo demás fue vistoso y agradable, especialmente los bailes y cantos dominicanos. Y la clausura fue muy festiva. Pero sobre todo, lo más bonito fue ver a la gente del barrio acudiendo a todas las actividades.
Por cierto, puse en la clausura un montajito que resume las actividades de este año. Si os lo queréis descargar (pesa unos cuantos mb) lo podéis hacer en:
(al acceder, esperar un poquito a que aparezca "Download file" y picar allí)
En un rato, más agua para la planta.

viernes, 18 de abril de 2008

Solazo

No sé cómo fue, pero de repente fuimos muy conscientes que el verano había llegado. De repente faltaba ya el aire y era necesario prender los abanicos para empezar a coger el sueño. Así, tan repentinamente, una ligera humedad te acompaña casi todas las horas del día, y salir hacia las bibliotecas a las 3 de la tarde se convierte en una pequeña tortura cuando el único vehículo disponible es una guagüita sin aire, y lo que es peor, sin radio.
El solazo cae sin remedio.
Y dicen que ahora sí ha llegado para quedarse. Despedimos la primavera constante que he disfrutado desde que llegué, en un invierno de los raros, de los largos y frescos. Y recibimos esta pesadez de temperatura, esperando al menos los regalos envueltos en días de lluvia.

sábado, 5 de abril de 2008

Cultura para todos

El viernes pasado estaba en el Centro Cultural escuchando el concierto de la orquesta sinfónica, con un chamaquito (*) de unos 4 años, que no levantaba medio metro, sentado a mi lado.
- Yo voy a practicar en mi casa - me dijo convencido.
- Pero, ¿todos los instrumentos? Tendrás que elegir uno.
Miró detalladamente la sección de cuerda, al director, después la de viento, y al final la percusión, unos treinta y tantos jóvenes tocando animadamente frente a nosotros. Al final se decidió.
- Ése grande.
- Se llama contrabajo, y es muy bonito, pero vas a tener que practicar mucho.
Pero él ya estaba en otra dimensión.
- Y voy a pintar la varita de tocar con todos los colores, y en la punta un color fuerte.
Dicho esto, se volvió hacia la orquesta y ya no me volvió a mirar hasta que al final se despidió con un "Adiós, amigo".
De golpe, le vi un sentido claro y directo a todo esto.

El Centro Cultural Calasanz es un edificio de una planta, amplio y grande, situado en el cogollito del barrio de Quisqueya, flanqueado por el colegio de San Eduardo, la Parroquia del mismo nombre y la casa Betania. Construido con la aportación de, entre otros, el Gobierno de Guipuzkoa, fue inaugurado hace poco más de un año con la intención de dinamizar la actividad cultural de la zona. Esta semana se ha aprovechado para dos cosas que considero importantes.

La I Feria Tecnológica, organizada por alumnos de 3º y 4 de Bachillerato de la especialidad de Informática, trataba de mostrar algunos de los avances tecnológicos más importantes. Los alumnos se distribuyeron en cubículos donde exponer sobre sistemas operativos, mecatrónica, empresas líder, multimedia... La verdad es que ellos lo han bordado porque cuando se ponen, se lo toman muy a pecho. Han ido pasando distintos colegios y parece que ha dejado muy buena sensación.

Y ayer viernes, bajo el programa de Viernes Culturales, el concierto de la Orquesta Sinfónica de Ingenio Consuelo, una orquesta fundamentalmente joven. La gente se lo pasó en grande, y además aprendió, ya que el director nos dio una didáctica sesión de conocimiento instrumental.

Cada viernes hay pues un acto, baile, concierto, película... Y en abril la Semana Cultural, para darle una mayor intensidad.

De todo esto, queda la idea de que la cultura es para todos, y de ella somos partícipes, nos formamos y la compartimos. Y, de paso, hacemos amigos.
(*) Ver apartado "Aprendiendo dominicano"

miércoles, 2 de abril de 2008

Disparates

Lo mejor que se puede hacer cuando uno va de excursión a la Isla Saona con sus alumnos de 4º de Bachiller, es disfrutar de la playa y de ellos, de la comedera, de la bebedera (ambas son constantes), de sus manías y sus locuras perdonables. El problema surge cuando uno, en un arranque de renovada juventud, trata de hacer lo que no puede. A todas luces, una torre de tres en el agua, subidos a los hombros, siendo yo la base, no parecía ser lo más inteligente. Yo recordaba haberlo hecho, pero ya hace algunos años y no con tiarrones más altos que yo. Resultado: caída sentado en la arena con ellos encima, crujido de columna y dolor de morir en la parte inferior de la espalda, que pensé que me quedaba allí mismo. Afortunadamente, el dolor fue mucho pero sin gravedad, y las consecuentes molestias lumbares las sigo sufriendo algunos días después (y los que me quedan).

Aparte de esto, tengo que decir que el día transcurrió de lo más divertido y distendido.

El segundo disparate es el de ver cómo se lo pasan los españolitos blanquirrojizos de carnes fofas y ansia de diversión en estas tierras. Un poco más allá de donde estábamos, una excursión de ressort practicaba unos bailes ridículos, guiados por varios dominicanos sobreexplotados que les daban unas clases de movimientos de cintura. A mí el panorama me resultaba dantesco, con mis compatriotas haciendo la risa, pero lo curioso fue que los alumnitos perdieron la cabeza. En cuanto vieron blanquitas con ganas de juerga, allí que se fueron, a enseñarles a bailar, a hablar con ellas... Y esto ya me preocupa más, por lo que supone. Está muy metido en la conciencia dominicana, lo de pegarse al extranjero, lo de intentar sacar "unos cuartos" (pasta) o una visa que les lleve lejos, o lo que sea. No digo que fuera el caso de éstos míos, pero en broma sí lo comentaban. Y creo que sin querer expresaban algo que subyace en el sentir popular. En ese momento, me dio mucha pena verles perder el culo por estos borrachuzos/as con ganas de juerga que, disfrutando de la situación, les seguían el juego con una confianza inventada en cuestión de minutos. Y luego renegué un poco de mi tierra, la verdad.
Por lo demás, recordadme que no vuelva a intentar una torre de tres.

viernes, 28 de marzo de 2008

Visitas, dudas y el tiempo que pasa

Estos días traen, como siempre, un poco de todo.
Estuvieron de visita Cons y Moncho, compartiendo con nosotros unos días. La Semana Santa ha sido por ello algo distinta, con un poco de playa agitada y mucho de conocer las parroquias, la gente, los barrios y sus particularidades. O tratar de conocerlo, porque la realidad del día a día presenta un poliedro con muchas más aristas de las que uno ve desde la camioneta. Aún así, y a pesar de la apretada agenda, creo que se han sentido un poco como en casa.

Dudas, siempre traigo de éstas, a veces son pequeñas, a veces instantáneas, otras se mantienen sin resolver como flotando, invisibles. A veces suponen más brega, otras se resuelven en tres deducciones básicas de silogismo. En sí mismas, las dudas son una tentación. Me parece estar andando con los de Emaús, decepcionados y tristes por no ver nada de lo que les prometieron ("¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas!”). Andaba estos días con la indudable certeza de que no hay nada ni nadie imprescindible, de que la realidad de los proyectos trasciende claramente a las personas. Ser consciente de esto te quita bastante orgullo y te hace finito y limitado. Pero el riesgo es irse corriendo al otro extremo, y pensar que poco de lo que hagas o digas va a cambiar nada. Este es un viejo debate, la pregunta constante, “en realidad, ¿qué coño estoy cambiando?”. Aquí me resulta además muy visible pues, por la dificultad de trabajar con la gente en un ritmo y un planteamiento constante, parece a veces que todo da igual, que esto es así hagas lo que hagas. Hace falta entonces pararse a pensar que formamos parte de un puzzle, con muchas piezas en tiempos, espacios y dimensiones distintas. Y confiar que ese dibujo que forman y que no ves ni del derecho ni del revés, pueda ser algo real y tangible. Posiblemente tenga que subir muy alto para poder verlo. Y posiblemente sea desde el avión de vuelta a casa.

El tiempo que pasa, y pasa, y se te echa encima sin saber muy bien cómo fue. Aquí tengo esa sensación de velocidad de los días. De repente estábamos en Navidad, y de un salto en Pascua, y el curso ya enfila la recta de salida. En nada verano, y comienzo de curso y otra vez en Navidad. Y tantas tantas cosas por hacer, o tantas empezadas en precario o provisional. Supongo que debe significar que uno no se aburre. Pero a veces eso me deja una sensación de la zanahoria, siempre delante y nunca realmente agarrada. Confío en que la repetición del ciclo suponga una segunda oportunidad, la de empezar a retomar las cosas que quedaron a medias.

martes, 11 de marzo de 2008

Cine de barrio (II)

Hoy estoy sencillamente feliz, y digo sencillamente porque la felicidad es pequeñita y terrena, instantánea y cambiante como el tiempo.
Con qué poquita cosa me mantengo a veces. Un portátil, un proyector, una sábana, el equipo de sonido y un montón de enanos de Cumayasa más contentos que unas pascuas. La gente que saluda, la capillita pequeña, la tierra ancha y la noche fresca, dejan de ser mundanos y son como reflejo de otro mundo, otra cosa. Porque allí el momento es tan normal que pasa desapercibido. Y ése justamente es el que quiero, o el que quisiera guardar para poder vivir de su recuerdo cuando ya no esté aquí.

domingo, 9 de marzo de 2008

Factor sorpresa (II)

¿Qué podría pasar cuando tienes a unos 25 niños a punto de esperarte, hace un día muy bueno, no hay más vehículos que la guagua (microbús) y tú has decidido ponerte de domingo, echo un pincelín con pantalones blancos y todo?
Efectivamente, que el vehículo no quiera arrancar. Esta vez mis ángeles de la guarda fueron el vecino de enfrente, Saulito, y el marido de la del colmado, que hay que ver la habilidad que tienen con las baterías, los bornes, las llaves del 12 ó 13 y toda la demás parafernalia.
De nuevo, la misma sensación de abandono, de resignación. Parece que ya me voy dominicanizando (no por el lenguaje) y mis esquemas programados no entran en modo pánico cuando empiezan a hacer aguas. Se resignan y ya.
Al final, ha salido todo mejor de lo que esperaba, y encima, si ya sabía cambiar ruedas con gato, ahora controlo de baterías y bornes. Así que al final, todos a la playa a disfrutar del día, y comer y comer sin parar, que es lo que aquí suelen hacer en la playa, porque lo de bañarse, ays, ya les tira un poco p'atrás. Así es.
Esta semana tengo previsto poner película en cada una de las bibliotecas, todo un evento en el barrio, aunque se trate de una peli de "muñequitos", que dicen ellos. Confiemos en no tener que volver a lamentar el factor sorpresa.

jueves, 6 de marzo de 2008

Nocturna

Andamos de sueños. Supongo que el sueño de todo educador es encontrar educandos que le supongan un reto, que además parezcan dispuestos a afrontarlo contigo, y encima con la suficiente libertad para elegir lo que quieres tratar con ellos.
Yo estoy de suerte, a mí me está pasando con la nocturna.
No sé si alguna vez he explicado que aquí los escolapios llevamos 2 colegios, el de S. Eduardo (donde empecé unas clasecitas en 4º de Bachiller), y el de S. Pedro. Están a dos o tres manzanas de distancia. En el primero se imparte desde 3º de primaria hasta 4º de Bachiller, tanto de diurno como de vespertino (excepto Bachiller, que no tiene por la tarde). En S. Pedro se imparte desde infantil (creo que 4 años) hasta 8º. Pero su Bachiller es nocturno. La gran diferencia entre uno y otro bachiller, además del horario, es el tipo de alumno que acude. En el nocturno, gente muy variada, en general más mayor, madres, embarazadas (que no pueden ir al diurno), gente que trabaja durante el día, o que trata de aferrarse al tren de la educación con uñas y dientes, en la que puede ser su última oportunidad de no perderlo. Es un tipo de alumno más difícil, en el sentido que tiene detrás historias mucho más complicadas, pero más fácil por una madurez que permite trabajar con ellos de una forma más interesante. O, como decía antes, un reto distinto.
Yo voy a colaborar en la clase de Orientación (profesional, humana, en valores), mientras la profesora titular les pasa consulta psicológica a los que tiene en lista, una lista larga y, como podéis suponer, bastante variopinta. No sé si soy el más indicado por mi desorientación general, pero, como dicen, "en el país de los ciegos....". Lo que no me voy a quedar es con las ganas de intentarlo. De momento, ya han tocado temas como drogas, sexualidad, planificación familiar... y yo he llegado justito para anticonceptivos. En la lista, temas como la violencia, la autoestima y habilidades sociales. Ellos son muy divertidos, sólo he estado en dos clases pero es un espectáculo ver la seriedad con que se lo toman, o como discuten entre ellos, a veces de una forma un tanto particular.
Estoy muy contento e intrigado de ver qué sale de todo esto. Y no doy crédito a la fortuna que a veces tengo.



sábado, 1 de marzo de 2008

El carrito en 10 pasos

El carrito es una especie de taxi que circula siempre por un recorrido fijo (la “ruta”). Es como el autobús pero en coche, y hay diferentes rutas. Una de ellas, la “B”, pasa muy cerca de casa, y además te lleva a las inmediaciones de San Eduardo (el cole, parroquia y centro cultural) y llega incluso a la Gallera, uno de los centros neurálgicos de La Romana (pues allá está una de las dos estaciones de bus, la de Asodemiro, además del polideportivo). Pero un carrito no es sólo eso: es toda una experiencia.
He conseguido descifrar las complicadas instrucciones de uso, y se las expongo a todos ustedes en 10 pasos fáciles:
  1. Salir de casa con ganas de pasarlo bien. Ni caso al sol que cae a plomo, ni a los motoconcheros que, viéndote presa fácil, te llaman “¡eh, sh!”. Si no se cumple bien este requisito, corres el riesgo de caer en la tentación del motoconcho, llegas en un periquete pero te cuesta 30 pesos (RD$ 30), casi el triple del carrito. [Otro día, capítulo “motoconcho en 10 pasos”].
  2. Esperar en la esquina de la ruta, con aire de “pasaba por aquí” para que ya te dejen definitivamente en paz los otros motoconcheros (o sencillamente, concheros, personas que “conchan”).
  3. Pasará el carrito con una "B" marcada delante, pero no hay que preocuparse en caso de no ver la letra, que ellos te pitan o te sacan la mano en un gesto increpador (seguro que te van a pitar, de hecho es que siempre están pitando). En caso extraño de que no pasara así, es necesario llamarles, con algo aproximado a un “Eeeeeeeh”, lánguido, arrastrado. Si no te paran, es que no quieren o no pueden, entonces puedes decirles “¡Cónchale!” (que no es sinónimo de “quiero que a él le conchen”) o en todo caso “¡Pero vengacá!” (que no es sinónimo de que venga aquí), ambas son expresiones de fastidio.
  4. Cuando el carrito para, inspección visual, hay mirar rápidamente dentro. Si está la cosa a reventar, y tienes mucha prisa, puedes entras (pasar al punto 5). Si el sol lo permite o llegas sólo con un poco de retraso, haces con la mano un gesto de que no cuente contigo y el carrito sigue su camino sin ti. Hay muchos más, no desesperes.
  5. Entrar. La combinación correcta es 4-2-1 (4 detrás, 2 delante + 1 niño si lo traen). Si alguna de estas plazas falta, no esperes que lo den por completo porque no lo está. Esta es la parte más complicada, porque detrás caben 4, y aunque tú pienses que no es posible, sí lo es, hazte a la idea. Y si hay niño, entra también. Uno de los de atrás tendrá que adelantarse un poco. Delante es más difícil, ojo con el cambio de marchas.
  6. Mirar alrededor. Entonces es cuando te preguntas cómo puede funcionar este trasto desvencijado y medio roto, sin el acolche de las puertas, con las lunas casi siempre agrietadas (o sin ellas), las manivelas fuera del sitio... Es increíble lo que da de sí un automóvil. He visto prender los faros (cuando van) articulando una combinación de cables misteriosa. Yo suelo tratar de localizar visualmente el tirador para salir, por si acaso, aunque muchas veces no va y hay que sacar la mano por la ventana para abrirte desde fuera.
  7. Pagar. Puedes tomarte tu tiempo para sacar del bolsillo el monedero en la postura que estés, por eso es mejor que lo lleves preparado antes de entrar. Son 13 pesos (0,325€) hagas recorrido corto o largo. Se debe decir “Miiiiiira, chofel” y le das el importe. Si no lo llevas justo, le puedes decir “Yo llevo 11”, y él te dice “Está bien”. O le das un billete grande y esperas una reacción negativa, tú eliges.
  8. Participar en la microvida social. Muy divertido, se comenta de todo, la subida del precio del pollo, el gobierno (tema frecuente), las apreturas de la vida… La música suele estar a todo trapo, así que la conversación discurre entre bachatas y merengues pasados de decibelios, y una vez incluso a ritmo de “Se me enamora el alma”, que ya era lo más. Entre tanto, la gente puede ir bajando, subiendo y reubicándose, puesto que la salida siempre es por la puerta de la derecha (en este sentido, la guagua pública es más agradable).
  9. Solicitar parada. Atención a este punto que no es tan fácil. Las palabras exactas son “Chofel, déeeeeejeme”, o como mucho, “Chofel, en la equiiiiina”, son afirmaciones, nunca preguntas. A mí me han reñido por decir “¿Me deja aquí, por favor?”, o “Yo me bajo aquí”, o ni siquiera me han entendido, y encima quedas de blanquito tonto.
  10. Bajar. Te debes desincrustar de tus vecinos, y salir tan contento. Yo digo "gracias", aunque nadie suele decir nada.

Si respetas todas estas normas, tendrás éxito en tu misión, y desearás volver otro día.

miércoles, 27 de febrero de 2008

Chocolate

Ayer fue el día de Madre Paula y hoy el de la Patria. Lo de hoy se celebra con pasacalles y no yendo al cole, y lo de ayer con chocolate. Nuestras vecinas las escolapias nos obsequiaron con un bien calentito y bueno para desayunar.
De la santa sé pocas cosas, entre bromas les digo que sólo recuerdo que hacía bolillos, vivía cerca del mar y ponía los pies en la tierra y la cabeza en el cielo. Y que tomaba litros de chocolate. Ellas se enfadan (a medias, como se enfadan ellas) y me explican lo de la promoción de la mujer en un tiempo en el que valían bien poca cosa. Está pendiente que me den una charlita más explicativa, parece que la santa no escribió nada pero hay algunas cartas que explican que tuvo una vida más bien complicada.
Hoy nos han invitado a comer, a los padres y al laico, y a las de la capital. Cocinan estupendamente y es un espectáculo verlas moverse sin parar, y hablar de todo. Conecto bien con ellas, porque tienen sangre en las venas y eso me gusta, dan juego y reciben las bromas con las misma velocidad con que las devuelven. Y además cocinan tan rico....
Con el tema del chocolate, aprovecho para poner una foto del fruto del cacao que hice a la vuelta de Miches. El sábado estuvimos allí, buscando sitios para campamentos. Que por cierto nos encontramos de purita suerte con un sitio espectacular en la playa, un "proyecto ecológico" (o eso venden ellos) basado en una especie de urbanización respetuosa con el medio ambiente, llevada por un español. Nos recibió un ayudante valenciano que tiene, que se había trasladado a vivir allí, para trabajar y reventar a leer en aquel rincón abandonado de la isla. Qué cosas...
A la vuelta cogimos este fruto de cacao, parece una berenjena pero luego amarillea. Hemos diseccionado hoy uno y tiene unas semillas gordas envueltas en una cosa gelatinosa, que si luego las secas y las mueles se convierten en una pastita de chocolate.
No es colacao pero ya vale. El P.Alberto promete venir con la pasta en la mano.

lunes, 25 de febrero de 2008

Proyectos y plantas

Dejé descuidada esta plantita, pero espero que siga creciendo.
Estos días me traen un poco de todo, calman mi ligera ansiedad y me llenan la cabeza de nuevas ilusiones, o al menos de una, la de poder hacerme con todas ellas.
En Santo Domingo pasé tres días de esta semana. Empujé un poquito más en su lento caminar a mis papeles oficiales, los necesarios, los incordiosos, con la sospechosa tranquilidad de verlos encarrilados.
Participé también en un ciclo de animación lectora, de esos que te dan unas recetas del éxito de las que desconfías, y te ayudan a buscar las tuyas propias. Con mucha gente hablando y muchas disimuladas ganas de vender su producto, pero con sabrosos trocitos de verdad en las rendijas de la operación.
Y por último me embarré del todo en un nuevo proyecto, el de la creación de una entidad jurídica que trate de canalizar las ayudas locales a los proyectos que llevamos entre manos. Una sensación bonita, la de sentarme con los escolapios frente al mismo tablero de un parchís por jugar, con las mismas fichas y unas reglas claras. Y la seguridad de estar avanzando.
Quería haber traído la brisa del mar que corría por el malecón y plantarla aquí. O la sensación de bienestar del "mejor comedor de la Viceprovincia" (espero verlos todos para poder comparar). Pero sólo traigo mis palabras espesitas, confiando en que la plantita las sepa digerir.