lunes, 13 de septiembre de 2010

Un nuevo comienzo

En este vuelo en el que sigo como pasajero eterno, he cambiado de destino. Desde Costa Rica voy a tratar de mantener actualizado este blog, con tantas esperanzas como inquietudes.
Mis circunstancias cambian, ya no soy voluntario, ya no vivo en una realidad de pobreza, veo poca gente negra y tampoco toco orejas de niños casi todos los días. De hecho, de momento, no he tocado ninguna. Pero la aventura sigue siendo la misma, seguir disfrutando del lugar al que me lleguen mis pasos. Dónde y porqué os lo cuento en un ratito más íntimo, si os parece.

De momento y por un tiempo, viviré en San José. No he tenido mucha ocasión de husmear el lugar, pero se trata de una ciudad amplia, de calles que suben y bajan, salpicadas de viviendas bajas, algunas residenciales, otras en condominios (bloques de apartamentos de 2-3 alturas, vallados y vigilados), o dejadas caer en parcelas irregulares. No se parece en nada a la típica ciudad europea de calles alineadas y centros históricos bien definidos. A mí me cuesta situarme un poco, pero tiene que ver más con mi pésima orientación que con un entorno hostil.
El país explota en verde, pero tiene que pagar el precio de una lluvia permanente. Las mañanas son claras, incluso el sol se impone, dejando un ambiente cálido y tranquilo que poco te invita a sospechar en la aparición de unas nubes atemorizantes sonre el mediodía, y la posterior desembocadura en recias tormentas sobre las 2 de la tarde. A partir de entonces ya no hay esperanza, y el día se mantiene vestido de arriba a abajo de un color que se mueve en toda la escala de grises. Así todos los días, al menos en temporada de lluvias, que se alarga a casi tres cuartas partes del año.
Este es el punto que peor llevo, pues me considero una criatura de la luz, y me desasosiega la oscuridad. Además de que se anulan las posibilidades de la tarde, o se empañan, valga el símil.
Sin embargo, la solución es fácil, salir de casa pertrechado de fino abrigo y paraguas. Con estas armas pegadas a uno como la piel al cuerpo, puedes estar seguro de poder defenderte de las caprichosas variaciones en cuestión de minutos que se den a lo largo del día.  

3 comentarios:

Ana Llabrés dijo...

Suerte Ru. Te seguire desde aquí arriba. Yo de lluvia y poca luz se algo. Seguro que te ca muy bien y consigues sacar lo máximo de tu nueva experiencia. Se que no te va a gustar esto, pero te admiro.

Me gusto mucho verte este verano, espero que no pasen otros 5 años.

Petons!

Anónimo dijo...

Abriguito, paraguas, despacho, ciudad... todo suena tan lejos desde el despachito junto a cual Sergio y Guillermo intentan domar al laurel, mientras Jonathan, Quintina o la parroquiana de turno se empeñan en recordarme que eso de la "privacidad" es un exceso de ricos y espero que Álex envíe a uno de sus esclavos a arreglar el agujero de la persiana del comedorcito escuchando a las vendedoras de aguacates que se sietan en la puerta a descansar y hablar de sus cosas en ese bonito creol y un gato dormita encima de una carpeta olvidada en el últmo estante...
Un abrazo desde Guacanagarix 18 (donde según tu blog, aún sigues viviendo)

Ro dijo...

Llegará la estación seca y dejará de llover...