lunes, 31 de diciembre de 2007

Punto y seguido

Acaba hoy un año lleno de cambios, de novedades. Muchos 31 de diciembre me encuentro evaluando qué ha significado para mí. Es un ejercicio que me gusta, echar la vista atrás con algo de perspectiva, así como hacen en la tele con "los mejores momentos del año". Siempre encuentro motivos para estar satisfecho, aunque algunas otras veces me encuentro lamentando que poco haya cambiado, que el tiempo pase y pase dejando alguna nueva cana, quitando algo de energías... y poquito más.
Esta vez me siento muy afortunado. Aún no sé decidir bien para qué habrá servido todo esto, pero de lo que estoy seguro es de que camino, con todas mis dudas e inseguridades, mi pesimismo latente y una gran cantidad de contradicciones. Pero es p'alante que vamos, y que venga lo que tenga que venir, mirando hacia adentro para hacer limpieza, mirando alrededor para avanzar juntos.

Os deseo (me deseo) que sigamos caminando, buscando con curiosidad en un futuro aún por hacer.



sábado, 29 de diciembre de 2007

Y mientras tanto

Mientras yo cenaba en Nochebuena con los Padres Escolapios y las Madres Escolapias, el niño nacía. Es curioso, con tanta madre y padre es imposible no sentirse hijo, hijo de adopción. Ellas eran las anfitrionas, las que cocinaron y las que eligiron la música (ninguna queja ni de una cosa ni de la otra. Me quejo muy poco últimamente, tendré que revisarlo...)
Primera bendición, las monjas. No he hablado nunca de ellas, pero creo que se cruzan cada día más en mi camino, con mucha discreción, sin hacer ruido. Los que conocen este lugar son conscientes de la proximidad física de su casa, las puertas están a unos metros de distancia. Comparten cada día la eucaristía con los padres y poco más, salvo que algunas trabajan en los colegios. Desde el principio me he sentido acogido por ellas, son muy de ir por casa, de hecho se dejan ver con rolos y pinzas en la cabeza, como cualquier mujer de su edad, vamos. Son 4, algunas más jóvenes y otras más maduritas, pero perfectamente integradas en la dinámica del barrio, de la zona. Me pregunto qué hacen unas monjas en sus ratos libres, aunque no debe ser muy distinto a lo que hagan los curas.
También nacía el niño en Santo Domingo, comiendo con los Padres de la capital. Son entrañables y familiares, me dan conversación, y me llevan en bandeja. Y así ha sido también desde el primer día. Cuando uno ya no tiene abuelos, querría llevarse los ajenos a casa, que no le renieguen (o lo justo), que compartan sus momentitos sin mucho pudor, que disfruten comiendo y bebiendo, diciendo paridas de dudosa gracia pero partiéndose de risa.
Cuando sea mayor querría vivir en un sitio como el cole de allá, con esas habitaciones en las que corre la brisita del mar, con la mecedora de madera, la tele a toda castaña, el comedor con vistas y el vinito a punto. Me sentaría todos los días en el pasillo a leer hasta reventar, con un fondo de palmeras meciéndose al viento, y ese olor de final de la tarde a día que muere, con la luz ya cansina. Y si llueve mejor, porque repicaría en la barandilla y salpicaría mi ventana sin cristales de persiana de aluminio.
Y, sólo entonces, creo que sería feliz.

sábado, 22 de diciembre de 2007

Feliz Navidad de calor


Parece que ya están aquí, después de meses preparándolas (la gente ya sacó los adornos a principios de noviembre), y de tantas esperanzas fallidas (como diría aquél), por fin han llegado...

BON NADAL A TOTS

Especialmente a mi familia, a la Fraternidad Escolapia y a los escolapios de todo pelaje y procedencia, a mis amigos de cerca y de lejos, y a todo aquel que se sienta de alguna manera formando parte de mí.

Que sea tiempo de encuentro, de vida, de descanso, de novedad.

Aquí, en la distancia, trato de vivirlas con intensidad, desde la sencillez de intención y la austeridad de hecho, lejos del consumismo (no hay con qué ni dónde) y cerca de otra gente con la que comparto ahora mi día a día.

Para qué negarlo, estoy pelín melancólico, son días de estirarle la oreja a la hermana que cumple años, y de estar en casa con los que uno más quiere. Afortunadamente, esto de las nuevas tecnologías ayuda a superar fronteras, y me siento un poco allí.

Os regalo el Burrito Sabanero en sus múltiples versiones, a cuál mejor, para que os ambientéis "a la dominicana". Aquí hace furor, y a mí me pone loco.

[Pinchad los enlaces y esperad un poco a que empiecen]

Mi burrito sabanero (salsa)

viernes, 21 de diciembre de 2007

Preparando las fiestas

Tratar de pensar en Navidades a 29º y en manga corta, es misión complicada. A pesar de ello, he tratado de vivir este adviento, mirando adentro y arriba, y no tanto afuera.
Diferentes desde luego van a ser. Extrañas.
Vivir cada momento con sencillez, contagiarme de la alegría de la gente y dejar paso a la novedad, va a ser la mejor forma de hacer posible el nacimiento de Jesús.

Ayer estuvimos en Brisas de aguinaldo, lo cual no sé teóricamente en qué debe consistir, pero lo que fue se resume en unas cuantas mujeres de la capilla, recorriendo los caminos y tratando de cantar unos villancicos que se sabían a medias, seguidas por otros tantos muchachos a la percusión, o aporreando panderetas a otro ritmo que no era el de las canciones. Estuvo muy divertido y entrañable, como en familia. Y sobre todo me sentí de allí.

miércoles, 19 de diciembre de 2007

Dibujo

La ventolera
Silba el viento dentro de mí.
Estoy desnudo. Dueño de nada, dueño de nadie,
ni siquiera dueño de mis certezas, soy mi cara en el viento,
a contraviento, y soy el viento que me golpea la cara.
E. Galeano

Trato de encontrar aquello que busco. Con una tiza, dibujo en el suelo, trazando el mapa que me lleve hasta allí. Después, me calzo sombrero y pipa, me invento una nueva excusa y salgo a buscar, observando con lupa el camino que ando. Cuando me he cansado de mis propios pasos, y he perdido el rastro de aquello que me movió, vuelvo, borro con la mano el dibujo anterior, y pruebo con uno nuevo. Cada vez, el pulso es más débil, pero por el contrario el dibujo es más nítido, y cuesta más de borrar.
Cuando por fin me haya cansado de andar, miraré alrededor. Temo descubrir que el dibujo que ha quedado entre borrones no me gusta. Pero sobre todo me inquieta más comprobar que el rastro de tiza que hay por todas partes es señal inequívoca de las vueltas que he dado sobre mí mismo.

RGM

domingo, 16 de diciembre de 2007

3 momentos de sublimación

Viendo alguna foto que me llegó de gente de Valencia, llena de abrigos y jerseys, me entraron todos los calores del mundo. Miré la temperatura de allá, 4º, miré por la ventana de acá. Y me dije, a la playa que nos vamos, pero ahora mismo. Poco después ya estábamos disfrutando de la suave arena blanca y las tranquilas aguas de Bayahibe. No es cuestión de abusar (es mi segundo baño), pero tampoco de desaprovechar los pequeños placeres de la vida.
Segundo momento, las Fiestas Patronales de Cumayasa. Estrenan esta semana iglesia, más grande y espaciosa, levantada con sus colectas y alguna ayuda que otra. Han estado de fiesta toda la semana, son como las fiestas del pueblo. Rebosan alegría. Compartir con ellos un ratito en la tarde agarrados a un refresco, sentir que eres uno más, que se alegran de verte… es otro pequeño placer.
Tercero, Victorina, la santa. Aquella buena mujer, Dios la bendiga, inventó unas alitas de pollo, unas pechuguitas rebozadas con algún secreto ingrediente, que es delicia pura entre los dedos aceitosos.
Pica Pollo Victorina es una franquicia de pollo empanado en plan comida rápida, pero es mucho más que eso, es crujiente, es placer, es vida. Hay que encontrar un justo lugar en los altares para esta santa, cuya obra tan y tan bien alivia el cuerpo y el alma.

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Al cuartel (2/2)

[Continuación de 1/2]
Con la impotencia, sólo conseguí aplicar la técnica del ataque frontal. En un tono algo subidito, les dije la verdad, que no entendía por qué me había parado a mí si nadie respetaba nada. Lo bien cierto es que el blanco aquí es el peculiar, el diferente. Me sentí tan observado como un sapo en una convención de orugas.
El teniente Taveras comenzó a incomodarse, ofendido con mis palabras, especialmente con el "nadie", y con el "nada". Y yo seguí, venga el improperio, creyéndome así estar haciéndome respetar.
De repente, en medio de los miles de razones y explicaciones, comenté que estaba con los Padres Escolapios, que colaboraba con ellos, y sobre lo injusto de bla bla bla... Fue entonces cuando se abrió el cielo, el tiempo se detuvo en seco, y creí ver al mismísimo Calasanz, cual sol refulgente y cegador, aparecer en forma de pregunta del teniente:
- Ah, ¿está usted con los Padres? Podemos conversar entonces.
Después, me dejó allí mismo y entró a un despacho, mientras yo miraba de reojo la montañita de llaves. Luego me indicó que entrara yo. El Coronel Jefe estaba allí sentado, impasible, con cara de querer dejar pasar todo el tiempo del mundo para irse a su casa a comer y dejarse de pamplinas. Me dio la palabra y yo, viendo claro el punto de entrada, me dediqué en pleno a rematar, que si colaboro con ellos, que vivo en la Parroquia, y ya ve usted, recién llegado de España, quién iba a saber….
- Denle salida al tema – fue todo lo que dijo. Y yo, gracias gracias póngame a los pies de su señora, salí del despacho haciendo reverencias.
Un minuto después ya era super colega del teniente Taveras, que para lo que quiera, venga el abrazo, él me pidió una misa por su alma y yo le pedí disculpas por el tono anterior, y le recomendé que se acercara por la parroquia, las almas buenas como usted se merecen ser escuchadas. Hacía tiempo que no me alegraba tanto de ser escolapio.
Así que, niños y niñas, nada de chulerías con la autoridad, sed buenos y poneos el cinturón (aunque no se lo ponga ni Dios).

martes, 11 de diciembre de 2007

Al cuartel (1/2)

Si estuviéramos hablando de Alemania, Noruega o incluso España, países en los que suele ser habitual respetar con exactitud las normas de conducción, lo podría entender, pero claro, tratándose de este país, en el que parece que todo vale (ver anterior entrada), nunca pensé que no llevar cinturón supusiera que te parara la policía.
- Por favor, su permiso de conducción.
- No lo llevo encima – le dije con naturalidad.
- Enséñeme una identificación.
- Tampoco, nunca salgo con el pasaporte.
- Acompáñeme al cuartel
- Está de broma, ¿no?
Supe que no bromeaba por el escudo de la manga y el pistolón del cinturón, aunque llegué a pensar que en realidad pretendía atracarme. Durante el camino le estuve intentando convencer sin éxito de que nadie lo usaba, de que me permitiera ir a casa a por la documentación… Nada. El hombre no se inmutó.
Llegados al cuartel, me indicó que debía ir a casa a por la documentación y llevársela, para después darme la multa que yo debía pagar en el Tribunal. No me hizo gracia lo de la multa por mis escasos recursos económicos. Pero me hizo menos aún saber que “El vehículo está confiscado. Deje las llaves ahí”, en una montaña de llaves sin dueño.
Esto empieza a cansarme, pensé, no llevo móvil, y sólo me sé dos números, el de Javier (que estaba tomando vuelo a Costa Rica) y el de Catalina, una colaboradora de la Parroquia.
- ¿Puedo hacer una llamada? – en las películas siempre dejan, por lo menos una.
Me indican un teléfono, y oh sopresa, no tiene salida a móviles.
Sin dinero para taxis, ni nadie a quien llamar, el coche confiscado, las llaves en una montañita y un corrillo de gente mirándome con brazos cruzados y cara de “Qué gracioso el blanquito éste”… me sentí bastante idiota. Y me empecé a cabrear.
..... Continuará

sábado, 8 de diciembre de 2007

Atropelladitos

Por los arcenes de las carreteras, por las aceras de las calles y en las esquinas, se acumulan restos, cantidades importantes de basura y desperdicios. Pero también me pareció ver plumas negras, sucias de tráfico y alquitrán.
Oí decir que aquí los ángeles de la guarda tienen demasiada faena. Yo no los he visto directamente, pero sí lo que queda de ellos. Son los atropelladitos. No creo en la imagen idílica de pelo rubio y ojos azules, los imagino sucios, medio mellados, con marcas de neumático cruzando la cara y los pelos negros de aceite de motor. Me cuentan que los han visto atravesados en la carretera, empotrados en el morro de un camión o encajados entre las ruedas de las guaguas. Y es que los pobres van como locos, sosteniendo a los 4 que se suben en un motoconcho, tratando de organizar los cruces en los que impera la ley del más fuerte, nivelando los cráteres de las carreteras… Ni un solo casco he visto, ni cinturones, ni señales. Los coches, muchos para el desguace, tratan de esquivarse constantemente, adelantando por cualquier lado mientras las motos salen en bandada aprovechando huecos y despistes. Supervivencia.
Suelo encargar dos atropellaos cada mañana. Prometo portarme bien. En el fondo me divierte.

martes, 4 de diciembre de 2007

Cuestión de elecciones

Era un tiempo fuerte de lluvias, las crecidas de los ríos se llevaban por delante cuanto encontraban a su paso, sin respetar nada ni a nadie. La gente sencilla, despachada de cualquier otro lugar en el que tuviera que pagar por la tierra que pisaba, se había establecido en las orillas de los cauces, esperando tiempos mejores y rezando por que el río siempre pasara de largo sin fijarse en ellos. El río solía respetar esta tregua sin condiciones, aunque miraba siempre de reojo esperando el momento de pegarles lengüetazo. Y por fin su momento había llegado.
Él, ajeno al mundo, acabó de freírse el huevo y lo depositó en el plato junto al beicon. Ya en la mesa disfrutaba de su desayuno, sorbiendo leche un momento, mojando con el pan el siguiente. Disfrutaba reventando la yema desde arriba, en un gesto seco. A su izquierda, el periódico entreabierto, y la chica de servicio, de pie, que lo ojeaba.
- Parece que se ha llevado a medio pueblo por delante.
- Ya ves. – contestó él – Desventajas de construir ahí. Ellos se lo han buscado – dijo sentenciando.
- No es realmente así. Les han desalojado de todas partes.
- Sí, pero ellos eligen siempre volver, es una cuestión de elecciones. ¡Cabezonería humana! Ahora que paguen por ello y no culpen al estado de su desgracia.
- El gobierno los saca siempre sin ofrecerles otro sitio en el que quedarse – añadió en tono serio.
- Con todo terreno que hay por ahí… Eso son excusas, hacen lo que quieren.
Ella levantó la vista del periódico y miró por la ventana, frunciendo el ceño.
- Nadie elige morir.
- Al que le disparan tampoco elige morir.
- No habrán visto otra solución.
- Pues ahora, que se jodan – dijo, dando por finalizada la conversación.
Y siguió mojando en el plato. El huevo, rotas sus barreras, se desbordaba por aquí y por allá. Él preparó con el pan un bocado exquisito, un poco de yema, un poco de clara, un trocito de beicon. Se lo metió precipitadamente en la boca, rechupeteando los dedos bien untados de aceite.
Ella se tragó la indignación sin encontrar más razones que argumentar. Y volvió a la pila a enfrentarse con la fregada.

El día menos pensado, él eligió morirse. O tal vez fue la muerte quien le eligió a él, o quien eligió ser muerta a través de él. Cuestión de elecciones. Era un domingo sin fecha en el que no había nadie por las calles, y la gente se levantó tarde y sin ganas. El teléfono de la funeraria sonaba, aburrido y cansino, consciente de la indiferencia que despertaba.
Al velatorio no llegó nadie en toda la mañana. A última hora se acercaron dos monjas que buscaban algún alma por la que rezar. Y un campesino entró después, sombrero en mano, con la cabeza gacha buscando las hormigas que corrían por el suelo.
Ella se acercó y le dijo en voz baja:
- Lo siento.
- Yo también, me debe dinero. – y levantó los hombros resignado.
Nadie más en el pueblo acudió. Pero me contaron de alguno que, al oír la noticia, expresó en tono neutro:
- Que se joda.
Y continuó su camino sin perder más tiempo. Y la gente volvió a los cauces, y la vida siguió como siempre.
Rubén G.M.

domingo, 2 de diciembre de 2007

Factor sorpresa


Cambiar una rueda es fácil. Cambiarla cuando no es tu coche y estás en un camino perdido de Cumayasa, en medio de un apagón general, no lo es tanto. Si además no cuentas con linterna ni móvil, y la última que cambiaste fue hace por lo menos diez años, y además eres un ceporro pesimista, resulta bastante más complicado. Por suerte, un niño de diez años que te explica cómo funciona un gato puede ser una buena lección de humildad, el móvil de Catalina, una fuente de luz inagotable, y reírse de uno mismo, el mejor remedio contra la mala suerte. Pronto puede llegar más ayuda, y al final todo sale. Al menos ellos están acostumbrados a la supervivencia, a vivir con el imprevisto pegado a la espalda, y lo asumen con total normalidad. Conclusiones (3): 1.-Mantenerse a la defensiva y hacer de la incertidumbre un hábito. 2.- Dejar espacio al factor sorpresa para no ahogarte sin él. 3.- Muerte al cuadriculamiento.