miércoles, 20 de enero de 2010

Temblor de conciencias (II)

Hay conciencias que tiemblan, y hay conciencias que sufren si tiemblan.
Hay conciencias que olvidan, y hay otras olvidadas, o peor, nunca recordadas ni retenidas.

Hace 3 días estuvimos Bea y yo en Haití, por tercera vez, para tratar de enmendar olvidos, si no los de todos, al menos los nuestros.

Aterrizamos en Puerto Príncipe el domingo, junto a la embajada de los EEUU, una isla de pulcritud ajena al mundo exterior. Muy pronto nos ubicaron en el Hospital "Nos petits freres et soeurs" ("Nuestro pequeños hermanos"), un hospital pediátrico bien cuidado dedicado a atender a niños antes del terremoto, y ahora hospital de campaña que acoge heridos de todo tipo.

Una mosca que entrara por la puerta encontraría gente en colchones por el suelo hacinada en el vestíbulo, y un caos nada inspirador. Si se fuera después hacia la izquierda buscando aire fresco, saldría al jardín interior, otrora remanso de paz, ahora repleto de heridos por todas partes, niños en cunas, adultos en colchones o tablas por el suelo, con vendas, algunos llorando, la mayoría catatónicos como zombies en retirada. Después daría un vuelo por la primera sala, la de urgencias, con más camas llenas de gente en medio de un hedor de orín, sudor y carne rancia, y tal vez, si siguiera derecho, se encontraría con Bea curando un pie pegado a una niña de 11 meses que yo aguanto, o medio pie, para ser más exactos.

Rápidamente saldría la mosca de aquella sala, y volaría entre gente que va y viene rápido, gente negra que se lamenta, gente negra que se resigna, y otra que espera impasible como quien espera que el sol se ponga. También gente blanca, médicos, voluntarios, que se olvidaron de organizarse en su afán de apuntalar el desaguisado.
Más allá el pasillo está bloqueado por el tumulto y el jaleo es constante, así que la mosca decidiría subir al piso de arriba, donde quedan más lejos los lamentos esporádicos y más cerca el constante sonido de los helicópteros. En su camino se encontraría de nuevo con Bea que ahora baja con tanta prisa con la que antes subió, y seguiría hacia una de las salas de los niños pequeños, ignorados con tanta urgencia de atención. Posiblemente no entraría en la sala de niños olvidados, los que fueron aparcados en cunas de hospital que ahora esperan y esperan a volver a ser recordados, si alguna vez lo fueron. Así que seguiría más adelante hacia otra sala y encontraría bebés de todo tipo, por lo que decidiría descansar de su viaje en alguno de los desnutridos de piel reseca, huesos débiles y ojos perdidos. Allí encontraría otras tantas compañeras relamiendo sus expectativas.
En el exterior, el panorama no mejora, hay lonas montadas que cubren a más gente, y un poco más allá una unidad de cirugía en las tiendas de los médicos italianos. En la entrada del hospital, la mosca podría vernos abrazar a un conocido haitiano, que ha perdido su casa y a media familia y vive ahora como puede. Y si me apuras, podría intuir mi ansiedad de querer hacer mucho más mientras el mundo se hunde allá fuera.

Si sube más arriba, verá un panorama de agitación general, de heridas abiertas, de niños que nacen, de gente que busca consuelo. Y en su remontada, si tal vez olvida donde está, percibirá que el aire cambia y trae alguna ráfaga de olor a muerto. Entonces, ya bien arriba, mirará hacia abajo, y el hospital será un punto en las afueras de una ciudad desolada y gris, donde el único color es el de algunos puntos que se mueven lentos y lonas montadas en solares. Porque la ciudad ya era gris antes, pero ahora parece un poco más.
Si se despista, como buena mosca haitiana se verá volando con la inercia de todo el mundo, absorta, resignada, dejándose llevar por el viento hacia ninguna parte.
Entonces, cuando desaparezca y ya no sea centro de nuestra atención, será una parte más del paisaje, e irremediablemente, pronto nos olvidaremos de ella.
Y la vida seguirá como siempre.

PD: Además de unas cuantas fotos, he añadido una canción a una nueva lista, "Otras músicas". Aunque no es haitiana sino africana (de la película "El jardinero fiel"), me resuena en la cabeza desde hace días.

PD2: He encontrado un artículo de elmundo.es que narra perfectamente esa sensación de resignación. Recomiendo su lectura: http://www.elmundo.es/america/2010/01/21/noticias/1264109931.html





jueves, 14 de enero de 2010

Temblor de conciencias

Parece que la desgracia se sigue cebando con el más desgraciado. Un temblor sacude la conciencia mientras entierra vidas entre escombros. Soy uno más de los espectadores de esta tragedia cercana, casi palpable.
Estuvimos en Haití hace 2 meses y me impresionó la pobreza cotidiana, que de tan pobre es mísera. Un pueblo que sobrevive confinado entre el mar y unos vecinos que le dan la espalda porque miran a Puerto Rico, que censuran la inmigración haitiana mientras sueñan con salir de su país.
Ésas son las réplicas que vendrán, las del terremoto de la indiferencia, el rechazo, el olvido.