jueves, 25 de diciembre de 2008
Ojos
miércoles, 24 de diciembre de 2008
Feliz Navidad
martes, 23 de diciembre de 2008
Sentimientos bien
sábado, 13 de diciembre de 2008
Juguetes y algo más
domingo, 7 de diciembre de 2008
Viviendo la lentitud de las prisas
sábado, 6 de diciembre de 2008
Invierno de ida y vuelta
Tras la oscuridad
viernes, 7 de noviembre de 2008
En la oscuridad

lunes, 27 de octubre de 2008
Navidad caribeña
domingo, 26 de octubre de 2008
Un año o más
domingo, 12 de octubre de 2008
Y venga la fiesta
Esto es una novedosa experiencia de narración en tiempo real.
11:45. Arranca la música y con ella el cacao. A ver si hago el recuento. Viene a ser: arroz blanco o con guandules (lo que se llama “moro”); pollo horneado; sancocho (que es un cocinado como nuestro “puchero” a base de carnes varias, patata y otras verduras); habichuelas con dulce, y algunos tipos de carne que no logro calificar. Además, para regar todo esto, bebidas no alcohólicas como piña colada (sin ron) y refrescos varios (entre ellos, Kola Real – que es una pseudo coca-cola más barata-, refresco de uva y lo que llaman “rojo”, que es como un jarabe con gas, triunfador de todos los encuentros que se precien).
Este menú, anunciado a grito pelado y con un fondo de música merengosa, o religiosa, o merengoreligiosa, se podría considerar la banda sonora de una kermesse. Las kermesse aquí son el pan de cada día, y no hay fiesta patronal, semana de festejos o evento cultural de renombre que no tenga al menos una, y a veces dos. Suelen tener como fin recoger dinero para algún fin concreto (o como fondo económico), pero al final no es más que una excusa para comer y beber, que es, junto a la música, lo que más le gusta a los dominicanos. Esto lo explicaré otro día, la influencia de la comida y la bebida en la gente, es mucha y poderosa.
Este jolgorio discurre a
En principio, una kermesse es para gozarla. Pero cuando tienes 200 exámenes y 66 trabajos por corregir, se puede volver contra ti para convertirse en un verdadero infierno. Así que yo hago correr la tinta de mi lapicero rojo mientras hago un ejercicio de respiración y autocontrol.
14:00. Me levanto malhumorado, no he podido dormir con tanto grito de números vociferados. La doña del micro disfruta dando gritos, que combina con canciones. Ese bingo echa humo. Un café y a los exámenes.
14:40. Dios mío, cómo es posible disfrutar tanto cantando números.
15:30. Avanzo a duras penas, y tengo la cabeza como un tambor que repica respuestas vagas y rebuscadas a preguntas concretas y sin dificultad. Aunque el nivel sonoro ha descendido de forma apreciable, sigue habiendo gente comiendo y jugando, y yo aquí dentro sufriendo.
16:30. Ya no puedo más, y decido hacer el descansito de media tarde. Me voy para allá, me pido un jugo de chinola y me entrego al juego, que la vida son dos días. Me compro cartones de bingo como para pasar la tarde entera. Es bien divertido un sencillo bingo de domingo, aunque la suerte no me acompañe.
Hay unas pequeñas nubes en el horizonte.
17:00. La gente empieza a comentar que va a caer una buena, y a mí me parecen avisos alarmistas. Unos minutos después, confirmando los peores pronósticos, empieza a caer un fuerte chaparrón, la gente huye despavorida (otro día hablaré del efecto de la lluvia en los dominicanos), yo recojo mis cartones de bingo y me refugio en una de las casetas y, aunque la puerta de casa está a 30 pasos, allí me quedo, lamentando mi mala suerte.
martes, 7 de octubre de 2008
De vuelta
De nuevo en casa.
Estoy bien contento de estos días de semidescanso mediotrabajo, de conocer los lugares escolapios de Nicaragua, tantas veces comentados en conversaciones, para tratar de encontrar semejanzas y diferencias en el aspecto educativo no formal. Me ha servido para hacerme una idea más global del trabajo de los escolapios, y de sentirme posiblemente más parte de ese conjunto. Porque sigo constatando que los diferentes lugares andamos por distintos pasillos de la misma casa de la educación integral de niños y jóvenes. Encontrarnos pues en la cocina, hacernos unos cafés y charlar un rato, sin preguntarnos si somos religiosos o laicos, se convierte en un placer para los que tenemos el mismo tema de conversación.
Nicaragua es un país sencillo, herido y cansado, y sus gentes me resultan cercanas y serenas, acostumbrado a los excesos (para lo bueno y lo malo) de los dominicanos.
En León he disfrutado de una obra muy popular, inevitablemente marcada por la presencia de Sutiava ante la puerta del Colegio, como el niño que espera para entrar a clase. El colegio imprime carácter, la casa de Comunidad es amable y fresca, pero vengo contento con la revitalización del Centro Cultural, el nuevo auditorio y la nueva casa de voluntarios, así como todas las posibilidades que esto ofrece a la educación no formal.
Managua es otra historia. Difusa en todo y en parte, aguanta como puede superando el pasado. El colegio resulta cercano en un entorno abierto, y
Estos días me han servido para desconectar y ver mi trabajo de aquí con la perspectiva que da la distancia. Se muestra todo con más claridad, el objetivo, los medios, las dificultades. Y se convierte en fundamental la necesidad de estar siempre enfocando el rumbo para no desenfocarme en la inmensidad de minucias del día a día.
Y así fue cómo aterricé en la vida real.
Lo bueno, que el tiempo ha cambiado un poco y refresca más, y que en San Eduardo estamos de fiestas patronales.
Lo malo, la plaga de mosquitos (que después de las lluvias están más jodones que nunca); el renacer de la invasión de cucarachas (que pensaba exterminada para siempre); la posibilidad de tener un ratoncito en algún lugar de la despensa (según las huellas fecales que ha dejado); la imposibilidad de tener internet de forma estable y continuada; un nuevo pinchazo de rueda de guagua; la señal del celular ha desaparecido y no puedo llamar ni recibir; la habitual música del colmadón a todo volumen hasta las tantas de la noche; la compra por hacer; las clases, la pila de exámenes por corregir, las nuevas por preparar y las notas por poner.
En fin, lo de siempre, minucias del día a día…
viernes, 3 de octubre de 2008
Managua
Llueve en la difusa ciudad de Managua, en un invierno cualquiera. Y yo, como ella, ando también a medio perfilar, como brumoso, con los pies fríos. Me cuentan que en verano (de diciembre a junio) hace un calor de espanto, aunque no tanto como en León. Ahora es más fresco, tanto que me pilló desprevenido y ando aún medio pensando en los calores prometidos. Al final, eso de que aquí siempre hace calor es una leyenda urbana, como aquello de que en
La ciudad, que vive a
El Colegio de los escolapios, situado en pleno centro, fue víctima del desastre. De él no quedaron más que ruinas, muertes (la de un religioso) y heridas graves en otros de ellos. Así que, tratando de emerger de nuevo sobre una tierra inestable y protestona, fue edificado en los 80, alejándose del centro y para elegir un nuevo nido entre brumosas montañas y campos verdes. Hoy en día es un conjunto de módulos de una planta arropados por una extensa arboleda, caminos adoquinados, montículos de césped y algunos coches, que vive ajeno al paso del tiempo. El conjunto tiene un extraño aire de intemporalidad.
Estos días, que serán pocos, vivo en el colegio, descansando sin grandes pretensiones. En breve vuelvo a casa..
martes, 30 de septiembre de 2008
León

En medio de estas calles de León, se yergue el Colegio Calasanz, un edificio en tres plantas, un elefante cansado y lento, que duerme y sueña con tiempos pasados de esplendor. Porque el colegio conserva tímidamente esa altivez que indudablemente tuvo en los sesenta y setenta, cuando era internado y colegio de prestigio. Pero con la guerra y el gobierno sandinista, sumida León en una profunda crisis, fue cayendo lentamente en la dejadez y el abandono, hasta que desde hace bien poco se está tratando de revitalizar y devolver a lo que es, una obra educativa popular dedicada a la transformación social de esta parte de León, mediante la educación de niños y jóvenes. El colegio tiene esa elegante decrepitud de los palacios abandonados de Budapest.
León, por su parte, vive ajena a este envejecimiento unas muchas cuadras más para allá. Bañada en colores de ciudad colonial, parece afrontar su día a día con sencillez pero sin un excesivo pesimismo, aunque los semblantes son mucho más serios y, diría, contritos que los que encuentro en Dominicana. El nica parece mirar para adentro, parece cansado de conflictos y gobiernos decadentes, parece necesitar calle de la de pasear. En la ciudad se entrecruzan calles de casas con tejados discretos con paredes blancas y coloreadas. Se mezclan universitarios con venta de comida, y monjas que buscan asueto tomándose un jugo en el mercado con hombres sentados en mecedoras, que esperan y esperan.

Aparte de este fugaz paseo, mi tiempo vive en el recinto del Colegio, pues el objetivo es conocer esta obra popular. Junto al colegio, es fundamental el papel que toma el Centro Cultural (antiguas instalaciones de un Instituto Agrario), que es al mismo tiempo ludoteca, sala de tareas para todos los cursos de primaria y lugar de encuentro de jóvenes en busca de computadoras, juegos y oración. Además de un aula para el refuerzo escolar de cada grado, tienen locales el grupo de voluntarios, que funcionan también con formación y campamentos con los niños, y
La idea es poner en común el Proyecto “Calasanz nos une” de educación no formal, y participar también de la vida de este Centro como motor de actividades educativas y culturales. Yo trato de aprender de otra forma de trabajar que, aunque similar, tiene sus peculiaridades, y de aportar también las nuestras propias para construir algo bien fuerte entre todos, sistematizado y coherente. Que la educación pueda llegar en múltiples formas y colores a quienes más lo necesiten.
miércoles, 3 de septiembre de 2008
Lluvias y bailes
martes, 2 de septiembre de 2008
Otros aires
lunes, 18 de agosto de 2008
Y la piel mudó...
El verano llegó regado en sudores. Y con él, llegaron también los voluntarios españoles, en un grupo de 6, con el objetivo de conocer la realidad dominicana y colaborar en varias de las actividades locales, como los campamentos del Programa de Educación No Formal "Calasanz nos une", los cursos de monitores de campamentos (iniciación y profundización), la escuela de profesores, Programa de Salud...



Y como experiencia de realidad desnuda, los días de campamento en el batey Nigua. Un batey viene a ser como el último rincón de la tierra, allá donde los campos de caña se cansan de existir y el sol es un sol de justicia. En un sistema neocolonial, la gente sobrevive cortando caña y dejando que la vida pase por encima. Allí hicimos un campamento de 3 días, en el que todos disfrutamos de la risa de los niños, la sorpresa de la novedad, los mayores rescatando su inocencia, el cine en la oscuridad de la noche... Todos volvimos con un extraño sabor agridulce.

Los voluntarios se fueron el mismo día que comenzaban las clases de Bachillerato en San Eduardo. Aumento unas horas de docencia este año, pero además disfruto del regalo de unas asignaturas como Orientación y Ética que me permiten ser educador, además de profe (¿o nunca debió ser distinto?). Estoy contento y con ganas de prepararlo bien.
miércoles, 9 de julio de 2008
Mudando la piel
jueves, 19 de junio de 2008
De lo particular a lo general
viernes, 30 de mayo de 2008
Civilización
martes, 27 de mayo de 2008
Esta cabeza

Y es que ando disgustado con mi cabeza. Yo querría una con gran cantidad de memoria para acordarme de todo lo que hago y lo que vivo, de todo lo que me dicen o digo. Que me permita estar pendiente de varias cosas al mismo tiempo, de tenerlas controladas. Que me vengan las ideas en el momento oportuno, sin tener que depender de notas que nunca leo, o de paquetes preparados en la puerta que nunca cojo. Porque intentarlo lo intento, pero el defecto es de fabricación, y no hay garantía para ella.
Una cabeza así es la que se necesita para estar en este sitio. Ante la dispersión de la obra romanense, de las parroquias, los campos, los coles… yo necesitaría una herramienta para estar perfectamente centrado, con unas señales que se activaran en su momento y lugar preciso, para no andar a veces como vaca sin cencerro, corriendo aquí y allá, desarrollando piernas antes la ausencia de recuerdos.
Que no me haga quedar en ridículo cuando dicen que digo cosas que juraría que no he dicho, o que no quede tan mal con personas a las que digo que iré o que haré, y que nunca voy o digo. Una cabeza que me ayude a no hacer todos los días una “falsa salida” de casa, a la que tengo que volver casi siempre una segunda vez, o incluso una tercera.
Me preocupa no encontrar a veces las palabras que supe, o las ideas que me visitaron mientras me duchaba o conducía. Y cuando haya perdido mis recuerdos, me preocupará no saber qué fue de mí.
domingo, 25 de mayo de 2008
Nieve en La Romana
miércoles, 21 de mayo de 2008
Imperfecta
inmaculada promesa que asciende suave,
como hostia que flota
consagrando un instante.
Tu cuerpo me empuja a querer profanarte,
escupir soledades que tu me inspiraste,
con agua de lluvia,
con gotas de sangre,
para verte imperfecta,
quebrada, distante,
para verte al menos humana un instante.
lunes, 19 de mayo de 2008
Hay días
viernes, 16 de mayo de 2008
Elecciones

jueves, 15 de mayo de 2008
Por sus frutos
Pero posiblemente hay una lectura que se queda por hacer. Posiblemente, y debido a mi cortedad de miras, no caigo muchas veces en el tipo de frutos que espero recoger. Porque amiguitos, ¿qué significa exactamente dar fruto? ¿Conseguir fines u objetivos concretos de carácter solidario, fraterno, familiar? ¿Conseguir cambiar algo de mi carácter que no me gusta? ¿Estamos hablando de conseguir? Y ahí es donde creo que está el error. Hoy he tenido un puntito de lucidez para reconocer que el fruto que debemos dar es el fruto del amor. Tratando de no ser ñoño (aquí esa palabra habla más bien de hacer demasiado caso a las tonterías de uno mismo), avanzar en el amor es lo que nos debería preocupar, avanzar de dentro afuera. ¿Ha aumentado mi capacidad de perdón, de hacerme pequeño, de ponerme al servicio de los demás? ¿Soy un poco más libre en ese sentido, partiendo del amor a los demás, o trato de cumplir normas o de quedar bien? ¿Y la esperanza, se ha hecho grande, abarca toda mi vida?
viernes, 9 de mayo de 2008
Idas y venidas
Estas dos últimas semanas han sido algo particulares. Siempre lo son cuando hay visitas de por medio. Vienen muy bien por la novedad, pero suponen también un pequeño desbarajuste con el que trato de estar en equilibrio en esta realidad de caos ordenado.
miércoles, 7 de mayo de 2008
Mirando atrás

viernes, 18 de abril de 2008
Solazo
sábado, 5 de abril de 2008
Cultura para todos
miércoles, 2 de abril de 2008
Disparates
viernes, 28 de marzo de 2008
Visitas, dudas y el tiempo que pasa
Estuvieron de visita Cons y Moncho, compartiendo con nosotros unos días. La Semana Santa ha sido por ello algo distinta, con un poco de playa agitada y mucho de conocer las parroquias, la gente, los barrios y sus particularidades. O tratar de conocerlo, porque la realidad del día a día presenta un poliedro con muchas más aristas de las que uno ve desde la camioneta. Aún así, y a pesar de la apretada agenda, creo que se han sentido un poco como en casa.
Dudas, siempre traigo de éstas, a veces son pequeñas, a veces instantáneas, otras se mantienen sin resolver como flotando, invisibles. A veces suponen más brega, otras se resuelven en tres deducciones básicas de silogismo. En sí mismas, las dudas son una tentación. Me parece estar andando con los de Emaús, decepcionados y tristes por no ver nada de lo que les prometieron ("¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas!”). Andaba estos días con la indudable certeza de que no hay nada ni nadie imprescindible, de que la realidad de los proyectos trasciende claramente a las personas. Ser consciente de esto te quita bastante orgullo y te hace
El tiempo que pasa, y pasa, y se te echa encima sin saber muy bien cómo fue. Aquí tengo esa sensación de velocidad de los días. De repente estábamos en Navidad, y de un salto en Pascua, y el curso ya enfila la recta de salida. En nada verano, y comienzo de curso y otra vez en Navidad. Y tantas tantas cosas por hacer, o tantas empezadas en precario o provisional. Supongo que debe significar que uno no se aburre. Pero a veces eso me deja una sensación de la zanahoria, siempre delante y nunca realmente agarrada. Confío en que la repetición del ciclo suponga una segunda oportunidad, la de empezar a retomar las cosas que quedaron a medias.
martes, 11 de marzo de 2008
Cine de barrio (II)
domingo, 9 de marzo de 2008
Factor sorpresa (II)
jueves, 6 de marzo de 2008
Nocturna

sábado, 1 de marzo de 2008
El carrito en 10 pasos
- Salir de casa con ganas de pasarlo bien. Ni caso al sol que cae a plomo, ni a los motoconcheros que, viéndote presa fácil, te llaman “¡eh, sh!”. Si no se cumple bien este requisito, corres el riesgo de caer en la tentación del motoconcho, llegas en un periquete pero te cuesta 30 pesos (RD$ 30), casi el triple del carrito. [Otro día, capítulo “motoconcho en 10 pasos”].
- Esperar en la esquina de la ruta, con aire de “pasaba por aquí” para que ya te dejen definitivamente en paz los otros motoconcheros (o sencillamente, concheros, personas que “conchan”).
- Pasará el carrito con una "B" marcada delante, pero no hay que preocuparse en caso de no ver la letra, que ellos te pitan o te sacan la mano en un gesto increpador (seguro que te van a pitar, de hecho es que siempre están pitando). En caso extraño de que no pasara así, es necesario llamarles, con algo aproximado a un “Eeeeeeeh”, lánguido, arrastrado. Si no te paran, es que no quieren o no pueden, entonces puedes decirles “¡Cónchale!” (que no es sinónimo de “quiero que a él le conchen”) o en todo caso “¡Pero vengacá!” (que no es sinónimo de que venga aquí), ambas son expresiones de fastidio.
- Cuando el carrito para, inspección visual, hay mirar rápidamente dentro. Si está la cosa a reventar, y tienes mucha prisa, puedes entras (pasar al punto 5). Si el sol lo permite o llegas sólo con un poco de retraso, haces con la mano un gesto de que no cuente contigo y el carrito sigue su camino sin ti. Hay muchos más, no desesperes.
- Entrar. La combinación correcta es 4-2-1 (4 detrás, 2 delante + 1 niño si lo traen). Si alguna de estas plazas falta, no esperes que lo den por completo porque no lo está. Esta es la parte más complicada, porque detrás caben 4, y aunque tú pienses que no es posible, sí lo es, hazte a la idea. Y si hay niño, entra también. Uno de los de atrás tendrá que adelantarse un poco. Delante es más difícil, ojo con el cambio de marchas.
- Mirar alrededor. Entonces es cuando te preguntas cómo puede funcionar este trasto desvencijado y medio roto, sin el acolche de las puertas, con las lunas casi siempre agrietadas (o sin ellas), las manivelas fuera del sitio... Es increíble lo que da de sí un automóvil. He visto prender los faros (cuando van) articulando una combinación de cables misteriosa. Yo suelo tratar de localizar visualmente el tirador para salir, por si acaso, aunque muchas veces no va y hay que sacar la mano por la ventana para abrirte desde fuera.
- Pagar. Puedes tomarte tu tiempo para sacar del bolsillo el monedero en la postura que estés, por eso es mejor que lo lleves preparado antes de entrar. Son 13 pesos (0,325€) hagas recorrido corto o largo. Se debe decir “Miiiiiira, chofel” y le das el importe. Si no lo llevas justo, le puedes decir “Yo llevo 11”, y él te dice “Está bien”. O le das un billete grande y esperas una reacción negativa, tú eliges.
- Participar en la microvida social. Muy divertido, se comenta de todo, la subida del precio del pollo, el gobierno (tema frecuente), las apreturas de la vida… La música suele estar a todo trapo, así que la conversación discurre entre bachatas y merengues pasados de decibelios, y una vez incluso a ritmo de “Se me enamora el alma”, que ya era lo más. Entre tanto, la gente puede ir bajando, subiendo y reubicándose, puesto que la salida siempre es por la puerta de la derecha (en este sentido, la guagua pública es más agradable).
- Solicitar parada. Atención a este punto que no es tan fácil. Las palabras exactas son “Chofel, déeeeeejeme”, o como mucho, “Chofel, en la equiiiiina”, son afirmaciones, nunca preguntas. A mí me han reñido por decir “¿Me deja aquí, por favor?”, o “Yo me bajo aquí”, o ni siquiera me han entendido, y encima quedas de blanquito tonto.
- Bajar. Te debes desincrustar de tus vecinos, y salir tan contento. Yo digo "gracias", aunque nadie suele decir nada.
Si respetas todas estas normas, tendrás éxito en tu misión, y desearás volver otro día.