jueves, 3 de diciembre de 2009

Olor a final de año

Aunque ya hace más de un mes que empezó la Navidad dominicana, creo que ahora sí esto empieza a oler a final de año. Tal vez sea por la llegada de los exámenes semestrales (la agenda escolar sigue marcando mis tiempos) o que el fresquito empieza a llegar más sutil que agresivo, alcanzando los veintipocos, que ya es poco.
Esta temporada suele estar marcada por las celebraciones de Calasanz, que tuvieron lugar la semana pasada. De ellas, a mí lo que más me interesa, además de la reactualización de la interesante vida del santo, es lo meramente festivo: las kermesses colegiales. Este tipo de eventos engancha con la parte más dominicana de mi alma, la de la música, la comida, las relaciones sociales... aunque tal vez, pensándolo bien, sean parte de la festividad humana, la música, la comida, las relaciones...
Este año, en la kermesse de San Pedro, los chicos del "Calasanz nos une" tuvieron una sencilla pero efectiva presencia.
Organizamos un taller de manualidades, con una ambientación (disfraces incluídos) que sólo pudimos tímidamente mostrar debido a la bulla ensordecedora. Ellos trabajaron en equipo y con ilusión, y creo que los niños lo gozaron (debo decir que la competencia era ardua con el puente mono de los scouts, que a mí personalmente me dejó unas secuelas amoratadas).
Este domingo seguimos de kermesse, esta vez en San Eduardo.
Y después, el invierno seguirá llegando con sus veintipocos, sus exámenes semestrales y la promesa de un nuevo año, nuevos cambios y otros aires.

Me parece que estoy empezando a echar de menos todo esto.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Mejor mañana

No escribo porque esté contento; escribo porque estoy eufórico.
Hago un repaso de todo lo que hoy me llena de alegría, y cuanto más pienso, más ridículo me siento. Son cosas tan insignificantes, que verbalizarlas me haría más tonto de lo que ya estoy. Por poner un ejemplo, que el desagüe de la ducha de mi habitación siga tragando el agua después de ser reparado tras semanas de ver día tras día que el agua no corre. Seguiría todo en esta línea, así que me abstengo.
¿Qué me pasa?
También puede ser porque hoy hemos tenido sesión de formación de los jóvenes monitores del Calasanz nos une, ésos que me quitan tanta vida como me la dan. Ésos que hoy me acusan de todos los males y mañana me quieren santificar, que preparan los campamentos con desidia o brillantez según sople el viento, que me inspiran o me entierran. Los días de formación son duros (de 10 de la mañana a 5, sin siesta, comida incluida), y requieren mi 100%. Son un vaivén de sensaciones para el que uno nunca está suficientemente preparado, por mucho que se planifique. A veces vienen muchos muchachos, otras pocos, a veces más guerreros, otras encantadores. Lo más duro es la continua sensación de fracaso, a la que me tengo que reponer constantemente, cada vez con más velocidad, tanta que a veces dura lo que dura el sentimiento.
Acabo exhausto, pero contento, incluso con las decepciones. ¿Qué me pasa?
Me pasa que me siento vivo, que de repente las cosas encuentran solas su sitio, y todo vuelve a encajar. Y entonces miras las nimiedades de la vida y te parece que te hacen la vida más fácil, que te acompañan en este camino.
Mañana vuelven los mosquitos y las carreras de cucarachas, los robos en la oficina, los problemas con internet, los exámenes por corregir, las notas por poner, y la misma sensación de fracaso por superar. Pero eso ya será mañana.



sábado, 31 de octubre de 2009

Distancias y profondos

Los que conocen La Romana son conscientes de uno de los handicaps más importantes que tiene esta obra: la dispersión. Los barrios que componen el área pastoral están físicamente alejados unos de unos, varios de ellos a lo largo de la carretera que une La Romana con San Pedro de Macorís.
Por eso, organizar cualquier actividad de forma conjunta en San Eduardo (centro neurálgico, con locales para reunión) supone para la gente un desplazamiento en transporte público (guagua o carrito), que implica tiempo, algo de inseguridad si es en la noche, y unos pesos para el pasaje que no tienen y que les cuesta conseguir.
Si además pensamos en los jóvenes, que dependen económicamente de sus familias, esto se traduce en un verdadero problema. Cuando ya están poniendo su tiempo, su servicio e implicación, creo que no puedo pedirles este gasto. Pero sí que se arreglen para sacarlo.
Aquí es habitual organizar actividades que llaman "profondo", cuyos beneficios sirven para subvencionar algún gasto o inversión. Desde el año pasado empezamos a organizar alguna actividad para subvencionar el transporte de los monitores.
Este jueves pasado tuvo lugar la proyección de una película profondo en el Centro Cultural. Ante mi ausencia, fueron ellos los que lo organizaron todo, la venta de taquillas, la venta de comida, refrescos... pues es tan importante comer y beber que lo que se proyecta, que entre paseos arriba y abajo y la gente que habla sin parar muchas veces ni te enteras. La actividad se dio bien y recogimos algunos pesos.



Aproveché que había bastantes jóvenes para enseñar parte de lo que hacemos en el proyecto Calasanz nos une. Sé que hay gente que está ya muy enterada, pero por si acaso os dejo aquí el montaje de fotos y música que pusimos, con fotos bastante actualizadas.
Nunca viene mal darse un paseo de 5 minutos por este proyecto.



Aviso: es un archivo de 29Mb, en muy buena calidad, para reproducir en PC. Estoy tratando de subir el vídeo a youtube pero con la velocidad de tortuga de internet y los constantes cortes de luz ando algo desesperado.

martes, 27 de octubre de 2009

D-vuelta

Acabo de llegar a casa, a mi casa dominicana, después de 18 días de vacaciones en mi casa, la valenciana. Oigo ahora la salsa del colmadón de la esquina, y lo que otras veces me incomodaba ahora me resulta divertido y familiar, lo cual confirma lo mucho que necesitamos salir de nuestra rutina para volver a valorar lo que tenemos. En mi caso incluso con más frecuencia, diría yo.

Estos días han vuelto a ser de reencuentros y actualización de imágenes de la ciudad y la vida. Y he vuelto a constatar muchas de las diferencias entre mis dos casas.

Allí hay manifestaciones contra la Pobreza, aquí hay una pobreza manifiesta.
Allí es un problema la desigualdad Norte-Sur, aquí el sur está en Barahona, y no hay más problema.
Allí hay crisis pero la gente vive en los centros comerciales, aquí nunca hay crisis pero la gente vive en su casa, y bastante apretada, o en la calle.
Allí el agua es alegre y libre, aquí es presa de botellones.
Allí la ropa de invierno es negra, blanca y matices de gris, aquí no hay invierno por eso siempre se vive en colores.
Allí los mosquitos sólo en verano y a veces tampoco, aquí siempre y también, en mi casa más, con lo que rascarse es parte de modus vivendi.
Allí todo está sincronizado y medido, aquí las cosas van fluyendo una detrás de otra, en un orden natural (y si algunas quedan fuera, se asume y punto).
Allí arreglan las aceras varias veces, e incluso algunas con adoquines de granito, aquí si las asfaltan estás de suerte (o hay elecciones próximamente). Y los adoquines no durarían ni una noche...
Allí tener una cierta edad y estar soltero no parece un crimen, pero tampoco lo parece tener 16 años y pedir en la farmacia la píldora del día después.
Allí el internet vuela, aquí se estrella, y con más probabilidad si cae algún rayo.
Allí la música es de la radio, aquí la música es de la calle, de la gente, de la sangre.
Allí se come bien.. aquí también.

En fin, son algunas de las cosas que se me ocurren en estas horas de jet lag.
En realidad no es tanto lo que nos separa, pues todos respiramos, sentimos, disfrutamos y sufrimos sobre estos dos pies. Siendo objetivos, unos cuantos mil kilómetros de agua y 5 horas de reloj. Lo demás son sólo historias.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Ansiedad

Cuatro azulejos cincuenta por cincuenta nos separan, pero creo que hay un mundo entre nosotros. Yo te miro, y tú, ajena a mí, le miras a él, que no deja de hablar. Sonríes tranquila, y explicas, repites, repites, repites. Y yo, casi roto de ansiedad, sólo puedo imaginar lo que te diría, o mejor, lo que escribiría por ti. El reloj va hacia atrás con la misma velocidad que el mío avanza. Me desespero. Cierro los ojos e imagino tu voz diciendo ¡Próximo!. Pero sólo le oigo a él, divagando pensativo, alargando los segundos, como quien delante de un cajero mira extrañado las pantallas y las lee con atención.
Quiero adelantarme unos pasos y gritarle mi desesperación, apartarle de allí. Quiero llamar tu atención. Voy a dejarme caer al suelo como desmayado, para que vengan todos corriendo, para que vengas tú también, me preguntes qué me pasa, me mires, me mires por fin. Después me voy a recuperar, consciente de haber roto el hechizo de pesadez que te atrapa, consciente de que eres consciente que soy el siguiente, que espero, que detrás del hombre duda estoy yo, ya fuera del anonimato. Y así, cuando por fin digas ¡Próximo!, y se despeje mi camino hacia ti, avanzaré los cuatro azulejos cincuenta por cincuenta y llegaré a ti, con la seguridad de sentirme, por fin, escuchado.

jueves, 20 de agosto de 2009

Policromía

Como las oportunidades hay que cazarlas al vuelo, nos fuimos de la mano de Jesús, hermano de Bea, a conocer Pedernales y de paso acercarnos al fantástico mundo de las tortugas. De tortuga en tortuga, conocimos el peligro de extinción que corren éstas, especialmente las de carey, ya que sus huevos son sistemáticamente dañados o extraídos (basándose en creencias sobre su presunto valor afrodisíaco) por manos humanas y fauces caninas. Jesús se dedica a su estudio y colabora en su conservación como buenamente puede, luchando contra el mundo y tratando de no perder la esperanza.
La excusa también sirvió para conocer una zona preciosa de la isla, en frontera con Haití y a más de 6h de La Romana. Disfrutamos de unas playas blancas de perfil desértico y agua de mil tonos de azul, en la Bahía de las Águilas, casi olvidadas por los turistas. También conocimos montaña, el Hoyo de Pelempito, en una Sierra de Bahoruco de tonos de verde intenso entre bosques de pinos de troncos finos y alguna hipotética iguana. Pudimos llegar a Haití, donde disfrutamos de los cantos africano-caribeños y los rostros perfectos de negros de brillo suave y blancos de dientes en sonrisas amplias. E incluso vimos flamencos en la laguna de Oviedo, de verde lima sobre tierra pálida que de clara se colaba más allá de los ojos.
Y volvimos a casa llenos de colores, intensos y suaves, con los que vestir los días de un recuerdo en policromía.



miércoles, 12 de agosto de 2009

Ganas renovadas

Me llamo Rubén, vivo en La Romana de República Dominicana, y empecé hace casi dos años un blog con la doble intención de mantener a la gente informada de mi vida, y al mismo tiempo como experiencia de plasmación personal de mi vivencia. No sé si se siguen cumpliendo ambos objetivos. Si esto se diera, tendría que cerrar el blog para ser honesto conmigo mismo. Así que ando buscando la certeza que me permita seguir blogueando.
Mientras tanto digo y explico que empieza un nuevo ciclo, el presunto último escalón de mi paso por aquí. Y digo presunto porque ya no doy nada por hecho, definitivo o cerrado. Y porque empezar de nuevo ya es un deporte que practico con asiduidad, y que exige disposición al cambio.
Pasó el verano como un vendaval, como casi todo.
Ha sido un mes en el que recibimos la visita del grupo de voluntarios españoles. Fueron 4 en La Romana y otros tantos en Santo Domingo, y participaron como ya es habitual de las actividades del "Calasanz nos une" de ambos lugares, y algunas otras iniciativas. Entre las primeras, impartieron el curso inicial para nuevos monitores (en la bautizada como Escuela de Animación y Tiempo Libre), participaron en los campamentos en algunos de los barrios y se ocuparon también de la formación de bibliotecarias. Como siempre, su experiencia y criterio son estupendos. Nos ayudan, refuerzan y forman, sintiéndose siempre copartícipes de un proyecto compartido por todos. Este año las novedades fueron la vivencia de una semana en el barrio de Brisas del Mar (conviviendo con los apagones y las incomodidades de la vida sencilla en un entorno rural, pero disfrutando del encuentro con la gente) , y la Semana de la Mujer también en Brisas, un intento de formar y dar vida a un grupo de mujeres
de todas las edades en un barrio con pocas oportunidades de progresar. O con muchas, según se vea, y espero se vea a partir de ahora, pues hemos puesto muchas ganas e ilusión en el empeño de ofrecerles alternativas.
La verdad es que fue una semana viéndolas crecer y disfrutando con su alegría y su optimismo. Y creo que ese regusto dulce se llevaron las voluntarias en el avión de vuelta a casa.
Con Casa Betania de nuevo vacía, ahora mis esfuerzos se concentran en las clases, que empezaron el 4 de agosto, encadenando una cosa con otra y otra, porque aquí nada se detiene. De nuevo las programaciones, los materiales, las reuniones y las aulas. Tengo estos días esa sensación de profundo amor por todos los alumnitos, que me escuchan con atención, que se alegran de verme y yo de verlos, y que es tan diferente a esos días de final de semestre en el que los deseos homicidas son mutuos. Así que, en espera de los últimos, disfruto con los primeros y me dejo llevar por un optimismo loco que me devuelve las ganas de enseñar, unas ganas renovadas que ya huelen a la rutina del invierno. Bendita rutina.

miércoles, 17 de junio de 2009

Recuperando la perspectiva

Cuando vas en el tren, sorteando árboles, atravesando carreteras, dejando atrás montañas altas y bajas, y sobre todo pasando por oscuros túneles, parece que todo el empeño está en el esfuerzo que haces por avanzar. No ves mucho más que lo que pasa frente a tus ojos, las dificultades, los aciertos, todo momento vivido es el momento presente.
Pero de repente, casi sin querer, vas levantando la vista, subiendo las miras, alcanzando la perpectiva, y el tren es un tren de Scalextric, los árboles son pequeños y de plástico, y el túnel ya no parece tan largo. En esos momentos lúcidos, es la habitación la que cobra sentido, amplia, luminosa...y el tren sí parece haber recorrido un camino, y parece todo un poco menos complicado porque el tren efectivamente va en alguna dirección. Puede llegar antes o después, pero lo que es seguro es que avanza y el camino que recorre en forma de sonrisa parece mucho más bonito que los complicados rieles que vislumbrabas desde la locomotora.

sábado, 13 de junio de 2009

Y Peter voló al final


Por fin estrenamos la obra musical de Peter Pan. Ayer viernes fue la primera función, y hoy sábado la segunda y última. Y debo decir que estoy más que satisfecho.
Estoy contento, no ya tanto porque los muchachos lo hayan hecho genial y la gente se haya divertido, sino porque creo que han aprendido mucho con ello y sobre todo se han superado. Sospecho que van a guardar el recuerdo por mucho tiempo, como esas cosas que uno hace de niño y que le duran para siempre. Yo al menos sí conservo el recuerdo de cuando actuaba también como ellos en obras de teatro. Salir a escena, vislumbrar las cabezas del público entre las luces, oír un aplauso, unas risas, una reacción a un gesto tuyo... eso es algo impagable. Estos días andaban mis recuerdos medio sueltos por el escenario, y me los iba encontrando en cada rincón, en los gritos de ilusión de ellos, en el "píntame la cara", en el "¿lo he hecho bien?". Y aún los ando recogiendo, y mañana más con todo lo que me toca limpiar en los camerinos, que, como es habitual, han dejado hechos un asco.
El camino ha sido largo y duro, la verdad. Ensayos infructuosos, actores que acuden un día sí y otro no (o que de repente no acuden nunca más), correcciones que se olvidan constantemente, retrasos para empezar, juego a destiempo, poca concentración, y sobre todo, mucha mucha dificultad para la disciplina y la constancia. Son demasiados los proyectos que empiezan y caen por falta de regularidad.
Pero al final, después de tanto ensayo y tanto boche, creo que ha quedado algo digno, de calidad. Lo cual, aunque ellos no sean demasiado conscientes, es fundamental. Buscar la altura cultural en lo que hagamos, porque salir y hacer cualquier cosa es fácil, y ya están demasiado acostumbrados a los aplausos fáciles. Si algo me sabe mal es que, aunque ha habido suficiente público, no es todo el que los muchachos merecían. Pusimos una entrada asequible, pero la gente no está acostumbrada a pagar, y menos por cultura. Eso sí me da pena. A veces es complicado acercar a la gente a los eventos culturales, ¡y suelen ser gratis! Tratamos de inventar actividades variadas, promocionarlas bien, buscar un buen nivel... pero la gente es muy dura, y crear esa tradición cultural (por ejemplo la de los Viernes Culturales), cuesta lo que no está escrito. Yo personalmente no comprendo bien esa apatía, si me hablaran de teatro, de musical, de niños... no haría falta que me explicaran más para que almenos me picara la curiosidad. O tal vez yo haya tenido la suerte de que me la hayan estimulado desde pequeño.
En fin, reflexiones. Seguiremos en ello.


PD: No puedo poner fotos porque no hice. Trataré de conseguirlas.

lunes, 8 de junio de 2009

Mosquiland

Pegadas al sudor de mi piel hay 4 pequeñas patas desordenadas, de rayas de tigre e intenciones sospechosas. Miro de cerca y espero. Espero lo inevitable. En su gran escala, el insecto resquebraja mi piel con su trompa que busca el infinito y absorbe lo ajeno. Me duele pero no me muevo. Ya no.

Miles de otras pequeñas patas desordenadas van llegando a miles de otros puntos de mi cuerpo. Rastrean cada detalle minúsculo a escasos milímetros de un cuerpo que no es suyo. Los picores llegan entonces de todas partes, se confunden unos con los otros en una infección más mental que física.

Pero yo ni me muevo. Ya no.

Mosquiland anida en las rendijas de lo oculto. Acude en la noche, especialmente en el sueño, para hacerte un poco más vulnerable. Acude también en la mañana mientras el espíritu se saca las telarañas con desgana y tiene las manos ocupadas. Primero es uno o dos puntos de enganche, pero luego se extiende, siete, veinte, trescientos. Busca los pliegues y cavidades, no se muestra públicamente. Pronto todo se confunde y no hay dónde escapar porque no hay división entre tu mundo y el suyo. Entonces es cuando te tiene preso y sabe que puede ser cruel porque estás en sus manos.

Pero también de Mosquiland se sale. Se requiere un cierto espíritu dramático del que cree que no hay nada que hacer. Consiste en darse gravedad, exagerar, ver millones de patas desordenadas de rayas de tigres donde posiblemente haya sólo cuatro. Y después, habiendo tocado fondo sin mucho más que perder, y creyendo firmemente en poder recuperarse, uno cierra los ojos y se tranquiliza. Después, se habla despacio diciendo “yo puedo vencer”. Mosquiland se resigna y poco a poco va recogiendo sus redes, como un pescador en un día de poco trabajo, con apatía. Y se va por donde vino, dejando todo en su sitio, el cuerpo inmóvil y el sudor aún en la piel.  

lunes, 1 de junio de 2009

Frágil equilibrio

Hoy tengo ganas de renegar un poco, amanezco sin internet por tercera vez desde el sábado, y amenaza con durar un tiempo. No es un drama, por supuesto, pero habituado como estaba a esta ventana al mundo, me quedo sin el aire fresco que suponía. Tampoco es una novedad. Mi uso de internet viene siendo intermitente y es rara la vez que puedo conectarme de forma seguida durante tres días. Es muy frágil el equilibrio que me permite hacerlo, ya que la señal entra por la sala de cómputo de San Eduardo, se emite por una antena inalámbrica, es recibida por otra antena en secretaría, que va al switch donde se conecta al cable que cruza la calle y llega a la casa, de allí a otro switch y otro cable que llega a Contabilidad que es donde me suelo conectar. Así que, en ese camino, se deben cumplir algunos requisitos necesarios, como que llegue efectivamente la señal de Codetel, que haya luz, que en la sala de cómputo nadie haya metido la mano, que nadie haya bajado los brakers del cuadro de luz, que los switch hayan resistido a los cambios de tensión...
Conclusión, cuando uno vive en estas condiciones, no puede ser internedependiente. O conectarse cuando se pueda, que tampoco viene mal abrirse a la sorpresa. Al menos, afortunado de mí, me puedo conectar, aunque sea a ratos. Me observo con mis hábitos de señorito y me río un poco de mí mismo, que tampoco viene nada mal. 
La excusa me sirve para hablar de la sensación de equilibrio. Equilibrio físico, en el caso del agua, la luz, la fotocopiadora y tantas cosas que aquí se dañan con facilidad. Pero equilibrio también psicológico, espiritual. Y ese me preocupa más. Ante la ausencia en mucha gente de un sentido de disciplina y constancia, casi todo cae si no se empuja convenientemente. Se me ocurren muchos ejemplos, la gente que cambia de iglesia como de camisa, las reuniones que caen por dejadez, las clases de música en las que se queda el profesor solo tocando la flauta, los monitores que hoy están y mañana no y que juran y perjuran que irán.. En mi rutina cotidiana veo ejemplos todos los días, de dinánicas que exigen un esfuerzo de repetición que al final no se da. 
Lo veo ahora también que estoy preparando con los niños una obra de teatro. El teatro es un ejemplo de disciplina, de educación del propio cuerpo, de trabajo. Es curioso el talento natural que tienen estos niños para las artes escénicas (canto, baile, drama), el show les corre por las venas. Tan curioso como ver lo mucho que les cuesta trabajarlo, dominar el cuerpo para hacer de ese don una verdadera habilidad. Para mí ése es el reto, demostrarles que quien persevera y vence la desidia es capaz de superarse y de dar un paso más como persona. Los momentos en que lo veo, los disfruto, pero el camino me deja a veces desesperado, sin voz y al borde del homicidio. Hasta el día siguiente, que se me haya vuelto a pasar todo, y sea momento de ilusionarse... de nuevo.

miércoles, 27 de mayo de 2009

Ida y vuelta al primer mundo

Voy a tratar de ir poniéndome al día en este olvidado rincón de mi memoria. Creo que siento que todo carece un poco de importancia, y que mis pequeñas cosas son más intrascendentes que nunca. Se produce el hecho de que al repetir ciclo, algunos eventos son los mismos. La Semana Cultural (que como siempre aporta movimiento y frescura), la peregrinación a Cumayasa (con su divertido paso por todos los barrios), el intenso final de curso... Estoy contento pero a la vez más resabido, tratando de encontrar la sorpresa que ahora es serena y cotidiana.
Lo que poco esperaba fue estar casi de un día para otro de paseo por Broadway, en New York City, un regalo impredecible. Y así fue cómo las circunstancias precisas se dieron y la confluencia planetaria dio con mis huesos en la capital del mundo, la ciudad que nunca duerme. No voy a explicar mucho más de lo que sabemos: mezcla de gentes, oda al consumismo, ritmo frenético pero espacio para la melancolía. Uno puede encontrar aquello que busca. Yo buscaba saciar mi ansiedad de redomado urbanita, y lo pude lograr, saltar en el tiempo y el espacio, darme un baño de estímulos que venía necesitando para sentirme de nuevo atento a todo. Y volver, reubicar, recuperar lo esencial de mi vida aquí, con más ganas y consciente del momento.
Ha sido muy divertida esta escapada, que le debo a mi gente, la de siempre, con la que me siento tan suelto como impertinente, tan sincero como pesado. Tan yo, con todos mis contradicciones, que no son pocas. Gracias.

martes, 12 de mayo de 2009

Surrealismo dominicano

Son casi las 2 de la mañana. Me pongo a escribir después de que un helicóptero haya sobrevolado a pocos metros del tejado de la casa y me haya desvelado con el fuerte batir de sus hélices, que aún llevo incrustadas en los oídos. Estaba pasando en la computadora algunas de las notas de los exámenes mensuales, y se ha acercado de pronto un ruido ensordecedor. De repente han llegado camiones de los que han bajado policías, que corrían de un lado para otro con sus armas. Temiendo recibir algún tiro, he apagado todas las luces, incluso la misma computadora, no fuera un blanco fácil con el blanco fulgor de la pantalla. Y he agachado la cabeza, esperando que cayera sobre mí el aparato y acabar mi vida aplastado. Se ha acercado al patio del colegio, ha bajado y vuelto a subir. Y después de 10 minutos de dudas, yendo y viniendo, y los policías corriendo, yendo y viniendo, se ha alejado hasta devolvernos de nuevo el silencio sepulcral de la noche. Parece que estaban tratando de soltar algún paquete de droga, según ha comentado el guachimán del cole al guachimán de la parroquia. 
Es muy divertido este país, tiene escenas muy surrealistas. Se me ocurre también otra. Estaba estos días en Salud Pública visitando un niño. Salud Pública (o lo que trata de ser un Hospital Público de la Seguridad Social) es surrealista toda ella, en medios, personal, ambiente... Todo son despropósitos, que claro, cuando se tratan de salud, duelen más. Gente por los pasillos, desatendida, médicos que no aparecen, condiciones poco saludables, un ambiente de mercado. Y para añadir más diversión, los predicadores, los salva-almas. No puedo con ellos. En la sala donde yo estaba, con 8 camas de niños y madres (y ningún lugar donde sentarse), fueron llegando cada media hora. Repartían unos papelitos, levantaban la mano y empezaban a vociferar, acompañados por el coro de gente que estuviera por allí. Con los niños allí medio maluchos, y ellos gritando sin tregua. 
Hay que tener mucha paciencia cuando uno se pone enfermo, pero mucha más para superar todo esto.

viernes, 24 de abril de 2009

Cultura forever (I)

Esta mañana, aprovechando una de mis visitas a la capital, me he pasado por la Feria del Libro. Se organiza anualmente en la Plaza de la Cultura, una gran explanada de calles de cemento y espacios verdes, salpicada de algunos importantes edicifios culturales como el Museo del Hombre, el Teatro Nacional Eduardo Brito, el Museo de Arte Contemporáneo... La Feria, como otras tantas ferias del libro, constaba de casetas de las editoriales distribuidas en calles, y algún que otro acto cultural en los edificios con solera.
Aquello estaba lleno de niños que habían llegado con sus colegios, y que, ajenos a los libros, correteaban de un lado para otro disfrutando de un día sin clase. Poco lector preguntando en las casetas. Pero yo, con ese día de sol caliente pero misericordioso, rodeado de tantos y tantos libros expuestos para mí, para que los tocara, los oliera, deseara poseerlos, he entrado en un estado de ansiedad cultural tal que he perdido el sentido de tiempo y espacio para entregarme por completo a esta fiesta cultural de los sentidos. Y digo sentidos, porque se queda en un ver, tocar, imaginar, en un deseo de lectura que roza la utopía, viendo luego que los hechos no acompañan y es poca la cantidad de libros que efectivamente luego leo. Sobran las excusas.
Al final he agradecido no tener mucho dinero en los bolsillos que gastar, aunque he lamentado un poco no tener habitualmente la oportunidad de disfrutar de este estilo de cosas. Pero es uno de los precios de vivir en La Romana.  
Me quedo con la imagen de un hombre, que subido en una silla y guardando un riguroso silencio, mantenía la atención de un gran grupo de niños a base de hacer figuritas de papel (origami). Una tras otra iba creando las figuras de colores, como un mago de la vida, convirtiendo en muy poco tiempo una triste hoja en un pajaro o una flor, que luego iba regalando sin decir ni una sola palabra. Buena forma de atraer la atención de los niños sin tener que vocear. 
Además de comprarle el libro, ya lo he fichado para un próximo taller con los monitores del "Calasanz nos une". Espero que alucinen como yo lo he hecho.

jueves, 23 de abril de 2009

Conciencia natural

Retomo el blog ya recuperado de mi excursión montañera. En realidad no estaba tan dañado, pero pasada la Pascua me está costando volver a la rutina diaria, y más a la rutina bloggera. Soy como la escuela pública dominicana, tardo unos días más en empezar a funcionar. Porque sí.
Este domingo pasado tuvimos campamento mensual en algunos de los barrios (Cristo Rey, Villa Real y Brisas). Y pensamos que sería bonito, después de la manualidad programada, plantar algunos árboles. Es fundamental crear en los niños esa conciencia de cuidado de la naturaleza, que aquí está tan poco trabajada. Me sorprende ver que no sientan que el espacio en el que viven es de todos y de nadie. Y así te encuentras que en general a nadie le molesta ver basura por las calles, por las playas, por el campo... Hay un extraño automatismo en la mano que les hace tirar en sus propios pies un vaso o una fundita de papas cuando han acabado de consumir. Y sin despeinarse, vamos. A mí aún me sigue sorprendiendo.

Pues bien, con esa intención se preparó la actividad de plantar árboles. La verdad es que en los dos campos que yo estuve fue un jolgorio. Todos se peleaban por echar la tierra, por hacer el hoyo, por regarlo, con tanta ansiedad que en 5 minutos ya habíamos plantado 3 árboles. Y porque no nos lo hemos propuesto, pero a esa velocidad repoblamos La Romana entera en un suspiro. Fue muy divertido, cantamos alguna canción de invocación de lluvia (por Dios que nos escuche el espíritu del agua o estamos perdidos con semejante secarral), bailamos alguna dancita, y me cuenta Luisa que en Cristo Rey hicieron desfile y todo. Se puede considerar un buen resultado,
 aunque me gustaría algo más de tranquilidad pues con tanta ansiedad (algunos se volvieron medio locos) no sé si les queda claro el mensaje que buscamos transmitir.
En fin, confío en que los vayan regando, o corremos el riesgo de ver en tres troncos secos, cual cruces en el Calvario, el recuerdo muerto de lo que pudo haber sido.

[Momento de pánico general]

[¡Aquí lo importante ya es salir en la foto!]



[¡Yo también colaboro! Aunque sea para la foto...]

viernes, 10 de abril de 2009

Pico Duarte

Venía arrastrando desde que llegué aquí unas ganas tremendas de salir a caminar a la montaña. Pero claro, ni las cordilleras quedan cerca de este caluroso y llano rincón de la isla, ni existe una cultura de ecoturismo que me empuje a animarme por mi cuenta.
Estos días de prepascua se dieron las condiciones y, pertrechado con mis botas de montaña y algo de abrigo (que no había sacado en año y medio), me dirigí con un grupo del colegio Calasanz de Santo Domingo hacia el famoso Pico Duarte.
Este pico, que se eleva con una extraña y elegante discreción hasta los 3.087m, supone el punto más alto de todo el Caribe. Hasta ahora se trataba de un reto inalcanzable. Pero ya no.
Porque este mismo 4 de abril, un grupo de intrépidos aventureros, entre los que se encontraba un padre escolapio, Vicente Ballester, y yo mismo, coronamos las últimas piedras de la cima y las últimas dificultades de nuestro ánimo para alzarnos así con el triunfo sobre nuestras propias limitaciones. Y dimos por alcanzado este reto personal.
El camino no fue fácil, de hecho es uno de los que más me ha costado en mi dilatada experiencia montañera. Todo sea dicho, mi forma física actual no es la mejor que he tenido, pero para ser justos también hay que destacar que ese recorrido no es para cualquiera.
La ascensión prometía ser dura, pero yo confiaba en mis posibilidades (la "preparación" previa consistió en 2 salidas a correr, así que tampoco era para estar satisfecho). La primera noche, al comienzo de la ruta, ya fue complicada y pasé algo de frío, además de que mi espalda no está ya para muchos suelos. Pero con el ánimo casi intacto comenzamos la subida. 
Como digo, fue más duro de lo esperado y los 1.300m de desnivel concentrados en 18km supusieron en algunos momentos un auténtico calvario, tan propio en estos días de la pasión de Jesús. Lo cierto es que la montaña no daba tregua, y la subida constante comenzaba en un agradable terreno húmedo y selvático, pero pasaba luego a ser pedregoso y árido. Aunque la temperatura al sol seguía siendo veraniega, la brisa fresca de las alturas suponía al menos un buen alivio. 
La segunda noche en el campamento base de La Compartición, tras una ducha en caño de agua gélida y una cena escasa y austera, también fue fría. Así que en la salida del segundo día, a las 5:00 de la mañana de una madrugada oscura, ya me encontraba tan menguado como la propia cena. A pesar de ello, la esperanza de tocar pico nos mantenía animados. 
Dos horas más de camino en la para subir los 
600m de desnivel y 5km de distancia restantes, y por fin llegamos a la cima. Allí, junto al busto de Juan Pablo Duarte y la bandera dominicana, pudimos comprobar que el paisaje era espectacular, con todo aquella naturaleza a nuestros pies. Por encima de la línea de nubes, semejante a las que se ven desde el avión, rodeado de valles, cordilleras y júbilo, volví a probar el sabor de la paz y la amplitud de espíritu que tantas veces me han dado otras cimas de otros picos, y que me siguen recordando que estoy vivo. Es difícil de explicar la sensación.
La bajada me volvió a recordar mi limitación de fuerzas, y supuso para mí un verdadero suplicio (cosa que suele ser habitual), así que tuve que hacer "breve" uso de una de las mulas que nos acompañaban en el viaje, aunque para ello perdiera algo de mi orgullo de caminante aventajado. No sé qué fue peor, si los pies reventados, o el dolor de entrepierna por las mulas que, ajenas a todo, brincaban y corrían sin ningún reparo por aquellas empinadas sendas. Lo curioso fue el uso y abuso que muchos de los muchachos que venían con nosotros, de 2º de bachiller, hicieron de los animales. Algunos, altos y fuertes como torres, se pasaron en sus lomos gran parte del camino (tras dejarse en él algunas lágrimas y pocos sudores), y unos cuantos ni siquiera llegaron al pico (¿?). Curioso y gracioso, sobre todo después de haberlos visto envalentonarse de forma chulesca el día anterior. Y es que esta juventud no sirve... que dirían por aquí.
Al final, exhaustos pero contentos, concluimos la aventura, que de largo valió la pena, por la superación, el esfuerzo y la recompensa. Ahora sólo espero que no tarden en desaparecer los dolores...


Foto: yo posando con cara de alegría y mi poloché de "Calasanz nos une" (que estarán en breve a la venta en Valencia, si se me permite este inciso publicitario)


martes, 24 de marzo de 2009

Alboroto

El domingo hubo campamento en La Puya. Desde este año forman parte del proyecto "Calasanz nos une", aunque en realidad creo que siempre lo fueron. Pero ahora a todos los efectos, desde la formación mensual hasta la realización de campamentos de verano y también mensuales, con lo que ello lleva de preparación, organización evaluación. 
Dejo un vídeo de la loquera que se desató en uno de los juegos de este domingo. Sana loquera, claro.


Otro adiós (II)

Un día de marzo, Bea cogió su maleta con una mano, y con el brazo robotizado dijo adiós a La Romana. Lo dijo bajito y se fue tranquila, con la seguridad de quien vuelve. Y cuando lo haga será recuperada, con la mano activa y rápida para seguir curando.

lunes, 16 de marzo de 2009

Otro adiós





Compartir la vida. Compartir ilusiones, rostros, resquemores, pero sobre todo la rutina.
Ya se han ido los médicos, y ahora sí puedo decir que este mes con ellos y Bea al frente de su trabajo y su vivencia ha sido un regalo. Querría tratar de resumirlo, pero en realidad tiene la pequeñez o grandeza de vivir nuestro día a día en La Romana. Pequeñez porque no hay macroeventos sino microencuentros, rinconcitos e intentos. Grandeza por el futuro que pinta, porque habla de voluntarios y servicio. Pero mejor será que les preguntéis a ellos tres (Marta, Laura y Vicent) cómo les fue. 
Pero no investiguéis la crónica, eso no. La crónica os la cuento yo, y es un collage de niños en el operativo médico (durante una semana), de rostros en los barrios a los que han acudido a ejercer de médicos, de promotores de salud entregados a su faena, de monitores de campamentos, de guaguas, cuadros, canciones y gatos. 
Pero mejor preguntadles por su sentir, por esa apertura libre de juicios que han paseado por aquí, por su ilusión de ver, tocar y aprender. 
O mejor no les preguntéis nada, y quedaos bien cerca de ellos. Vale la pena. 

[PD: No debería decirlo yo, pero qué buena pinta tengo disfrazado de " dotol"]

viernes, 6 de marzo de 2009

Rosario

Cuando el médico enseñó sus ojos escrutadores por encima de las gafas sin montura, la paciente ya llevaba al menos cinco minutos absorta en sus males. Dolores que corrían como ratas de alcantarilla a un lado y otro de la espalda y se encadenaban a otros más abajo, entrelazándose con ardores lejos de lo comprensible, lugares difusos en rincones de naturaleza misteriosa, y luego, doctor, me sube por aquí y por la noche, ay doctor, no puedo dormir cuando se me coge la muy perra a esta parte del cuello. 
Él volvió la vista abajo, acabó de completar los últimos datos del anterior paciente (unas anginas sin más y una madre histérica de más), alineó la pluma en paralelo con sus informes, y se recostó en su sillón de cuero negro, cruzando los brazos.
- Y eso es todo, doctor.
La doña acabó su rosario de dolencias con un dedo apuntando a la nuca y cruzó sus pequeñas manos en su regazo, esperando. Esperando la sentencia como el acusado en su banquillo, atenta desde esos ojos cansados y tristes en medio de en un mar de arrugas de reír y llorar. Flaquita y pálida, encaramada como estaba a esa silla de altura incómoda, desde los pies de alpargata negra de andar cómoda, hasta el último cabello enroscado en un moño gris, se le antojó al doctor víctima de la vida.
- Me duele todo, vaya.
Y sonrió. Convinó entonces el doctor darse unos minutos a las urgencias de ese día, al reloj que empuja a los pacientes fuera y grita siguiente con desdén. Y escuchar un poco, aunque fuera un tantito, aunque fuera a esa vocecita que pedía milagros, que suplicaba un remedio para los males de la vejez. 
Se incorporó sobre la mesa, y sacó el bloc de recetas.
- Mire mi doña. Hoy me descansa un poco y se hace esta tarde un tecito con estas hojas que son remedio de santo. Mañana está como nueva. - Acabó de escribir y, extendiendo su brazo, le acercó las recetas a la mujer.
Ella se descolgó como pudo de la silla, las tomó y agarrando su bolso con fuerza, dio las gracias, media vuelta y salió, dejando atrás al doctor mirando con clemencia por encima de sus gafas sin montura.

Entrada la tarde, la doñita se sentó en la silla medio desvencijada de la cocina y dio casi por cerrado el día. Mientras acababa de musitar las últimas frases del avemaría, arregló con suavidad el tapecito de ganchillo de la mesa. Después, cruzó las manos sobre el regazo negro de negro delantal, y esperó como quien espera nada, con todo el tiempo dispuesto sobre la mesa como cartas de la baraja. El repiqueteo del agua hiviendo le dio la señal. Se levantó de un salto, sacó el cacito del fuego y lo virtió en la taza. Añadió las hojitas y un poco de azucar, pero poco, por aquello de no abusar. 
Mientras removía, enfiló las últimas avemarías del rosario, pensando que quizás era mejor sacar esta noche la carne de mañana porque tempranito debía lavar las cortinas del salón. Y entre cortina y cortina, sacó con la cucharita las hojas de las recetas del doctor, las escurrió y observó la tinta corrida y casi disuelta de ese trazo largo e indefinido, incomprensible. Dejándolas a un lado, agarró la tacita con los dedos de manos nudosas y sorbito a sorbito fue apurando la infusión de agua y letras.
No dio mucha tregua a la espera. A los dos minutos se sentía mucho mejor y, ya curada, buscó de nuevo la escoba para enfrentarse de nuevo al pasillo de moqueta desgastada, mientras dedicaba dos bendiciones al doctor que hacía de sus dolencias una nueva oportunidad para santificarse. Santo doctor, cuídamelo Señor. 

lunes, 2 de marzo de 2009

1er Encuentro "Calasanz nos une"

Ya era hora, me decía para mis adentros.
Y es que por fin pudimos juntarnos el domingo pasado todos los monitores de campamentos "Calasanz nos une" de La Romana y de La Puya, en lo que podemos llamar el 1er Encuentro CNU. No sabemos si catalogarlo de Encuentro Internacional (por aquello de contar con la presencia de los médicos españoles, de visita en nuestro paisito) o Nacional, pues en realidad son dos los lugares del país en los que estamos trabajando, aunque también en León (Nicaragua) y, como siempre digo, al otro lado del océano, del lado europeo, son unos cuantos los que colaboran con nosotros. Así que lo consideraremos internacional.
El objetivo del encuentro era doble. Por una parte formativo, fomentar una reflexión conjunta, analizar un poco los distintos procesos seguidos, hablar de los tiempos, de los ritmos, de la paciencia. También proporcionar a los muchachos recursos sobre manualidades (hicimos una ronda de talleres), juegos, danzas... Pero por otra parte, era fundamental el objetivo lúdico, conocerse, divertirse, aprender juntos. Y al final, saberse parte de un mismo proyecto, ampliar las miras y estirar el horizonte que nos permita superarnos y seguir andando.
Se respiró un ambiente muy bueno, al principio algo extraño por no conocerse demasiado, pero con una danza o dos se disiparon las distancias, y juntos trabajaron en los talleres, juntos comieron y participaron en la eucaristía. Con el rato de piscina, ya no eran de La Puya o La Romana, sino guerreros en caballos acuáticos en lucha contra el mundo. Y eso me gustó, lo rápido que bajan las barreras para sentirse como de la familia, la gran familia de monitores.
Fue un día muy ameno que finalizó en agua en este primero de marzo de viento pero cálido y soleado, de bañador y manga corta. 
Esperemos que no se quede en eso, y de verdad sirva para construir una historia común, un punto en el que apoyarse, un empujoncito de energía para seguir avanzando.
 
[Foto de familia]

lunes, 23 de febrero de 2009

MIRes (II)

Primera semana de los médicos por aquí, y ya son de casa.
Están cada vez más sueltos y parecen disfrutar de los detalles con los que uno se va encontrando por el camino, y que tanto sentido dan a todo esto.
La ventaja con la que cuentan es que, a diferencia del verano, en este momento del año todo está en pleno funcionamiento y pueden integrarse en la rutina normal y habitual. Les sorprende, como a mí, la velocidad de la vida, la cantidad de actividades con las que uno se encuentra (si quiere) y lo apetecible de todas ellas. Se encuentran con la gente, la que vive el día a día, la que sufre dolencias y sufre también la precariedad de los medios. Y luego pueden también vivir una espiritualidad más cotidiana, de ir por casa.
De momento, siguen en adaptación. A mí me costó mucho más de una semana (más de unos meses, e incluso aún me estoy adaptando). Los pobres salen de 6 meses dejándose la vida en el asiento de una biblioteca, y los ojos en los millones de respuestas de tipo test sobre millones de excepciones patológicas y dolencias extrañas. De repente su mundo se amplía e incluso da un giro, llenando la cabeza de otras preocupaciones más terrenales que llegan empujando fuerte por los sentidos. De repente los apuntes son personas, y los casos de estudio gente de verdad que sufre. 
Paciencia, calma y una Presidente, es la mejor receta para abrir las entendederas.

martes, 17 de febrero de 2009

MIRes

Ayer lunes llegaron a estas tierras dominicanas 3 médicos recién examinados del examen del MIR. Son antiguos alumnos de escolapios, y pasarán un mes entre nosotros, viviendo en Casa Betania. Van a colaborar en el Proyecto de Salud (dispensarios, promotores de salud) y en un operativo médico en el colegio de San Pedro, junto con Bea. También conocerán y participarán en la medida de lo posible de otras actividades, como el "Calasanz nos une" de La Romana y La Puya, iniciativas parroquiales y colegiales, y por qué no, alguna que otra excursión.
Esperemos que conozcan, se dejen conocer, se mezclen con nuestra gente y disfruten con nuestra rutina y nuestros niños, para poder compartir, además del tiempo, nuestras mismas ilusiones.
Ellos llegan con ganas de colaborar y con una actitud de acercamiento sincero. Esperemos que se sientan satisfechos y vean recompensado su esfuerzo.

domingo, 15 de febrero de 2009

Lo inesperado

Los regalos, cuando no te los esperas, se disfrutan mucho más.
La fortuna me regaló entrada al concierto de Juan Luis Guerra el sábado en Santo Domingo. Así, casi sin esperarlo, me encontré en el estadio de la capital acompañado de gente cercana al Calasanz y más de 50.000 seguidores del cantante dominicano.
Debo confesar que en mis tiempos mozos yo fui fan de este hombre de casi dos metros y sonrisa perpetua. Sus ritmos caribeños de tamboras y otras percusiones agitadas alteraban mi sistema neuronal y el ritmo de mis pies. Recuerdo buscar visa para un sueño, y resucitar la abeja al panal. Recuerdo haberle escuchado areíto en los cascos mientras refrescaba mis doloridos pies en un riachuelo del camino de Santiago, allá por el 94, y se convirtió varios años en parte de la banda sonora de mi vida desde un walkman Sony que rebobinó sus cassetes 500 veces. Hasta fui a un concierto en Valencia, en la plaza de toros, del que recuerdo especialmente dos llamas de fuego saliendo por los laterales del escenario. Fue mi primer gran concierto, y yo estaba impactado. Juan Luis era Dios.
Después, yo crecí y él sacó algún disco algo más comercial que disfruté a medias, con la inercia de ilusión de otros tiempos. Así que cuando anunció su retirada, me dolió, pero lo justo.
Unos años después, reapareció con canciones y alabanzas a Dios a ritmo de merengue. Me enteré que era evangélico y vivía dedicado a sus iglesia, así que aproveché para aparcarlo en algún rincón innecesario de la memoria. Y se acabó el mito.
Recién llegado aquí, me enteré que había sacado disco y me lo copié algo desconfiado. Lo escuché y me gustó, así que, despojado de juicios de antaño, volvió a ser parte de mi música, y más ahora que estaba compartiendo su país y su gente dominicana. 
El sábado volví a reencontrarme con aquello que me hacía disfrutar. Su música, su percusión, la poesía de las letras cercanas, amables. Es innegable que el hombre tiene talento, y a pesar de los años se mantiene actual e intemporal, digo yo que como ABBA o Michael Jackson (disculpen la licencia de crítico musical). 
En fin, que aunque el sonido no fuera bueno y de tan lejos que estábamos el cantante de casi dos metros era una hormiga difusa, disfruté este regalo tan inesperado con la ilusión devuelta. Y en algunos momentos, con toda aquella gente entregada y la temperatura perfecta (de brisa caribe fresca y limpia), creo que rocé algo parecido a la felicidad. De esa de tener los sentidos al 100% y sentirte tremendamente agradecido.

Hoy domingo he estado con los jóvenes del "Calasanz nos une" de La Puya, con los que sigo en formación mensual. Llevan dos semanas haciéndome volver a La Romana de vacío, pues no se ha dado el campamento o la formación por motivos varios (un crimen en el barrio, una novena a un fallecido, la lluvia). Mi nivel de motivación estaba ciertamente bajo mínimos. Pero hoy les he visto allí, tan participativos, con su ingenuidad y sus obsesiones, pero con tanta verdad entre las manos, que me han supuesto un nuevo impulso. Aunque uno lo sabe, qué difícil es bajar las espectativas y dejarte sorprender, pero al mismo tiempo, ¿cómo relajarse cuando uno pone empeño en hacerlo bien? Misterios con los que seguir aprendiendo. Y regalos que seguir disfrutando.

[PD: Añado la canción con la que abrió el concierto]

jueves, 12 de febrero de 2009

¿Crisis? ¿Qué crisis?

Hay gente que pregunta si aquí ha llegado la crisis. A decir verdad, creo que no. O no ha llegado o nunca salimos de ella, en realidad estamos permanentemente en crisis. La oferta laboral es bastante escasa, y evolucionar profesionalmente se convierte en un sueño difícilmente realizable si uno no se acerca a la capital. La gente vive de lo que puede, de vender cosas (o "chiripas", a lo que se dedica el chiripero) o de remendar otras (todo tiene un arreglo). Quien tiene la suerte de tener un trabajo "digno", nunca sabe hasta cuándo puede durar (veo en las noticias del Canal Internacional que en España pretenden abaratar el despido. Aquí no está barato, es gratis).
Económicamente, como siempre. Ni macro ni microeconomía, aquí vendría siendo una minieconomía cuyas miras son al hoy, al ahora, a cómo me las buscaré para comer. En el colmado la gente compra para hoy, 2 cortaditas de salami, una cucharadita de tomate (que meten en una bolsita, donde ya se pierde por contacto con el "recipiente"), un puñadito de arroz. Me he preguntado millones de veces si no sería posible ensanchar las miras e invertir lo poquito de cada día en algo más grande en lo que ahorrar a la larga. Ya no sé si es tradición, cultura o costumbre. O incluso si es educable. Supongo que yo, que cuando voy al Jumbo puedo llenar el carro, no me puedo poner en su lugar.
De todas formas, económicamente hablando veo lo que vivo. La obra escolapia vive en la cuerda floja del equilibrio presupuestario, rezando para que los niños paguen el colegio cada mes (último de los pagos que hacen con lo que cobran) y tratando de tapar agujeros, siempre con el temor de que llegue cualquier gasto extra que desbarate tal equilibrio (ayer mismo robaron la batería de la guagua, aparcada en el recinto parroquial, ¡qué miseria!). La inquietudes económicas se convierten entonces en el pan de cada día y, pese a mi disgusto, empapan muchas de las decisiones del funcionamiento habitual. La utopía entonces se rompe un poquito, o adopta una forma más realista, quizá.

Parece que por fin cesaron las lluvias y eso es una buena noticia. 

domingo, 8 de febrero de 2009

Hoy me reconozco cansado. Un poco de todo y de todos. No es un sentimiento que me torture o que exprima el alma, pero coagula la sangre y me deja frío, distante de la piel que me envuelve. Hoy no resisto a un ambiente duro, que me obliga a recomenzar cada día. Al recambiar las pilas, las encontré oxidadas. Y me lamenté, porque no me permito errores. Hoy es un día no.
Así que levanté la mano, apunté con el mando a la tele y dejé que se apagara. La luz roja quedó prendida, sola, en la oscuridad. Y yo no puedo apartar mis ojos de ella. No.

domingo, 1 de febrero de 2009

Barniz

Te levantas por la mañana y prendes la radio. Un predicador evangélico sermonea en un tono vehemente, casi hiriente, increpando en las hondas que martillean con dureza los oídos. De las 5 ó 6 emisoras que se reciben, la mitad son de predicadores (la otra mitad, bachata o reggaetón). Prendes la tele. En algunos de los canales del cable encuentras más telepredicadores con públicos vitoreantes y manos alzadas, y algún que otro sacerdote católico o monja que monologa, enfundada en su hábito, en un tono más sereno, incluso soporífero.
Tomas un carrito y está cantando cualquier artista una balada hipermegapringosa que, claro está, se refiere a Dios, a su infinito poder aleluya Gloria a Dios. El carrito pasa frente a una iglesia de alguna de las múltiples sectas, en la que predican micrófono en ristre y a través de unos potentes equipos de sonido que el final del mundo se acerca.
Si vas al gomero a arreglar una goma de guagua, allí sigue la prédica. Si te fijas en la carretera encuentras carteles con referencias pseudoreligiosas, o guaguas que siempre te anuncian la llega de Cristo o que Dios te observa y te perdona, desde alguna frase pegada al frente o atrás de estilo enrevesado y muchas veces plagadas de faltas de ortografía. 
Si te dan un papelito por la calle, posiblemente sea para decirte que Cristo vive y quiere perdonar tus infinitos pecados si te arrepientes y le alabas.
Ves imágenes religiosas (casi siempre de Cristos lacerados, sangrantes) en salvapantallas de celulares, en colgantes de cuello, en anuncios de prensa.
Encuentro referencias a Dios en mis exámenes de Calidad Hotelera, en las conversaciones sobre economía o política y en cualquier ámbito por alejado de la religión que parezca. Ves citas bíblicas descontextualizadas en colmados y salones de belleza, junto a las botellas de ron o los alisadores de pelo.
Algunos días no puedo con tanta saturación pseudoreligiosa, me enchufo los cascos y me pongo música, cuanto más profana, mejor.
No es tanto por el entorno en que yo me muevo (ciertamente parroquial), sino que verdaderamente está en cualquier rincón, tanto físico como mental. Este pastiche lo envuelve todo como un barniz pringoso y pesado, dando un falso brillo y poco contenido real al mensaje de Dios. Y me duele que habitualmente no sea más que eso, decoración, imagen, forma de hablar y de expresarse. Que se quede en superficie, penetrando poco o nada en un planteamiento vital, en la forma de vida. 
Posiblemente mi manera de entender la fe, interior, de relación espiritual con Dios, tenga mucho que ver en esta apreciación. Posiblemente es cultural, y yo, por mucho que lo intente, no soy de aquí. Trato de entenderlo e integrarlo, pero trato también de empujar por otra cosa, el despojarse de capas espirituales y vivir un evangelio cotidiano.

[PD: Música actualizada con un hit bachatero]

domingo, 18 de enero de 2009

Cooperación

Aprovechando uno de mis viajes a la capital para la formación de monitores de La Puya, quedé con una excompañera de unos de mis extrabajos. Ella, que se había enterado por un excompañero común de mi "cambio temporal de profesión", vive en Santo Domingo desde hace algún tiempito y se dedica al tema de la cooperación.
Estuve conversando con ella y con un grupo de amigos, todos españolitos, todos jóvenes y preparados, y todos dedicados profesionalmente a la cooperación internacional. Uno voluntario de Naciones Unidas, otro del programa que gestiona recursos de la Unión Europea, el otro haciendo auditorías sobre Financiación y Gestión Responsable.... en fin, todo gente importante. Resultó muy curioso todo aquello. Eran personas interesantes, con una cierta inquietud social y con un nivel profesional y cultural apreciable. A pesar de reconocerme conectado con ellos, me sentí como de otro mundo. Y, por qué no, me sentí también algo incómodo al oírles hablar. No porque no fueran buena gente, sino por esa imagen de "solidaridad de lujo" que me estaban proyectando. 
Posiblemente sea un problema mío. Me cuesta por ejemplo hablar u oír hablar de salarios, de que si se paga mal, de que si merezco más por la capacitación que tengo. O también del congreso sobre voluntariado, o de si fue tal o cual político... hablaban como si fueran íntimos de algunas personalidades. Yo entiendo que en el tema de la cooperación, como en todos, hay que formarse, buscar una progresión profesional, tener aspiraciones salariales altas, en fin, buscar las mejores condiciones posibles... pero claro, en un tema en el que entra tanto la parte altruista y el ejercicio de humanidad y entrega personal, todo este lenguaje y a veces concepción materialista me chirría mucho más. Y digo esto contando con varios amigos y gente cercana dedicada a estos temas. No pretendo juzgar, sólo expresar una sensación que en ese momento me inquietaba.
Al mismo tiempo, me resultaba atrayente y me recordaba planteamientos de mi "vida anterior", en aspectos tales como los viajes, las exposiciones, las cenas con amigos lejos de tu casa... Así que por un momento fui uno más tratando de vivir fuera de casa una nueva experiencia de conocimiento del mundo, de los demás y de mí mismo. 
Obviamente comenté sobre mi experiencia, pero en realidad era lo menos importante. Y aproveché también para hacer publicidad de los proyectos, hasta que me di cuenta que me estaba acercando a la patología llamada "Ver de dónde se puede sacar". Y decidí relajarme. 
Hablamos de otras muchas cosas, de alquiler de pisos y lo mucho que se aprovechaban de ellos, de la crisis, de la situación española... Pero poco hablaron de lo que personalmente les compensaba de todo esto, de qué les aportaba estar en un sitio como éste. Claro, mi experiencia allí resultaba algo extraña, aunque yo también me dedique a la, pongamos, "cooperación internacional" (¿o no?). Creo que a sus ojos resulté como de otro planeta y, en definitiva, un poco tonto. 
Eso sí, el sitio era bien bonito, moderno y agradable, lugar habitual de encuentro de otros cooperantes, según dijeron. Dominicanos creo que no había ninguno, y si los había desde luego no eran como los que suelo encontrar en La Romana.       

miércoles, 14 de enero de 2009

Fluir

La noche fuera está fresca. Acaba de llover una lluvia corta y distante, como la sirena del tren de la caña, que pasa, y avisa de que se va lejos, lejos, con su caña a otro lugar. La noche fuera está fresca, como noche de verano que refresca, no se mueve ni el viento que también se mudó. Se siente el silencio, y me siento yo a oír el cricri cricri cricri que, en el silencio de la noche fresca, indica al menos que la noche no está muerta.
La manga corta es corta, y un jersey demasiado largo. La sirena vuelve larga larga a recordar que el tren se va. Y yo vuelvo a mí, al cricri cricri que llevo dentro, que me indica que no estoy muerto. Porque en medio de toda esta sinfonía de menudeces, tengo la sensación de que todo está en su lugar. Todo fluye en un orden natural, todo va encontrando su sitio, como el tren el suyo, y yo busco cómo disfrutar de este momento especial con el que me he encontrado sin querer. Hay días que parecen estar hechos a medida, que las piezas encajan en un sincronismo sin estridencias, sin sobresaltos. Cualquier movimiento, que no es medido sino espontáneano y leve, parece tener un principio claro y acabar en su punto definido, guardando una coherencia en el mapa de las coherencias del día. 
Hoy resuelvo cosas, embasto otras y dejo preparado el terreno para más. Pequeñas migas de rutina, intrascendente, olvidable. Sin estridencias ni sobresaltos, dejándome caer al suelo como agua que salpica y moja, que discurre sin romper nada, sólo acariciando. Hoy tengo el punto de lucidez suficiente para reconocerme en el lugar preciso y el momento adecuado. Como una confluencia del estado vital, aquí dentro, con el curso normal de los días, ahí fuera.
El cricri no cesa, el aire mueve un vaso en el suelo que rueda un poco y se detiene. De fondo, un bebé llora. Es el retazo de humadidad que me devuelve a la certeza de no estar muerto.

viernes, 9 de enero de 2009

Ojos (II)

En el descanso en medio de una espesa y pringosa corrección de exámenes, os enseño otro par de ojos, reflejo de una alegría expresiva. Esta vez son nicaragüenses, creo que lo puede notar quien haya estado por allá. Me los envía mi hermano desde Managua. Espero que os gusten.

miércoles, 7 de enero de 2009

Los otros proyectos aparcados

Siguiendo la tradición dominicana de pintar en Navidad (la gente da color a las fachadas de las casas), y tratando de hacer en vacaciones alguna de las cosas que me prometo hacer durante el curso y nunca hago, me propuse pintar algunos muebles. Necesitaba un poco de alegría en una casa que resulta un tanto oscura, así que me eché a los colores fuertes, como los de esos cuadros de pintura haitiana.
De repente comencé a darme cuenta que, a pesar del esfuerzo y mi poca destreza en el arte del pincel, el espacio empezaba a adquirir un nuevo carácter. Sean acertados o no los colores (la combinación de los mismos nunca ha sido mi fuerte), hacen que pueda sentir un poco más propio mi propio mundo. Y parece que todo ha cambiado un poco. Alguien va a tener que parar esta fiebre de aguarrás, botes mal cerrados y manchas en el suelo, porque ahora voy tan desaforado que me lo pinto todo.  
Y esto me hace pensar en la cantidad de cosas que dejamos aparcadas y que se quedan en intentos o proyectos, mal enredados en sueños de noches agitadas. 
Estas Navidades huelen a pintura reciente, a exámenes por corregir y siempre pendientes, a improvisadas comidas con vino tinto, a chocolate y algo de turrón. Huelen a algo de lluvia y noches frescas, a siestas y pereza.
Los días se fueron con las prisas con que llegaron. El Niño nació y en breve se nos va de casa. Las lluvias cesaron. Por fin ha empezado el curso, devolviéndome a los alumnos, a los exámenes por corregir y siempre pendientes y a los intentos de proyectos aparcados. A la vida, en fin.
(En la foto, el gato flipando conmigo. Y la razón de la ausencia de ratas. ¿Para siempre?) 

lunes, 5 de enero de 2009

De olvidos y errores

Estoy viendo los niños muertos, cadáveres de blanco y sangre que se asoman impúdicamente a la portada de los periódicos. No sé si siento pena o tristeza, o ambas. Conflictos absurdos e innecesarios en la era digital de las comunicaciones y la globalización, en la que seguimos sin saber comunicarnos ni sentirnos globables. Veo que las guerras no son de broma, ni los objetivos militares las únicas víctimas, ni que sólo abaten a "los malos". Hoy los juguetes que reciben estos niños son balas de verdad. Ellos son "errores de sistema", "errores de guerra necesarios".
Y sigo viendo que no hay reuniones de urgencia en las altas esferas, o voces autorizadas que monten en cólera. No escupen denuncia desnuda, como sí la escupen los cadáveres de blanco y sangre. No veo a los cristianos movilizarse, ni al Papa apuntar con el dedo mostrando su indignación, que es la nuestra. Aunque confío en la oración y sé que estamos empujando, necesitaría un signo externo de que estamos ahí, de que nos hacemos presentes, de que el mundo nos importa. Porque nosotros sí somos globales, y el dolor de un niño en Gaza es también el mío, aunque ni siquiera lo conozca.

A pesar de todo lo que siento, sé que cerraré mi portátil y con él la ventana al mundo. Mi día quedará atrás como huella difusa. Y en breves momentos el sueño habrá cubierto de un espeso olvido todo lo que me hacía sufrir 5 minutos antes.